Alepo y su significado dentro y fuera de Siria
El autor analiza los efectos de la recuperación de Alepo y sus implicancias en la crisis que afecta a Siria.
Algo se mueve en Siria, y rápido. El Gobierno ha liberado en pocos días parte importante del este de Alepo, ocupada desde julio de 2012 por varios grupos armados, la mayoría bajo el paraguas de la marca de Al Qaeda en Siria Jabat al Nusra, o como ahora dice llamarse, Jabat Fatah al Cham.
Al tiempo, varios pueblos de la provincia de Damasco también ocupados se han sumado a los procesos de reconciliación nacional impulsados por el Gobierno. Se supera con ellos la violencia con una pragmática combinación de amnistías y traslado de yihadistas a otras zonas de Siria, como Idlib, que junto a Raqqa, Deir er Zhur y una parte de Daraa constituyen los últimos frentes periféricos de la crisis en su dimensión armada.
Todo ello en un escenario político internacional renovado y favorable a la pacificación de Siria. Esos hechos convierten el actual en un momento trascendental, tanto en las coordenadas puramente militares como en las políticas y propagandísticas.
Lo de Alepo es consecuencia de una estrategia militar clara apoyada en tácticas flexibles. Durante meses el Ejército Árabe sirio, apoyado por las aviaciones siria y rusa, ha cortado todas las líneas de suministro que desde Turquía permitían a los grupos armados mantener encerrados en el este de la ciudad a un cuarto de millón de personas.
Los avances de la infantería, mientras, han sido cautelosos y siempre supeditados a la necesidad de cortar las vías de suministro y abrir corredores humanitarios para que la población atrapada pudiera salir. Esa forma de actuar hizo a los grupos armados y a sus apoyos internacionales creer que serían capaces de seguir ocupando esos barrios al interpretar erróneamente algunos retrocesos tácticos del Ejército sirio.
De paso confundía al enviado de la ONU para Siria Stefan de Mistura quien ante el aparente estancamiento llegó a pedir el desalojo del este de la ciudad ofreciendo a los combatientes de Jabat al Nusra acompañarlos personalmente a Idlib, donde hoy se concentran la mayoría de quienes luchan contra el Estado sirio.
El rechazo de esos interlocutores lo llevó luego a pedir al Gobierno sirio que diera “autonomía” a esa zona de Alepo que él mismo había reconocido estar en manos de una organización que para la ONU es terrorista. Perdían así los ocupantes del este de Alepo el último de los apoyos diplomáticos con cierta credibilidad de los que habían tenido desde 2012. Los errores de apreciación de De Mistura y la realidad sobre el terreno lo han debilitado a él y a la organización que representa.
Mientras, la transición en EE UU entre una administración Obama muy beligerante con Siria -especialmente por medio de la ya irrelevante Hillary Clinton- y un Donald Trump que antes y después de su elección ha dicho que se complementará con Rusia porque el enemigo no es Siria ni su gobierno, sino el Estado Islámico y otros grupos terroristas, entierra la ficción tan cara para Washington de los “rebeldes moderados”.
Algo similar ocurre en Francia donde la victoria de François Fillon en las primarias conservadoras y el descrédito de un Hollande despreciado por sus propios correligionarios, marca el principio del fin de la temeraria política francesa en Siria, con la que París ha arrastrado a toda la Unión Europea. Fillon se ha manifestado en términos aún más contundentes que Trump respecto a quién es el verdadero enemigo en Siria.
La liberación del Alepo oriental coincide también con el final del vacío de poder en Líbano, donde el nuevo presidente Michel Aoun -el primero en décadas en ser elegido sin interferencias externas- ha dicho que cooperará con Damasco en todos los niveles. Por último y pese a los chantajes y amenazas de las monarquías absolutas del Golfo Pérsico, Egipto ha explicitado su apoyo a Damasco en la lucha contra el terrorismo.
En ese marco, significativo es que ante la liberación del este de Alepo solo la autocracia wahabita qatarí mantiene su tono belicoso, prometiendo más armamento a los grupos que De Mistura identificó como terroristas.
A nivel propagandístico el cierre del frente de Alepo permite terminar con la igualmente equívoca idea de que en Siria hay una guerra civil. Para ello se tienen que dar condiciones inexistentes en Siria. No hay dos fuerzas equiparables. Frente al Ejército Árabe Sirio, decenas de grupos yihadistas enfrentados entre sí y respondiendo cada uno a un patrón externo distinto. Tampoco hay dos gobiernos capaces de imponer su control y ofrecer servicios en zonas importantes, contiguas y no atomizadas del territorio. Solo hay uno. Por lo mismo, tampoco hay dos capitales.
Con el asalto de Alepo en 2012 fue justamente eso lo que se pretendió. Su posición geográfica –a cuarenta kilómetros de la Turquía islamista-, su tamaño y sus recursos la convertían en la mejor excusa para dotar al difuso levantamiento islamista en Siria de cierta credibilidad y coherencia. Los actores regionales y globales que han impulsado la desestabilización de Siria apostaron lógicamente por ese escenario propagandístico, difundiendo durante años la idea de que los yihadistas controlaban todo Alepo.
Por lo mismo ahora la liberación de esa parte de la ciudad tendrá aún más valor político y mediático para un Gobierno sirio al que varias veces se acusó de querer desentenderse de Alepo por supuestos intereses sectarios. Alepo es posiblemente la ciudad más multiconfesional de la ya de por sí muy multiconfesional sociedad siria.
Desde el día uno el Gobierno del Estado ha insistido a la población de que no se lucha por un presidente o un gobierno que siempre han reconocido a la oposición política en las instituciones y fuera de ellas, sino por la permanencia de un Estado aconfesional –que no laico- que es garantía última de la milenaria cohabitación entre cristianos y musulmanes de muy distintas denominaciones.
La incapacidad exterior para entender ese factor clave o unos procesos de reconciliación nacional dirigidos por un connotado opositor interno designado ministro por el presidente Asad, explican el desconcierto de quienes ven cómo la población del este de Alepo busca refugio entre unos soldados del Ejército regular sirio que se apresuran a desminar unos barrios con miles de bloques de pisos desalojados al comienzo de la crisis. A ellos hoy ya pueden volver los refugiados en Líbano, Turquía o Europa.
Todo eso significa para el desarrollo inmediato de la crisis siria lo ocurrido estos días en Alepo, en otras zonas del país y en un escenario político internacional que parece cambiar decisivamente a favor de Siria.
(*) Pablo Sapag M. es profesor-investigador de la Universidad Complutense de Madrid y del Centro de Estudios Árabes de la Universidad de Chile.
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