¿Dónde reside el poder en Jordania?
Una monarquía constitucional conservadora e inteligencia celosa son la máscara de una realidad sometida a los avatares regionales.
Tras aterrizar en el Aeropuerto Internacional Reina Alía de Amán, algunos irán directo al centro de la ciudad en busca de un merecido descanso. Mientras que otros se dejarán vencer por la ansiedad de visitar Palestina, y tomarán por la ruta con rumbo al Puente Rey Hussein que los depositará en Ariha.
Los que decidan quedarse, tendrán la oportunidad de descubrir las bellezas naturales e históricas del país, y profundizar sobre una realidad política de la cual pocos hablan pero que se ubica en el centro de todos los conflictos regionales.
Pocos son las personas predispuestas a hablar sobre la política local. Los viejos todavía guardan cierto temor a quien los pueda estar escuchando, mientras que los de mediana edad aplauden lo que hay, y por último, los más jóvenes muestran cierta frustración sobre los intentos modernizadores liderados por previas generaciones.
Así y todo, al caminar las calles de Amán uno puede encontrarse varios parias dispuestos a debatir hasta el último aspecto del sistema político jordano. Sólo basta con visitar algunas de las montañas de moda, o algún campo de refugiados palestinos donde la ONU todavía no borró la memoria de sus habitantes.
En entrevista con Amal, una joven que trabaja para una organización promoviendo cultura democrática, explica en tono suave pero firme que “En Jordania hay tres poderes: el Rey, el Parlamento con su Primer Ministro y la Inteligencia”. Tras llamar la atención sobre la ausencia del Poder Judicial y la Sociedad Civil como actores políticos relevantes, la joven toma aire para dar una extensa explicación.
En pocas palabras, el Poder Judicial está efectivamente sometido a la autoridad del Rey, y en su defecto, a la presión ejercida por el servicio de inteligencia. Respecto de la Sociedad Civil, destaca que se encuentra en un proceso de formación y a las movilizaciones de 2011 como un punto de inflexión.
Por otro lado, Youseff reparte su tiempo entre destinos menos populares de la región ofreciendo asesoramiento político, y al ser consultado sobre hechos de tortura en Jordania, dijo “Sigue ocurriendo pero con menor frecuencia y mayor cuidado. El servicio de inteligencia se cuida mucho estos días. Antes era otra cosa.”
El joven todavía cree en la democracia, y se anima a predecir una región pacífica a partir de dos eventos: el abandono de la partición de Palestina en dos estados como solución de facto para el conflicto israelí-palestino, y la creación de una autoridad política que garantice cierta autonomía a la población kurda.
Ambos jóvenes resaltan el halo espiritual que posa sobre la Familia Real por su relación sanguínea con el Profeta Muhammad (la paz sea con él). Esto es, la familia Hachemita puede rastrear sus orígenes hasta los antepasados de la figura central del islam, y efectivamente vistiéndose de un manto sagrado que lo inmuniza de la crítica popular.
Sea eso aceptable, o no, para el lector, la sociedad jordana así lo entiende a través del cariño demostrado hacia la Familia Real, y el respeto hacia el Rey. Sin embargo, Youseff y Amal destacan con gran esmero la diferencia entre el liderazgo de los reyes Hussein y Adbullah II. “Hussein siempre estuvo más cerca del pueblo,” dice ella, y él “Abdullah hizo mucho por acercarse durante los levantamientos de 2011.”
Hoy, las fotos de ambos se pueden observar en la mayoría de las oficinas gubernamentales, locales comerciales, oficinas universitarias, y domicilios particulares del país. Motivo de broma para algunos jordanos que rumorean que las fotos son sólo una fachada para asegurarse una carga impositiva más baja.
De hecho, la capacidad para recolectar impuestos, o el pago diferenciado de los mismos, siempre sirvió en la región para diferenciar el poder de unos y otros. Por ejemplo, el historiador libanés Kamal Salibi cuenta que el derecho para recolectar impuestos, otorgado a ciertos líderes tribales, conllevaba un reconocimiento político del Imperio Otomano. O sea, la tribu que recibía el iqta se ubica políticamente por encima de las demás.
Hoy, el sistema político jordano tiene poco que ver con aquellas prácticas, pero una sola familia continúa en el zenit de la pirámide de poder. Pero más abajo no se ubican las demás familias, si no el Parlamento con su Primer Ministro y el Servicio de Inteligencia. Y, aunque estas instituciones compartan una misma posición, una tiene mayor influencia que la otra sobre el rumbo político del país.
Pero ¿cuál de los dos es el más fuerte? La consulta tuvo una respuesta unánime desde el taxista, pasando por el recepcionista del hotel hasta llegar a otros colegas periodistas y profesores.
Entre el Primer Ministro, el Parlamento y el Servicio de Inteligencia, los dos primeros corren con desventaja por la presión encubierta que puede ejercer el segundo. Además, el Rey puede disolver el Parlamento a su antojo; ese fue el caso en 2009, 2012 y 2016 –para nombrar los últimos tres ejemplos.
De todos modos, el obstáculo más difícil –e imposible de sortear- que enfrenta Jordania no es la concentración del poder en la Familia Real y el Servicio de Inteligencia dentro de un sistema monárquico constitucional que mantiene en línea al Primer Ministro, el Parlamento, la Justicia y la Sociedad Civil.
Sí, lo es su ubicación geográfica central para la región del Máshreq, y la imposibilidad de evadir las esquirlas de los conflictos regionales. Situación que deja al país vulnerable frente a la creciente presión regional e internacional, sometiendo la estabilidad política y económica interna a la suerte de las fuerzas externas.
Noticias relacionadas
-
Basma Qaddour: “Células terroristas durmientes en Siria sirven a una agenda occidental”
-
El fuerte y largo brazo que empuña la espada
-
Pablo Sapag: Entrevista en la TV siria
-
Cómo el sionismo está alimentando una guerra religiosa por la mezquita de al-Aqsa
-
A 40 años: Malvinas Argentinas