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martes, 17 de mayo de 2022

El fuerte y largo brazo que empuña la espada

Por Pablo Sapag M.

A pesar de su duración limitada, o precisamente por eso, la Batalla de Saif al-Quds representa un logro estratégico que consolida un nuevo equilibrio de poder entre ocupante y ocupados.

Si se compara con otros enfrentamientos con la Franja de Gaza como protagonista, la batalla de la resistencia palestina de mayo de 2021 fue breve. Apenas once días, eso significa cuatro veces menos que el anterior choque armado a gran escala, el de 2014. A pesar de su duración limitada, o precisamente por eso, la Batalla de Saif al-Quds representa un logro estratégico que consolida un nuevo equilibrio de poder entre ocupante y ocupados. Sus implicaciones, sin embargo, van mucho más allá de esos dos actores y recuerdan cómo la lucha palestina tiene y tendrá siempre una dimensión mucho más amplia, la misma que el ocupante y sus defensores occidentales intentan negar sistemáticamente.

En tan engañoso empeño han pretendido contar con alguna colaboración árabe en forma de “normalización” y otras componendas cuyo resultado real sólo puede encontrarse en el campo de la propaganda semántica, aquella que retuerce el uso de las palabras para crear realidades tan paralelas como inexistentes. Por cierto, los árabes involucrados en esas tramas por voluntad propia o porque fueron chantajeados son ajenos a Bilad al-Sham y por lo tanto irrelevantes para el resultado de una lucha nacional de décadas, si no de siglos.

Es natural que un grupo europeo como el sionista, introducido de contrabando en el extremo sur de Siria desde finales del siglo XIX, recurra una y otra vez a la receta de divide y vencerás, tan querida por sus patrocinadores, socios y subordinados actuales en Europa y los Estados Unidos. Está en su ADN. Para hacerlo han intentado absolutamente todo, desde trazar fronteras artificiales hasta fingir que los esfuerzos palestinos, sirios y árabes para enfrentar a la entidad sionista tienen motivaciones religiosas. La realidad, sin embargo, es que el conflicto nunca ha ido por ahí.

Se trata de una lucha nacional por una tierra habitada durante milenios por el mismo pueblo, parte integral de Bilad al-Sham, la tierra donde la convivencia religiosa natural es la esencia misma del comportamiento social cotidiano. Qué diferente del reduccionista enfoque occidental, el mismo que franceses y británicos intentaron imponer con su complot secreto Sykes-Picot. El objetivo era fundar una constelación de pequeñas entidades creadas artificialmente según líneas religiosas o étnicas, todo para justificar su explotación de los recursos naturales y la creación de una entidad sionista que representara sus intereses coloniales sobre el terreno. Por supuesto, los demás componentes de la realidad social que es Bilad al-Sham están muy al tanto de todo eso.

Por eso y con muy pocas excepciones, desde el principio todos siempre han respaldado a los palestinos. La Batalla de Saif al-Quds es un ejemplo más de ese comportamiento colectivo permanente. Los palestinos de Gaza reaccionaron contra la sistemática violación del derecho internacional en el barrio de Sheij Jarrah de Al-Quds. Al hacerlo demostraron que el esquema de apartheid, consistente en encerrar a los palestinos en desconectados campamentos a cielo abierto del tipo bantustán de la Sudáfrica racista, no tiene ningún efecto.

Tampoco las fronteras artificiales trazadas por el acuerdo secreto Sykes Picot e implementadas por la ocupación británica y francesa de Bilad al-Sham. Hace un año, los palestinos de Gaza recibieron el know-how y apoyo de Líbano, Siria y más allá, lo que demuestra que las ingratas y desleales posiciones adoptadas por algunos dirigentes palestinos al comienzo de la crisis siria nunca podrán poner en peligro una causa colectiva superior

Con esa asistencia, en solo 11 días los palestinos de Gaza obligaron a la entidad de ocupación a alcanzar un alto el fuego, incluso antes de llegar a enviar tropas terrestres a la Franja. De esa manera, los palestinos superaron con creces su logro de 2014, reflejo del libanés de 2006 y de la secuencia de victorias sirias en una larga década contra el mismo enemigo: el intruso sectario, sus defensores occidentales y los mercenarios a su servicio. Tal éxito militar no ha venido solo.

Al mismo tiempo y en el frente económico, la pandemia, la crisis financiera libanesa, el aislamiento de la Palestina ocupada y las consecuencias de las medidas coercitivas impuestas ilegalmente a Siria por la UE y EE UU han sido enfrentadas con inteligentes medidas colectivas. Al hacerlo, la gente de la región ignora tanto las fronteras territoriales impuestas por franceses y británicos como las mentales, inoculadas por la propaganda y adoptadas por un puñado de nativos ideológicamente colonizados.

La realidad en todos los frentes–militar, económico, social o cultural- demuestra que el Programa de Damasco de 1919 sigue siendo la única hoja de ruta válida para enfrentar la ocupación, la presión económica y otros desafíos cotidianos. La razón de la perdurabilidad del Programa no es otra que el hecho de que tuvo en cuenta la voluntad de larga data del pueblo de Bilad al-Sham y contra la fortaleza de esa idea, la propaganda basada en el autoengaño y las criaturas artificiales del imperialismo occidental no pueden hacer nada.

Esa voluntad eterna es el brazo que hace un año sostuvo a Saif al-Quds, una espada cuya hoja protectora se extiende mucho más allá de la Ciudad Santa.

 

 

Pablo Sapag M. es investigador y Profesor Titular de Historia de la Propaganda, de la Universidad Complutense de Madrid. Es colaborador del Centro de Estudios Árabes de la Universidad de Chile y académico en distintas casas de estudios de Chile, Reino Unido y Grecia. Es autor de “Siria en perspectiva” (Ediciones Complutense). Nota publicada  en Al Mayadeen.

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