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jueves, 15 de enero de 2015

Jorge Ganem: Amor a las raíces entre Rosario y Buenos Aires

Por Redacción DSL

El Diario Sirio Libanés fue recibido en su casa, por Jorge Ganem quien haciendo gala de una prodigiosa memoria y en una cálida reunión familiar con los cronistas, compartió su historia de vida y familiar así como su experiencia y transitar por las instituciones de la Colectividad en su Rosario natal y en la Ciudad de Buenos Aires.

ENTREVISTA

Cuéntenos un poco la historia de su familia…

Mi familia es de origen libanés, de un pueblo a 30Km. de Zahle y la historia comienza con un tío de mi padre se llamaba Mansur Ganem, que fue el primero en venir a la Argentina y sus hijos nacieron aquí y fueron los primeros médicos de la colectividad, Federico Ganem y Luis Ganem. Después llego al país un hermano de mi padre quien hizo venir a otro tío mío que se llamaba Jorge Ganem como yo junto a su hija.

Se instalaron en un pueblo cerca de Rosario llamado Casilda y luego se mudaron a la ciudad de Rosario y todos se dedicaron al comercio textil como todos los paisanos. Una vez instalados en Rosario, a principios de los años '20s, hicieron venir a mi abuela y a mi padre, Naim Ganem, que era el más chico de todos, y en Líbano solo quedo mi abuelo que nunca quiso abandonar su tierra.

Cuando mi padre llegó le costó acostumbrarse pero enseguida empezó a trabajar y su hermano mayor lo mandaba al colegio, entonces trabajaba de día y a la noche iba a estudiar. Él siempre tuvo la idea de volver a su tierra natal, pero mi tío lo convenció para hacerle la ciudadanía argentina. Al poco tiempo, mi tío, mi padre y su hermana volvieron a Líbano. Allí mi padre completó sus estudios y logró aprender bien el árabe. Comenzó a trabajar en la empresa Singer donde le iba muy bien.

Pero luego decide volver a la Argentina por el miedo a que estalle la Segunda Guerra Mundial, considerando que iban a estar más tranquilos en América. Finalmente a fines del ‘38, a sus 27 años, regresa. Primero se instala en la Capital, en la calle Reconquista pero luego su hermano, 20 años mayor, lo convence para mudarse a  Rosario nuevamente. Entonces se instala allí junto a su hermana y  tiempo después logra abrir una mercería con la idea de juntar plata y volver a Líbano. Pero esa idea nunca se concretó porque luego conoció a mi madre con quien se casa en el año ‘43 y juntos lograron formar una familia aquí en el país; a los dos años nací yo y años después mi hermana Ana María.

La familia de mi madre era originaria de Alepo, Siria.  Mi abuelo materno fue Salim Battija quien llegó al país también durante la década de 1910 aproximadamente, se tomó un tren en Retiro y llegó hasta Tafí Viejo en Tucumán, allí lo pusieron en contacto con paisanos y comenzó a pelear su camino de inmigrante, a través de la venta ambulante y el sacrificio del comercio. Después de unos años recaló en Rosario donde ya se asentó, con toda la comunidad de Alepo rosarina. Tuvo a mi madre y mis tíos, en total eran tres hijas mujeres y un varón. A la fecha tengo en Rosario a mis primos y su descendencia con quienes mantengo también contacto fluido. 

Entonces volviendo a mi padre, en el año ´46, se asocia con su hermano y abren una tienda mayorista en la ciudad de Rosario en la calle San Luis donde se encuentran todos los paisanos.

¿Y usted a que se dedicó?

De chico estudiaba mucho, a la mañana iba a la Escuela Árabe, de la profesora Iamame Charife que pertenecía en ese momento a la Sociedad Islámica de Rosario, para aprender el idioma y a la tarde iba a otra escuela para aprender el castellano. Me faltó un año para recibirme de maestro de árabe. Luego, de más grande comencé a ayudar a mi padre con el negocio.

También, desde la infancia empecé a participar en la Sociedad Libanesa de Rosario donde comencé a dar mis primeros pasos institucionales en la colectividad con una herencia de unidad siempre ya que mi papa sin pertenecer a ninguna comisión, (ni de la Sociedad Libanesa ni del Club Sirio), era un poco el nexo entre ambas instituciones ya que siendo libanés tenia a todos sus amigos sirios de Alepo con los cuales se la pasaba en el Club.

Años más tarde, en 1964, nos mudamos a Buenos Aires por un nuevo emprendimiento comercial de mi padre. Puedo decir, entonces que tuve la suerte de conocer a la gente linda de la colectividad de Rosario y de acá de Buenos Aires, donde por ejemplo compartí muchísimos hermosos momentos con los paisanos en los históricos cafés como el Gamenara o el ABC, en el barrio de Palermo.

Luego vino la responsabilidad de la hermosa familia que hemos constituido con mi señora Ana El Yar, y mis 4 hijos varones: Pablo, Gabriel, Sebastián y Mariano. Todos profesionales y hombres de bien gracias a Dios. Sebastián fue un poco el que más siguió los pasos institucionales ya que participó en la Juventud Libanesa de la UCAL (JUCAL), la cual le tocó presidir a nivel nacional en su momento.

Jorge con su sra Ana El Yar y sus hijos Pablo Sebastian y Mariano

 Jorge con su sra. Ana El Yar y sus hijos Pablo, Sebastian y Mariano

¿Su participación en la colectividad de Buenos Aires en qué consistía?

Primero arranqué en el Club Libanés de Buenos Aires, donde comencé en la Comisión de Jóvenes, luego pasé a la Comisión Directiva como secretario de Actas y luego ingresé a la Unión Libanesa Mundial como secretario también.

Jorge participando de la Asamblea General de la UCAL Bs As (nov 2014)

 Jorge participando de la Asamblea General de la UCAL Bs As (nov 2014)

Participé en actividades en todas las instituciones, el Akarense, las instituciones Alauitas, la comunidad de Floresta, realmente conocí a todos sin diferencias de ningún tipo porque eso es lo que herede y aprendí de mi padre. Organizábamos muchos eventos con el fin de integrar y mantener nuestras raíces, porque quien niega su origen no tiene origen. Íbamos a ambas embajadas como nuestra casa.

He podido tener también el placer de recibir autoridades del Líbano que casualmente eran parientes míos y de alguna manera oficié de anfitrión en sus estadías en Buenos Aires, por ejemplo en el año ’75 estuvo por acá el Comandante en Jefe del Ejército libanés que era Skandar Ganem, primo de mi padre. Vino de visita a la Argentina después de haber estado 6 meses como agregado militar en la embajada libanesa en EEUU y de haber presentado su renuncia al cargo de Comandante por diferencias con el gobierno en ese momento, ya que él no estaba de acuerdo en cómo se daban las cosas ya a las puertas del conflicto civil que luego duro 15 años, porque abogaba por maximizar las vías diplomáticas para buscar la solución pacifica pero ya eso no se pudo dar a esas alturas. En esa oportunidad, estuvo acá unos 10 días alojado en la Embajada del Líbano y lo llevamos a recorrer Bs. As. y a conocer a toda la familia. Realmente lo pasó muy bien y se llevó una hermosa impresión del país y su gente.

En otra oportunidad también ya en 2004, recibimos al Obispo de Saida (Sidón), de la Iglesia Católica Maronita, Tanios El Khoury, que era primo de mi padre también. El venía de un Congreso en Brasil y aprovechó a visitar la familia acá en Bs. As. y en Rosario. Se alojó en la Misión Maronita de la calle Paraguay, y lo acompañamos durante sus 10 días de estadía en el país. Recuerdo que le gustó muchísimo el Teatro Colón. 

En fin, muchas cosas hemos hecho siempre por la Colectividad, las raíces y la familia, desgraciadamente con el problema del conflicto en el Líbano a partir del '75, siento que fue una bisagra, cuando los problemas de allá se comenzaron a trasladar acá en el plano institucional, dejé la actividad. Nunca me interesó perder amigos por tener ideas distintas.

Siguiendo con el tema, ¿cómo ve a la Colectividad hoy en día?

A la Colectividad la veo bien, pero no como al principio cuando yo la conocí. Antes había gente que hacía cosas muy importantes por esta comunidad. Es decir, si no fuera por nuestros viejos, nosotros no tendríamos nada; las instituciones que existen son gracias a ellos. Yo me siento orgulloso por lo que hicieron. Hoy la juventud esta en otra etapa, en otra sintonía, no le llama la atención las cosas que quizás me llamaban la atención a mi cuando era joven. A mí siempre me pareció importante mantener las relaciones con todos los miembros de la colectividad y esa idea se la trate de transmitir a mis hijos.

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¿Pudo viajar al Líbano y Siria alguna vez?

Si, viajé en los años ‘80 por primera vez cuando estaba el conflicto y logré recorrerlo todo sin tener ningún problema. Todo lo que decía la prensa aquí no era tan así. En esa ocasión fui con mi padre para poder conocer a la familia. También pude ir a Siria aunque no estuve mucho tiempo. Damasco me gustó mucho, me pareció una ciudad interesante, pero me hubiera gustado poder ir a Alepo, ciudad originaria de mi familia materna.

Para finalizar, ¿qué mensaje le gustaría dejarle a la Colectividad?

Para mí la Colectividad tiene que seguir adelante unida, de ser solidario uno con el otro, de no distinguir por los aspectos de índole religioso, sino reservarlos para el plano personal. El respeto y la hermandad de origen es lo más importante y es lo que siempre personalmente he pregonado.

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