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martes, 01 de septiembre de 2015

Diario de un viajero: Parte II

Por Mahfud Daher

Compartimos la segunda parte del libro de viaje del ex redactor y ahora reportero de DSL, Mahfud Daher, descubriendo nuevos destinos en su fascinante aventura.

Convertido en todo un aventurero, con la adrenalina y el entusiasmo a flor de piel, Mahfud continúa sus andanzas por los rincones del Líbano.

Sus nuevas paradas son Batroun y Baalbek, dos ciudades antiguas, imponentes y  llenas de magia que sin dudas son lugares obligados para recorrer en el país de los cedros.

Mahfud, relata en primera persona su experiencia en cada uno de estos lugares, lo que puede significar un incentivo para aquellos que no los conocen algún día visitarlos.

 

Batroun

Una vez que llegó el primer fin de semana, y tras haber pasado los días entre las clases de árabe, las tareas, el compartir desayunos, almuerzos y hasta cenas con los diferentes viajeros de todo el mundo, tanto en el hostel como en diferentes lugares de Gemayze y Mar Mijeil, nos fuimos armando un grupo de aventuras.

Ese domingo caminamos hasta una de las inexistentes paradas de los mini buses que recorren la autopista, y tomamos un bus que nos dejó enfrente de las playas privadas poco antes de llegar a Batroun. Un viaje de casi 2 horas debido al intenso tránsito.

El bus nos dejó al otro lado de la autopista, la cruzamos por debajo y a unos 500 mts. comenzaban las playas. Algo que me sorprendió fue que en esos pasos al costado del camino, había carteles un tanto intimidantes que decían “No pisar aquí, peligro, minas”.

Entramos a una playa que se llamaba White Beach, con buena ubicación y sobre todo muy económica la entrada (10 mil libras libanesas, casi 7 dólares), que incluye una reposera.

Así, disfrutamos del radiante sol, el agua cristalina y las molestas piedras, un paisaje increíble con el mar de frente y las montañas detrás, otra de las dualidades del gran Líbano.

El día playero iba llegando a su fin y caminamos unos 200 mts. hasta otro parador que se llamaba Pierr and Friends, donde se mezclaba la música, un exponente bar sobre la ribera, bebidas, y fiesta para todos los gustos.

Después de un gran día alrededor de las 20 decidimos volvernos debido a que debíamos tomarnos un bus de regreso.

Baalbek

Siguiente fin de semana decidimos con un grupo de chicos ir a conocer uno de los lugares más bellos e históricos del Líbano: el templo de Baalbek, ubicado al este de Beirut, más cerca de la frontera con Siria.

Tomamos otro bus y tras varios check points tanto del ejército Nacional como de Hizbullah y unas 2 horas de viaje, llegamos. Hicimos una recorrida por su pueblo y su mercado, comimos las famosas “sfijas de Baalbek” que, sin dudas, fueron las mejores que probé en mi vida y encima el agregado de ser muy baratas.

Éramos los únicos turistas, un lugar que solía ser tiempo atrás muy visitado, un lugar donde el secuestro de extranjeros  se hizo famoso, ya sea por distintas organizaciones o por el simple hecho de intercambio de dinero. 

Días después de nuestra visita habían secuestrado a cinco jóvenes de Republica Checa. Nosotros tuvimos suerte y pudimos sentir la mirada de los transeúntes donde la mayoría nos recibían de manera cálida y agradable.

Por supuesto que estaban aquellos insistentes vendedores, que nos ofrecían desde comida hasta remeras del grupo Hizbullah. Hicimos un pequeño recorrido y cruzamos hasta las ruinas.

Declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, el ex santuario fenicio, dedicado al Dios Baal en aquel entonces, fue una colonia griega y luego colonia romana.

Apreciamos sus gigantescas ruinas, y la mayoría de sus piedras que eran traídas desde la antigua Roma todavía conservan su base, a pesar de sus aproximadamente 5 mil años de existencia, y diferentes colonias que habitaron en este sagrado templo.

Al regresar al hostel, sentimos esa adrenalina de haber conocido el lugar más lindo del Líbano y a su vez haber conocido un pueblo especial, totalmente distinto a lo que se puede encontrar en el centro de Beirut.

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