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viernes, 19 de julio de 2024

La Fundación Bibí Zogbé prepara exposición retrospectiva

Por Redacción Diario Sirio Libanés

El Museo Benito Quinquela Martín albergará una amplia exposición retrospectiva de la gran pintora libanesa Bibí Zogbé desde el 21 de septiembre. Detalles en esta nota.

Reconocida bajo el título de “La Pintora de las Flores” por la profusión de las mismas retratadas en sus obras impresionistas de luminosos y vivos tonos, la inmensa figura de la destacada artista libanesa, nacionalizada Argentina, Bibí Zogbé (1890-1975) se lucirá una vez más durante este 2024, mediante una exposición retrospectiva en la ciudad de Buenos Aires.

La misma se desarrollará del 21 de septiembre al 3 de noviembre en el Museo Benito Quinquela Martín , ubicado en Av. Pedro de Mendoza 1843/35, La Boca.

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El Sr. Jorge Marun, directivo de la Fundación Bibí Zogbé , nos informa sobre la dedicada organización de la exposición.

“Es nuestro interés difundir la vida y obra de Bibí, porque es una pintora reconocida internacionalmente y sobre todo en Oriente, nacida en el Líbano pero que toda su obra la desarrolla acá en Buenos Aires y a la cual la Argentina no la ha reconocido todavía, a pesar de que este año fue una de las artistas que participó de la Bienal de Venecia que es el máximo foro al que puede aspirar un artista a llevar su obra. Si bien es tardío, pero es un reconocimiento al fin”, expresó.

“En el año 1947 ella recibió la máxima distinción que otorga el Gobierno libanés en forma honorífica, que es la Orden del Cedro que ningún artista hasta ese momento, y menos argentina, había recibido. Eso significó un reconocimiento a su obra como artista y a su desempeño como mujer porque ella vivió de su obra, trabajó duro para poder exponer acá en Buenos Aires primero y luego en las innumerables exposiciones internacionales que desarrolló, incluyendo Paris, Estados Unidos, Brasil, Chile y por supuesto en San Juan donde vivió un tiempo”, agregó.

Bibí fue una gran e íntima amiga de Alfonsina Storni, así como contemporánea de los más destacados colegas artistas. En su atelier del pasaje Seaver, una cortada de una sola cuadra a la que se descendía desde la calle Posadas al 1300 (hoy demolida luego de modificaciones en el trazado urbano de la ciudad), se daban cita en veladas bohemias figuras del arte y de la sociedad porteña, tales como los poetas y escritores: Baldomero Fernández Moreno, Arturo Capdevila, Alfonsina Storni, Horacio Quiroga o Manuel Mugica Lainez, y desde luego, pintores y escultores como: Antonio Berni, Raúl Soldi, Enrique de Larrañaga, Raquel Forner, Miguel Carlos Victorica y Benito Quinquela Martín.

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“Y es merced a este especial vínculo con Quinquela que hoy nos recibe el Museo Benito Quinquela Martín de La Boca, para hacer esta retrospectiva que incluirá más de 40 obras, con la curaduría de Yamila Valeiras”, explicó Jorge Marun.

“Estamos trayendo de San Juan, con autorización del Ministerio de Gobierno, las obras que tiene el Museo Franklin Rawson, que son ocho obras que se sumarán al total de esta que será una muestra inédita ya que es muy difícil juntar obras de todos lados puesto que también hay muchas acá en Buenos Aires de las cuales algunas se pueden ver, pero no todas, dado que los museos no exhiben la totalidad del material que poseen. En este sentido, hemos pedido también obras al Museo Nacional de Bellas Artes”, afirmó.

La exposición será una excelente oportunidad para deleitar al público con las obras de Bibí Zogbé y encontrarse con la sensibilidad de una eximia artista libanesa que fuera una mujer de la vanguardia que dedicó su vida al arte pictórico y dejó una imborrable huella en su desarrollo en el siglo XX.

Sensibilidad y amor al arte a ambos lados del Atlántico

Bibí nació en el pueblo libanés de Sahel Alma, el 14 de julio de 1890, en un Líbano previo a la independencia, que por entonces formaba parte de la Siria histórica bajo la presencia otomana. Labibe Zogbe, conocida como Bibí emigró a Argentina a la edad de dieciséis años. Llegó a San Juan para casarse en 1907 con un próspero comerciante de la migración siriolibanesa, Domingo Samaja, convirtiéndose no sólo en ciudadana argentina, sino también sanjuanina.

Fue una mujer de la vanguardia que realizó numerosos viajes, viviendo en distintas ciudades del mundo, y que quiso dedicar su vida al arte, algo que logró y con creces. Su obra está representada en los siguientes museos argentinos y extranjeros: Nacional de Bellas Artes, La Boca, Franklin Rawson de San Juan, Colonial de Corrientes y los Nacionales del Líbano, Brasil y Uruguay. Asimismo, en el palacio legislativo de la capital argentina, su cuadro “Anturios ” engalana la sala de lectura de la Hemeroteca de la Legislatura Porteña, una de las más importantes del país y de Latinoamérica.

En su carrera profesional artística, recibió una sólida educación general en el colegio de “La Sainte Famille D’Jounie” (Sagrada Familia, Jounieh, al norte de Beirut), donde se acrecentaron sus innatas aficiones plásticas en cursos especiales de dibujo. Posteriormente fue alumna del célebre maestro búlgaro Vladimir Dimitrov, que completó con la pintura su instrucción artística.

Desarrollo artístico

Realizó su primera exposición personal en la Argentina en el año 1934 en la Galería Witcomb, inaugurada por el entonces presidente de la República, Gral. Agustín P. Justo, constituyendo su presentación un verdadero evento, con unánime beneplácito del público y la crítica.

Al siguiente año expuso en la Galería Charpentier de París repitiéndose allí el éxito conquistado en Buenos Aires, mereciendo elogiosos comentarios que destacaron su original personalidad. Su espíritu pleno de inquietudes la hizo trasladarse a la colonia francesa del continente africano, (en el actual Senegal), permaneciendo un año en el estudio del ambiente y costumbres, al término del cual efectuó con esos trabajos una interesante muestra en los salones de “Amigos del Arte” de la ciudad de Dakar, por entonces la capital de la llamada África Occidental Francesa.

En 1938 regresó a Buenos Aires, exponiendo nuevamente en la Galería Witcomb. En esta ocasión realizó por encargo oficial un importante panel de 3.5 x 6 metros, destinado al Museo Nacional de Ciencias Naturales.

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Terminada la segunda guerra mundial, se dirigió nuevamente al África occidental exhibiendo en el Palacio Gubernamental de Dakar, otra interesante exposición. En la “Maison Amerique Latine” de París, reafirmó su renombre, y más tarde como invitada de honor del gobierno, ocupó los salones del Museo Nacional de Bellas Artes del Líbano, donde fue condecorada con la Medalla al Mérito Libanés del Cedro, en 1947.

En ese año realizó una exposición en el Cénacle Libanais del Líbano donde recibió el título de “La peintre de fleurs” ya que ella nos invita a sentir y aspirar los perfumes de las flores de su tierra natal, la tierra maravillosamente hermosa de sus antepasados. Sus flores son el microcosmo del Líbano, “el Paraíso de Edén”, el símbolo del nacimiento a la Vida. Dicha profusión de flores evoca una primavera eterna por los miles de colores que arden vistosamente en sus obras y la ubican en el círculo de artistas impresionistas a través de luminosos y vivos tonos.

Si bien en ocasiones trabajó otros motivos, su obra es sobre todo conocida por sus pinturas de especies florales, tanto en forma de naturalezas muertas como en recortes de paisajes. Según destaca Agote (2012):

“Se trata de una pintura entrelazada con el espíritu de la modernidad. Los detalles, el encaje de los follajes, ciertas texturas, generan vibraciones que son de alguna manera un reflejo o una proyección de su subjetividad. Cada una de sus flores puede leerse en por lo menos dos niveles de sentido: el formal, en tanto permanente búsqueda de Bibí de nuevos lenguajes; y el del mundo interior, del que la artista intenta comunicarnos ciertos atisbos, algunas de sus pasiones, descubrimientos y reflexiones”.

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Sus pinturas de flores van más allá de su temática, para adquirir una carga simbólica propia de los lenguajes artísticos de la modernidad. Sobre ello, Peñafort (2012) señala:

“Se trata de un universo de significados que irrumpen en el círculo de artistas exiliados en Buenos Aires, formados entre otros por Margarita Wallmann y Mariette Lydis. Se trata de toda una producción artística argentina que se debe descubrir, puesto que ha quedado oculta por los historiadores de los movimientos de vanguardia. Se trata de una pintura inequívocamente moderna, instintiva, en búsqueda de gozo estético, plena de sentido y sinceridad que conforma un capítulo significativo de la sensibilidad argentina”.

Bibí falleció el 21 de marzo de 1975 en Mar del Plata, ciudad que la conoció íntimamente ya que pasaba allí todos los veranos. Sin duda el arte de Bibí Zogbé fue el de saber oír a las flores e imprimirle el poder de una misteriosa seducción.

“Es verdad que las flores hablan, pero hay que saber oírlas”. Bibí Zogbé, 1969.
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