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viernes, 08 de mayo de 2015

Reflexiones sobre Siria, de un tesista

Por Jodor Jalit

Hace unos días entregué el trabajo final para la Especialización en Geopolítica de Líbano y Medio Oriente ofrecido por la Universidad del Espíritu Santo de Kaslik, auspiciado en Argentina por la Fundación Nínawa Daher. Como tema de tesis elegí problematizar la utilización del cambio de régimen para la creación de un nuevo balance de poder. Aquí les comparto algunas partes.

1. “George Bush no inventó la idea de cambio de régimen. Los faraones lo practicaban, al ofrecer en sacrificio a quienes clamaban ser herederos del trono”, escribió Tony Palfreeman en un artículo publicado por Australian Quaterly en 2002. Lo valioso del artículo es la identificación de 4 características necesarias para un cambio de régimen pacífico: gobierno no democrático, deficiente provisión de necesidades básicas, susceptible a la presión internacional e incapacidad para generar políticas. Irak en 2003, al igual que Afganistán en 2001, poseía esas cuatro características. A pesar de ello se optó por la vía militar.

Por otro lado, en difícil pensar que Siria antes de 2011 reúna esas condiciones. Por lo menos, la satisfacción de necesidades básicas y capacidad para generar políticas son sin dudas dos banderas del gobierno de Al Assad, padre e hijo. Esta situación entonces, ayuda a entender el porqué del límite, o línea roja, planteado al gobierno sirio por Obama. Quiero decir, EEUU precisaba un fuerte e incuestionable argumento (uso de armas químicas) para justificar una intervención militar y el consumar un cambio de régimen en Siria. La evidencia nunca fue suficiente, y EEUU no intervino en Siria.

2. Richard Haass apuntó que el cambio de régimen tiene un grave problema: en el corto plazo es impredecible. El ejemplo más revelador en ese sentido es el resultado de las elecciones de Irak en 2005. ¿Quién pudo predecir un voto unificado de la comunidad Shiíta? El ejercicio electoral permitió a la comunidad Shiíta tomar el control del Estado y acercar al país a Irán. Un claro revés a los deseos de la fuerza ocupante, Estados Unidos, y una de las principales razones para la aparición de una insurgencia Sunnita.

En cuanto al caso sirio, donde oficialmente no existe una intervención militar en Siria, la provisión de recursos económicos y militares a grupos de oposición consuma, por lo menos, una intervención encubierta. En principio, las milicias irregulares concentradas bajo el paraguas de la Coalición Nacional, recibían los insumos. Poco tiempo después, y debido a su pobre efectividad en el terreno de combate, los recursos fueron desviados hacia otros grupos. Luego de un año de combate, los recursos estadounidenses terminaron en las manos de milicias aliadas con Al Qaeda.

3. Reisman ofrece diez recomendaciones al Estado interventor, para disminuir las consecuencias indeseadas. Las mismas se listan a continuación: obtener el mayor apoyo posible de organizaciones internacionales y del mayor número de Estados significativos, gozar de apoyo de la sociedad del país interventor e intervenido, reducir el apoyo interno efectivo del gobierno objeto de cambio, tener preparado un gobierno alternativo aceptable, la ocupación debe ser breve y minimizar los costos de la intervención sobre el estado interventor, los intereses del interventor no deben ser manifiestos, la ONU debe conducir el proceso de reconstrucción, y el interventor debe tener una estrategia de salida.

Traigo a colación el caso de Irak nuevamente, como un ejemplo donde ninguna de estas recomendaciones fue considerada. Sí, están siendo consideradas con respecto a Siria. Por eso mismo, la intervención en Siria se da de manera indirecta y encubierta. Principalmente, porque el apoyo internacional es débil a la intervención es pequeña, y Estados significados—Rusia y China—se oponen. Además, una parte importante de la sociedad siria apoya al gobierno de Al Assad. Y por último, EEUU nunca pudo esconder los intereses que animan su voluntad: reducir la influencia de Rusia e Irán en la región.

4. “Dependiendo de las habilidades políticas de los jugadores en Medio Oriente—EEUU y Rusia—y de las consecuencias inevitables de ese juego, los eventos observados a partir de 1984 pueden llevar a la polarización o unificación de la región”, escribió Rustow en Foreign Affairs a mediados de la década de 1980. Por entonces, la Guerra Civil Libanesa (1975-1989), la Guerra Irak-Irán (1980-1989), la renovada influencia siria en Líbano, la exportación iraní de la Revolución Islámica, las maniobras diplomáticas de Egipto y Jordania, el abandono de Líbano por parte del Ejército de EEUU, y la frustración rusa con Siria y Libia, planteaban un escenario pirotécnico.

Hoy, la intervención militar en Yemen, la inestabilidad política de Libia y Egipto, la vacante presidencial en Líbano, los desafíos a la soberanía de Siria e Irak por parte de milicias irregulares, los problemas de seguridad en Turquía y Jordania, y la creciente influencia de Irán, desafían nuevamente cualquier política exterior estadounidense o rusa. Todo eso se juega EEUU y Rusia en Siria, el alineamiento definitivo de la región detrás del liderazgo del primero.

5. Quise brevemente mencionar algunos puntos a considerar cuando hablamos de cambio de régimen en el Mundo Árabe, y la importancia de analizar con mayor profundidad lo que hoy ocurre en Siria. No utilice autores árabes porque el cambio de régimen lo llevan a cabo países occidentales. Por eso entiendo que tiene un valor agregado, el observar la situación desde los zapatos de quién intenta forjar una región acorde con sus intereses.

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