De Mohamed a Amado: La historia de un paisano
Un grupo de amigos recientemente abandonó el país, y a todos ellos les dije lo mismo: “Este viaje te va a cambiar la vida. No viajas por sexo, drogas y rock and roll. Todo eso lo tenés acá. Prestá atención y no vuelvas pronto”. De hecho, Elvis no había nacido cuando Mohamed Khaled Kazda decidió tomar parte de la ola migratoria que junto a la guerra modificó la demografía mundial a principios del Siglo XX. Sin dudas que el viaje cambió a Mohamed, y de eso se trata el viaje, pero su motivación se encontraba lejos del placer y en las políticas otomanas para la región.
Mohamed tenía 17 años al momento de su viaje. Oriundo de Muaddamyat Al Qalamún, Siria, abordó junto a su primo Amín un barco con bandera griega en algún puerto sobre la costa de Líbano. Ambos se refugiaron en un rincón de la embarcación hasta ser descubiertos en pleamar, y puestos a realizar tareas de mantenimiento como pago por el transporte. Más allá del humano fastidio que una tarea laboral pudo haberle generado, él estaba contento porque aún conservaba su vida.
Por aquel entonces, en los inicios del Siglo XX, atravesar el Océano Atlántico era una ardua tarea para cualquiera. Los navíos podían tardar hasta cuatro meses para recorrer la ruta Siria-Argentina. La popularización del pasaje en barco y las proporciones de la ola migratoria, sin embargo, hacen parecer la aventura como un viaje en hora pico a bordo de la Línea 60 en Capital Federal, o el famoso colectivo “lechero” que une las infinitas colonias del interior de la provincia de Santa Fe.
El recorrido de Mohamed encontró su primera parada en la ciudad de Buenos Aires, donde según la leyenda familiar, entabló amistad con la comunidad armenia vendiendo herramientas en el puerto. Las ganancias de esa tarea le permitieron comprar un pasaje en tren que lo llevaría al norte del país; tal vez tentado por la presencia importante de la colectividad en Santiago del Estero, Tucumán y La Rioja. En realidad nadie está seguro del destino final, o si alguna vez lo alcanzó, pero su dirección norte es incuestionable.
Por aquellos tiempos, existían en la Argentina dos vías hacia el norte del país. Ambas recorren la vera del Río de la Plata y el Río Paraná hasta Rosario donde cada una toma rumbo propio. Una se adentra en la provincia de Santa Fe mientras que la otra en la provincia de Córdoba. Mohamed optó por la primera. Mohamed optó por la primera. Sobre esta parte del trayecto no un existe itinerario, como tampoco existen detalles certeros sobre la brevedad del viaje, o el motivo del mismo. Más allá de la incertidumbre, se puede confirmar que nunca llegó al norte del país.
La inexistencia de documentos para sustentar la historia de Mohamed dificulta el relato, y deja lugar a la leyenda familiar. A una narrativa casi de fantasía, donde el paisano por un momento se creyó Juan Bautista Bairoleto y ajusticio un gringo, allá por Tostado. La dificultad para confirmar su estado de prófugo significa un enorme obstáculo, de similar magnitud a la búsqueda de argumentos para su afincamiento en una colonia italiana y agrícola en el centro oeste de la provincia de Santa Fe.
Entre la despedida de Muaddamyat y el arribo a San Vicente existe una historia que transformó a Mohamed en Amado; al criador de ovejas en vendedor de telas; al sirio en argentino; al aventurero en fugitivo.
Amado pasó a mejor vida en 1976, y se encuentra hoy, reunido con su esposa Sofía y sus hijos Isolina, Domingo, Mohamed, Roberto, Yamil y Oscar. Quedan sus nietos y bisnietos, quienes llevan en rasgos físicos retazos de una cultura que les intriga pero es ajena. Su descubrimiento es mi viaje, y compartir lo encontrado una obligación, porque solo en la memoria de su ejemplo y el de tantos otros como él, la colectividad halla el incentivo para trabajar como unidad indivisible.
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