¿Trump tras agenda neo-con?

La prohibición del presidente Donald Trump a nativos de 7 países con mayoría islámica del Asia occidental y norte de África (WANA por sus siglas en inglés), a ingresar a EEUU por un periodo de 90 días, ha traído a discusión el rol e influencia de ciertas fuerzas que dan forma a la política exterior estadounidense en la región.

Con la excepción de un país, la lista de Trump es similar a la pretendida lista de 7 países que EEUU planeaba atacar “en 5 años”, la cual fuera revelada por un funcionario del Pentágono al ex-Gral. Wesley Clark en 2001, casi 7 semanas después de la tragedia del 9-11.

Aquella lista tenía a todos los países de la actual lista de Trump, a excepción de Yemen, en lugar del cual figuraba el Líbano.

Por muchos años, Clark y otros han argumentado públicamente que los Estados apuntados eran parte de una agenda neo-conservadora dirigida por hombres como Dick Cheney (ex–vicepresidente), Donald Rumsfeld (ex–Secretario de Defensa), y Paul Wolfowitz (ex – subsecretario de Defensa), quienes pretendían controlar y dominar a los países del WANA, a través del terror del poderío militar estadounidense.

Más allá de servir a los intereses hegemónicos de EEUU, la agenda estaba totalmente comprometida a mejorar la posición de Israel en la región, en nombre de la protección de su seguridad. Era una agenda que fue creada en el marco del Proyecto para un Nuevo Siglo Americano (PNAC por sus siglas en inglés) que tenía por articuladores a individuos como Robert Kagan, William Kristol, Peter Rodman, Richard Perle y Elliot Abrams, entre otros.

Si existió una amenaza común dentro de la lista del Pentágono de 2001, fue la renuencia de los mencionados Estados, (Irán, Irak, Líbano, Libia, Siria, Somalia, Sudan), o de fuerzas dentro de ellos, a ser funcionales al poderío de la dupla EEUU-Israel.

De hecho, un número de ellos estaba activamente involucrado en la resistencia a su hegemonía, y esta fue la razón principal por la que se convirtieron en blancos de ataque por parte de EEUU y sus aliados de occidente y la región, en los años subsiguientes y llegando a la actualidad.

Hoy casi todos esos Estados de la lista del Pentágono de 2001 se han convertido en blancos de la prohibición de ingreso de Trump. El Líbano no está en la lista quizás porque el intento israelí de 2006 de controlar el país falló merced a la efectiva resistencia de Hezbollah.

Por otra parte en el caso de Yemen, dado que EEUU está indirectamente involucrado en la campaña militar para derribar a los oponentes del régimen sostenido por Arabia Saudita, ese país ha ingresado a la lista de Trump.

Debilitar al terrorismo es la razón que aduce Trump a la prohibición general para los nativos de esos 7 Estados. No ha ofrecido ninguna evidencia de individuos de esos países, que estuviesen inclinados a, o con intenciones de, llevar a cabo actos de terrorismo en EEUU.

De hecho, un Estado cuyos nativos fueron pretendidamente responsables de un ataque terrorista en suelo de EEUU, no fue siquiera mencionado en la lista negra. De los 19 presuntos secuestradores de 9-11, cuyo terror cobarde extinguió 3000 vidas, 15 eran ciudadanos sauditas!

Con eso y todo, Trump ha mantenido una conversación telefónica con el rey saudí recientemente, en la que discutieron entre otros temas, las maneras de solidificar la cooperación en seguridad y combatir a los grupos terroristas en la región.

Parece que Trump, como algunos de sus predecesores, está manipulando la amenaza del terrorismo en pos de avanzar en otra agenda. En su discurso inaugural prometió erradicar el “terrorismo radical islámico”. El término en sí mismo es ofensivo puesto que el terror no tiene justificación teológica y está condenado en el Generoso Corán tanto como en otros textos religiosos.

Existen, por supuesto, musulmanes que comenten actos de terror así como hay seguidores de otras religiones que también son culpables de asesinar gente inocente. Si Trump quiere disuadir a algunos musulmanes de recurrir a la violencia sin sentido, debería atender sus causas subyacentes.

La conquista de tierras con población mayoritariamente islámica, y la masacre de cientos de miles de civiles, que constituye el sórdido record de la elite de EEUU y sus aliados en las recientes décadas, es una de las principales razones del enojo y la humillación que han generado terrorismo en varias partes del mundo. Uno esperaría que Trump no se embarcase en guerras hegemónicas de este tipo.

Debiera de tener el coraje e integridad para dar vuelta la página. No existe nada que haya hecho hasta ahora, que sugiera que es capaz de esto. Su prohibición de ingreso, su ratificación de la expansión ilegal de asentamientos judíos en Cisjordania, su proclamada intención de mover la embajada de EEUU de Tel Aviv a Jerusalén, y su oposición al acuerdo nuclear entre Irán y las seis potencias, todo ello indica que Trump está fuertemente casado con la agenda israelí.

Esta es una agenda nefasta que solo puede escalar tensiones en la región y dar lugar a aun más horrendos conflictos. A donde pueden llevar esos conflictos, es algo que nadie desearía contemplar.  

(*) El Dr. Chandra Muzaffar es un especialista en Ciencia Política de Malasia, así como un reformista y activista islámico. Es presidente de JUST , (International Movement for a Just World), Movimiento Internacional por un Mundo Justo.