La llegada de los libaneses a San Juan
En 1949, con motivo de cumplirse 50 años de existencia de la sociedad Libanesa de Socorros Mutuos, se publicó una revista / libro en el que se resumió en varios artículos la presencia de los libaneses en San Juan. De ese trabajo hemos extraído este artículo sobre los primeros inmigrantes de ese origen escrito en aquel año por el periodista José Elías Assaf.
el autor de la nota el periodista José Elías Assaf
¿Cuáles fueron los primeros libaneses que llegaron a San Juan, para quedarse y trabajar aquí? De paso, accidental o temporariamente, han de haber estado varios en la provincia entre 1882 y 1885. Parece muy probable que don Nehemtala Nehín haya sido el primero que se quedó.
En 1886 y 1887 respectivamente vinieron, abriendo el camino, dos hermanos: Alejandro y Julio Adem. Aquí se establecieron y aquí trabajaron durante algunos años contra las ineludibles dificultades del ambiente, del idioma y de la época. Y desde aquí, constituídos en sanjuaninos para los libaneses, hicieron —en sus cartas— conocer a San Juan en el Líbano. No tenemos noticia, sin embargo, de que llegaran a esta provincia nuevos libaneses hasta 1889. Han de haber llegado algunos durante el año en que murió Sarmiento, pero no nos ha sido posible determinarlo con certeza.
La lista de 1889, en cambio, resulta bastante numerosa. Don Elías Abichacra, fallecido años después en Tucumán, se radicó en San Juan por entonces, lo mismo que don Elías Assaf, que viajó al Líbano en 1895 para traer a su hijo Jorge y residir aquí de nuevo hasta el 18 de agosto de 1924, fecha de su fallecimiento. Don Miguel Marún, don Antonio Marún, don Elías Marún y don José Marún son también del mismo año. Don Miguel y don Salomón Samaja, don Pablo Pósleman, don Jorge Bacha, don Jorge B. Saleme, don Ramón Barud, don Simón Sefair, don Alejandro Norte, don Moisés Yapur, don Felipe Mattar, don Elías Bacha, don Pedro Pósleman, don Daniel Flores y don Miguel Salé engrosaron entonces la naciente colectividad. Pero hubo mucho más. Don Francisco Amado, fallecido hace apenas un año, padre del doctor Elías T. Amado, actual ministro de Hacienda de la provincia; don Salomón Carubín, padre del doctor César Carubín, sanjuanino de gran actuación en la vida pública de nuestros días, radicado desde hace muchos años en Mendoza; don Jorge Carubín; don Pedro y don Vicente Yunes; los hermanos Dáher y Juan Yunes; don Antonio y don Simón Saleme, muerto éste en 1892; don Antonio Mattar, don José Amado Yapur y don Félix Amado; don Faragala y don Amado Nehím; don Jorge Saffe, padre de don Abraham, que vino años más tarde; don Elías Fraifer y don elías Purés; don José Huequín Adem y don Abdo Purés; tres Ráched, Salomón, Jorge y Said; y por último, terminaremos la incompleta lista de 1889 con los nombres de Fortunato y Abdala Nacif.
José Fáger (hijo) llegó en 1891, y al año siguiente don José su padre. Tenemos en blanco el casillero de 1890 a 1891, pero el 12 de octubre de 1892 desembarcó en Buenos Aires don Domingo Fáger, precisamente a tiempo para asistir a los actos de la asunción del mando por el nuevo presidente de la República, don Luis Sáenz Peña. Dos días después estaba ya en San Juan.
Otros libanese se establecieron en San Juan en 1892. Entre ellos, don Salomón Marún, que se radicó después en Buenos Aires —a principios del presente siglo— para regresar más tarde al Líbano, donde falleció. Vinieron también don José Anán y don Antonio Norte, don Abraham Saleme, don Juan Názara y sus hijos Salomón y Jalil, don Rachid Mattar y don Moisés Purés.
Marún Nehím, Jorge Sacca, Félix Dorgan, José Samat, Elías Forzén, Félix Lechún, José Jettar, Juan Spalla, Salomón Cassab y domingo Debes son algunos de los que se hicieron sanjuaninos en 1893.
Don Julio Mattar, padre de don Enrique Mattar Morales, es de 1894, como don Miguel Amado Yapur, don Miguel Cháquer y don Juan Norte.
En 1895 se incorporaron a sus compatriotas don Elías Fagale, don Pedro Nehím, don Nehme Nacusi y don Antonio Ene.
Más numerosos parecen haber sido los de la camada de 1896. Don Jorge Elías Assaf, acompañado de su padre don Elías —que había viajado al Líbano para regresar con él—, llegó a San Juan el 1º de enero de aquel año, junto con don Antonio Crim y su hijo José. Pero en el mismo año adoptaron la tierra sanjuanina don Félix Réstom, don Vicente Sefair, don Salomón Abdó, don Félix Sill, don Alberto Salmuni —padre de los doctores Alberto y José—, don Antonio Cháquer, don Miguel Daroni, don Amado Máttar, don Miguel Spalla, don Checre Peluc y don Pedro Marún Ahún.
Don Akl Marún, uno de los fundadores de la Sociedad Libanesa de Socorros Mutuos; don Akl Marún, padre de don Alfredo, que entre 1937 y 1939 fue también presidente de la entidad, vino en el tiempo de 1897, en el cual llegaron don Miguel Zeid, don Jorge Crim, don Félix Sosa, don José Fáger y don Checre Fagale, el cual estuvo poco tiempo aquí.
Don Antonio y don David Fagale, don Elías Ottán, don Alejandro Cháquer, don Melhem Háidar Noujaim, don Jorge Carubín y don Jorge Secín arribaron a este suelo —que para casi todos, como para casi todos los anteriores, iba a ser el de su arraigo para siempre— en 1898. En 1899 llegó el doctor Julio Nehme, que más adelante fijó su residencia y actividad de médico en Mendoza.
Hemos dado poco más de cien nombres, pero entre 1886 y 1899 han de haber llegado a San Juan no menos de doscientos libaneses y seguramente más. Los datos que consignamos no representan una tentativa de hacer historia, sino el fluir de un cristalino y nostálgico manantial de recuerdos, que dejamos correr como transcurren las palabras del homenaje, del agradecimiento y la plegaria. El homenaje, porque fueron o son nuestros padres, muertos o vivientes, guía perenne y alegría de siempre; el agradecimiento por la libre tierra de paz que nos dieron por patria; y la plegaria por su glorioso descanso o por su felicidad presente.
Algunos de ellos eran casados y vinieron con sus familias, o luego de llegar las hicieron venir; otros, los solteros —que estaban en mayoría porque casi todos eran jóvenes— constituyeron aquí bien pronto sus hogares, de modo que en 1899 hubo ya en San Juan un grupo de libaneses, si no numeroso, lo bastante para tener significación social. El amor y la nostalgia del viejo terruño los unían y, aunque no faltaron entre ellos las querellas, estaban en constantes relaciones personales y de familia a familia; cada cual se preocupaba por la situación de los demás y los demás por la de cada uno, y no sólo se reunían en la unanimidad venturosa o desdichada de una boda o de un fallecimiento, sino en la diaria fraternidad de una vida llena de problemas y hasta de peligros, en aquella época heróica de adaptación al ambiente y a las costumbres locales.
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