Los árabes en Valcheta
Historias de varios inmigrantes árabes residentes en la localidad rionegrina de Valcheta.
¿Qué raro influjo ejercía la Patagonia a principios del siglo XX sobre esos inmigrantes libaneses y sirios, mal llamados turcos, que la elegían como su tierra de promisión?
A lo mejor, la sed de correr aventuras por regiones exóticas, el deseo de prosperar en “las américas” o quizás la similitud con el paisaje y la geografía de su tierra de origen.
Lo cierto es que la escogieron y en ellas realizaron sus proyectos de vida, abrieron caminos en el desierto inhóspito, prosperaron en sus actividades, conservaron las ancestrales costumbres traídas del Oriente y en muchas oportunidades empañaron sus ojos embargados de nostalgias por aquel lejano “país de los cedros” que un día dejaron atrás con el corazón encogido de tristeza.
Porque luego de la larga y azarosa travesía cruzando el océano, cómo no maravillarse cuando se internaron en ese otro mar interminable de la meseta patagónica, más grande y extenso que muchos de sus países de origen?.
Historias personales de grandes sacrificios y esfuerzos, fueron mercachifles, peluqueros, agricultores, vendedores ambulantes, acopiadores de lanas y frutos del país, propietarios de los primeros comercios de ramos generales, cuyos nombres exóticos como “La flor del Líbano” o “La estrella de Siria” hablaban en los trabajosos anuncios comerciales del desarraigo y la nostalgia que sentían por sus patrias lejanas, pero siempre presente en los afectos, el recuerdo y el regreso dejado siempre para más adelante.
Lo cierto es que a principios del siglo XX comienzan a radicarse en Valcheta y sus parajes aledaños con su forma austera de expresarse en un castellano a destiempo, sus costumbres culinarias tan diferentes a las patagónicas, y las muchas anécdotas risueñas que los tuvieron como protagonistas para hilaridad y los cuentos de los criollos ya afincados en la zona y que ya conforman una verdadera antología de relatos costumbristas de la región Sur.
Entre los más recordados por los viejos y memoriosos pobladores figura un árabe de humilde indumentaria que vivía en una cueva ubicada en las cercanías de las vías del ferrocarril, donde solía estibar latas vacías de variados productos comerciales, siendo un verdadero ermitaño y de parcos ademanes, que se llamaba Domingo Curi y del que se desconoce su país de procedencia.
Otro verdadero personaje popular y muy mentado que yo llegué a conocer era una mujer de hábitos nómades que vivía de la caridad pública llamada María, poco conocida por su nombre, pero sí por el apodo que la hiciera famosa en Valcheta: “La marchanta”
Se sabe que enla década de los años veinte vino don Alejandro Mussi y sus primos del mismo apellido, que no era precisamente el que portaban en su país, los hermanos Abraham, Ale y José Mussi y el hijo de Alejandro, don Medhe.
Llegan también dos hermanos fundadores de una conocida familia valchetera, don Jacinto Mohamed y don Pedro Direne y con ellos mi propio abuelo por vía materna don Amed Ardín, quién luego de recorrer Inglaterra, México y Chile al llegar a la Argentina cambió su nombre por el de Julián Luna, dicen que por mirar el satélite selenita.
La pequeña historia de esta gente recoge el nombre de don Selim Arden, también de numerosa descendencia en Valcheta y Nahuel Niyeu.
Fadel Sulman, también muy recordado se radicó en el paraje Chipauquil. Don Jacinto Nazardín, en cambio, eligió la zona de Arroyo Ventana. Y los hermanos Mustafá con su esposa Basime y Abdo El Hossen se radicaron en Sierra Pailemán donde construyeron un verdadero oasis en el desierto.
Es también notorio que arriban con su bagaje de sueños y esperanzas los hermanos Miguel y Felipe Marón, éste último dedicándose al ramo del comercio y la hotelería, siendo su establecimiento muy conocido por viajantes y corredores de comercio que se hospedaban el mismo, al cual se lo llevó para siempre la piqueta del progreso.
En aquellos lejanos tiempos los hermanos Seleme, don Francisco y su esposa Latife y don José también se afincan en Valcheta formando sus proyectos de vida.
Y en el recuerdo emocionado de la colectividad árabe no puede faltar la mención de los siguientes inmigrantes que fructificaron en una de las familias más numerosas y tradicionales del “oasis de la Región Sur”. Don Abraham Mortada y su esposa Chafica Hossen… Fuhad, Said y Selim, y también don Emilio, don Abraham y don José Mortada con su esposa Jadiye Ede, originarios del pueblo libanés de Baalbek, una de las ciudades más antiguas del mundo, y según ellos descendientes del árbol genealógico del profeta Mahoma.
Y la historia regional continúa recordando los nombres de estos esforzados pioneros de la zona: don Abdo Girala, don José Yeber, muy emprendedor y recordado por su oficio de peluquero, don Juan Sale, dedicado a actividades comerciales, Don José Saieg y José Seitune y un notorio personaje, probablemente el primer fígaro que se recuerda en la localidad: don Masmud Yalul.
Emilio Rada se afincó en Valcheta después de su hermano Camilo, en el año 1914 y dejó su testimonio emocionado a la escritora Josefina Gandulfo Arce: “Llegué sabiendo que era esta una tierra muy generosa, vine de Siria directamente. Un hermano mío que estaba aquí me asesoró y empecé a trabajar de mercachifle ambulante”. Y sigue recordando: “Ahí sí que extrañé el clima de mi país y lloré de frío. El negocio donde yo compraba estaba a una legua del pueblo, su dueño era el señor Benedé; don Simón Nassif, vino también, antes que yo, y tenía un comercio de ramos generales. En el año 1907 llegaron aquí los hermanos Fortunato y Nader Buganem, éste último sabía de obras, construyó una casa que aún hoy existe y allí un comercio y también una panadería. Se compraron una chacra en Punta de Agua y Nader, que era muy inquieto, se trajo colmenares, llegando a tener hasta cuarenta colmenas”.
Don Tufic Zaher, afincándose en Ramos Mexía y posteriormente en Valcheta fue uno de los impulsores del Centro Libanés Argentino, hoy reciclado como “Salón Cultural”.
De grato recuerdo es don Alí Chible, muy apreciado por sus calidades de hombre ilustrado y de cultivadas costumbres, que se estableció en el paraje de Arroyo Los Berros.
Un libro aparte merecería ocupar don Jalil Dana, que hablaba tres idiomas y dueño de uno de los bares más tradicionales, cuyos cuentos y anécdotas son proverbiales en toda la región.
Llegan asimismo a Valcheta por aquella época don Emilio Mussi Salug, don Juan Karam y su hermano que se establecen en Arroyo Los Berros, don Emilio Ede, los hermanos Francisco y Juan Sarquís, don Ángel Abdala, que solía vender fruta en forma ambulante munido de dos canastas y un fotógrafo conocido como don Antonio que a veces visitaba la localidad para ejercer su oficio.
Y también don Teófilo Chaieb, ocasionalmente los hermanos Masmud y Soleiman Kanje. Y don Chaer, persona muy seria y respetada que ejercía la actividad mercantil en una esquina tradicional del pueblo.
Seguramente entre los últimos inmigrantes podemos señalar a don Kamal Kamal Yousef, que luego se estableciera comercialmente en la localidad de vecina de Sierra Grande; y cerrando esta gesta inmigratoria la señora Wuayha Ayul, la cual llega en el año 1963 directamente desde el Líbano dedicándose al comercio.
Lo cierto es que se integraron a pesar del clima hostil, del idioma diferente, de las mil vicisitudes que la vida en la Patagonia obliga a superar en forma cotidiana.
Sembraron como en su lejana tierra olivos y viñas, abrieron con sus tropas de carros huellas en el desierto, constituyeron numerosas familias y contribuyeron a formar parte de la identidad y de la idiosincrasia de este pueblo de Valcheta.
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