¡Joven, no es sunitas y shiítas! Es Arabia Saudita e Irán
Esta columna de opinión es una respuesta al artículo “Sunitas y chiitas: el conflicto que tiene en vilo al mundo”, publicado en la sección Idea del diario La Nación el 31 de enero de 2016.
"Los estereotipos son más fáciles de digerir que la complejidad y la diversidad de la realidad”, cita Lorena Oliva de las declaraciones realizadas por Ana Prieto. ¡Y su columna es un ejemplo de eso mismo! Porque prefirió prestar sus oídos al joven Licenciado Federico Gaon, haciendo oídos sordos ante la profundidad del análisis ofrecido por Silvia Montenegro, Javier Martin y Khatchik DerGhougassian.
A clarificar
En primer lugar, voy a referirme a algunos comentarios realizados por Oliva sobre la sucesión política, los “otros factores” y las organizaciones terroristas.
La muerte del Profeta Mohammed en el año 632 y la selección de Abu Bakr como sucesor genera un quiebre dentro de la ummah, o comunidad de creyentes musulmanes, porque existía otro candidato: Alí Ibn Abi Talib. Si en ningún momento hubo un cambio de doctrina, ¿puede existir un conflicto religioso?
Los partidarios de Alí (shíatu Alí, o simplemente shía) quedarían galvanizados en la Batalla de Karbala con la muerte de Hussein Ibn Alí en el año 680—50 años tras la muerte del Profeta. Desde entonces, las diferencias en la práctica religiosa comenzaron a notarse, y la Fiesta de Ashoura puede ser uno de los ejemplos más conmovedores. El conflicto entre sunnas y shías es político, porque como explica Javier Martin hay partes que “manipulan las diferentes sensibilidades sectarias para forzar y azuzar el conflicto en función de sus intereses”.
Por otro lado, la autora cuestiona una explicación basada solamente sobre argumentos religiosos. El factor político es la polarización de los sistemas políticos domésticos, mientras que el económico es la baja del precio del petróleo, al mismo tiempo que el territorial es la ocupación de Palestina, y el estratégico es el enfrentamiento político-regional entre Arabia Saudita e Irán. Pero Oliva prefirió sólo denunciar la presencia de otros factores “de tipo político, económico, territorial o estratégico”.
La última aclaración se refiere a la clasificación de Hezbollah como agrupación terrorista. Oliva toma como referencia la lista de Organizaciones Terroristas Extranjeras publicada por el Departamento de Estado de EEUU, porque ni ONU ni la Argentina clasifica al grupo de tal manera. De hecho, la agrupación cuenta con un brazo político que participó en elecciones y forma parte del gobierno libanés. ¿Quiere decir entonces que hay terroristas en el gobierno libanés? No, pero sí estigmatizar a la agrupación Hezbollah ubicándola en pie de igualdad con Al Qaeda. Nada más distante de la realidad.
A rescatar
El artículo de Oliva cita a referentes académicos con trayectoria destacable. Silvia Montenegro y Khatchik DerGhougassian son dos claros ejemplos de ello, y sus observaciones no deben ser soslayadas por comentarios de otros jóvenes observadores.
“Explicar todas las disputas geopolíticas contemporáneas remitiendo la comprensión a la diferenciación doctrinal sunitas vs. chiitas puede sonar didáctico pero es un tanto simplificador,” afirma Montenegro ofreciendo a Oliva una chance para revisar el título de su columna.
Y por si hacía falta, DerGhougassian sentencia diciendo “A falta de secularización política en Medio Oriente, es muy difícil distinguir la pelea por el liderazgo de la comunidad musulmana de la lucha por el poder expresado en claves de razón estatal".
A pesar de eso, Oliva prefiere cerrar con los comentarios del joven Licenciado en Relaciones Internacionales, Federico Gaon, "Lo religioso juega un papel fundamental”, Federico Gaon.¡Waw! ¡¿En serio?! Su aguda observación me hizo recordar algo que escribí hace poco tiempo a instancias de una convocatoria realizada por DerGhougassian para la Revista Voces en el Fénix que publica la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad de Buenos Aires, y que aquí comparto un párrafo a modo de resumen:
“el enfoque religioso puede explicar la rivalidad entre Arabia Saudita e Irán, pero no la alianza entre yemeníes zaydi e iraníes duodecimanos. [Por eso] Reducir la interpretación de conflictos en el mundo árabe a través de un enfoque religioso es tentador pero en su simplificación esconde otras fracturas”.
Conclusión
La religión es un factor importante en Medio Oriente porque es un elemento de la identidad política; figura compleja donde se funden identidades tribales, confesionales, localistas y religiosas. Un ejemplo iluminador en ese sentido son Líbano y Siria, donde los quiebres muchas veces coinciden y no permiten observar con claridad en final de una lealtad y el comienzo de la otra.
Esa coincidencia hoy se observa inclusive en el plano regional, y sirve para reducir la compleja relación entre Arabia Saudita e Irán. Una rivalidad que excede a cuestiones religiosas, y tras años de ocultamiento, volvió a la luz tras la inestabilidad política generada por la invasión y ocupación de Iraq en 2003. Desde entonces, el quiebre sunna-shía ha sido utilizado con fines políticos en Líbano, Yemen y Siria, por nombrar algunos ejemplos. Pero la religión no define al conflicto; la religión es solo un elemento más del conflicto político entre Arabia Saudita e Irán.
Por último, los Levantamientos Árabes significaron el final de los líderes laicos—Zine Ben Alí de Túnez, Hosni Mubarak de Egipto, Muammar Gaddafi de Libia y Alí Saleh de Yemen—desde la década de 1970 (Bashar Al Assad de Siria parece ser el único que escapó esa suerte). De este modo, el Reino de Arabia Saudita quedó como único líder del Mundo Árabe-Musulmán frente al avance Persa, facilitando una lectura reduccionista—sunna vs. shía —del conflicto. Interpretación que solo es funcional a los intereses sionistas del Estado de Israel.
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