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jueves, 31 de marzo de 2016

Reflexiones sobre la Crisis del Golfo (Parte 4)

Por Saad Chedid

En el marco de un seminario para debatir la invasión de Kuwait por parte de Saddam Hussein, el Profesor Saad Chedid, ofreció las siguientes palabras que se visten de una llamativa actualidad.

Solo quiero destacar que la crítica de Arthur Schlesinger no sólo es válida para este tema sino que, como muchos otros sociólogos y politólogos estadounidenses -algunos de los cuales fueron autores de artículos publicados en las revistas Estudios Árabes y Estudios Palestinos-, extienden esta crítica muy particularmente a la posición estadounidense frente al problema de Palestina.

Estos autores señalaban que, pese a que todos los gobernantes árabes le insistían a los enviados estadunidenses que iban a verlos para interiorizarse de la posición de los mismos, el problema central del conflicto israelí-palestino no era la Unión Soviética y su posible expansionismo, ni lo era tampoco el comunismo, sino que el tema excluyente era el sionismo y el expansionismo del Estado de Israel, esos enviados, Kissinger y otros, hacían oídos sordos a todas las explicaciones y declaraciones.

Lo que ha ocurrido en los últimos años parece haber dado la razón a los gobernantes árabes. Y los decidores de la política exterior estadounidense de ese período habrán comprendido que lo único que lograron fue confundir a su pueblo y equivocarse en las soluciones que plantearon para resolver los conflictos del Mundo Árabe. Conflictos que, como bien lo destaca Ramsey Clark, les fueron impuestos desde afuera.

¿Qué pretende demostrar el gobierno de Estados Unidos de América en el Golfo Árabe?:

a) ¿Que es la potencia militar hegemónica y, por tanto, policía mundial?

b) ¿Que al ocupar el Golfo Árabe, especialmente Arabia Saudí, podrá mantener un precio del petróleo que no perjudique sus intereses vitales?

c) ¿Evitar la creación del Estado Palestino y sostener al Estado de Israel a cualquier costo?

En el primer caso podemos decir que no se puede ser policía del mundo si este no se lo pide. Además, no se puede gobernar el mundo con la fuerza de las armas. La historia de la humanidad ya lo ha demostrado fehacientemente. Tarde o temprano la fuerza se rinde a los acuerdos. Los pueblos deben convivir mediante acuerdos.

El precio del petróleo será pagado por todos. Y no es justo que Estados Unidos de América -o los grupos de intereses transnacionales que los gobiernos estadounidenses defienden- sean los únicos beneficiarios de un bien que se encuentra en una región particular. Los gobiernos de los países petroleros, agrupados en la OPEP, árabes y otros, han dado muestras de madurez y sabiduría para equilibrar los precios del petróleo y ajustarlo a las necesidades mundiales.

Y, en el tercer caso, mi pregunta es: ¿se justifica un enfrentamiento armado en la zona más peligrosa del mundo, por no ceder a la creación del Estado Palestino? Y, muy particularmente, porque no sería nada más que reconocer de hecho lo que legítima y jurídicamente han reconocido ya todos los países del mundo, y en las Naciones Unidas mismas, incluido Estados Unidos de América.

Baste recordar la Resolución 181, de las Naciones Unidas, de fecha 29 de noviembre de 1947. Con la única excepción del Estado de Israel, cuya posición ha sido criticada y sancionada -por sus continuas violaciones de los derechos humanos con los palestinos en el propio Estado de Israel y en Palestina militarmente ocupada por tropas israelíes, como a ningún otro país del mundo, tanto por el Consejo de Seguridad como la UNESCO y la Comisión de los Derechos Humanos de la ONU.

Quisiera terminar diciendo que los pueblos como los ríos vuelven a sus cauces. En el caso que estamos tratando, debo decir que sólo los árabes saben cuáles son sus verdades.

Europa occidental, la Rusia zarista antes, hoy todos ellos más Estados Unidos de América, vuelven a interferir en el acuerdo que deben alcanzar los verdaderos protagonistas, que son los árabes mismos.

Ellos saben su historia y se conocen entre ellos. Saben quién es quién. La solución impuesta por la violencia de las armas será temporaria, ilegítima, incluso inmoral. Seguramente los pueblos, más allá de sus gobernantes, se someterán a ella ante el peligro de su propia desaparición física. Pero en su interior no la aceptarán ni la reconocerán, y tampoco la aprobarán, porque no son ellos los que la han encontrado y acordado. Sólo se replegarán, esperando su momento.

Porque los pueblos reitero, como los ríos, volverán a su cauce. Que no será el que las potencias extranjeras les quieren imponer por la fuerza de las armas.

Por eso, debemos atender a lo que los propios árabes llaman "la solución árabe". Ellos mismos deben encontrar sus propias respuestas. No importa lo que tarden. Sus respuestas plasmadas en acuerdos serán las únicas verdaderas y permanentes.

Todo lo demás se lo llevará el viento.

Nota: Visite aquí la primera , segunda y tercera parte de esta nota.

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