Palestina, las razones de la solidaridad
Material compartido con la Redacción por el ex-diputado nacional Carlos Raimundi, redactado en 2014 y firmado conjuntamente por un grupo de parlamentarios argentinos tras haber visitado Palestina en noviembre de ese año. A la fecha, los autores no habían logrado su publicación en ningún medio.
Las razones de la solidaridad
No hay holocaustos grandes o pequeños. La matanza y la humillación de un Pueblo, cualquiera sea, debe ser condenada.
Los acuerdos internacionales que, en 1947, pusieron en marcha la creación del Estado de Israel, también otorgaban un territorio al pueblo palestino, y su derecho a constituir un Estado soberano. Muchos años más tarde, luego de mucha sangre derramada y muchos despojos, Yasir Arafat y Ytzhac Rabin llegaron a un nuevo acuerdo a finales de 1993. Sin embargo, el derecho palestino no ha sido reconocido aún.
A partir de 2006, cuando luego de la muerte de Arafat la organización Hamas asumió la conducción de la franja de Gaza y la organización Al Fatah mantuvo la suya sobre Cisjordania, Israel planteó su imposibilidad para discutir con Palestina hasta que no se unificara la interlocución. Fue así como en junio de este año, ambos grupos iniciaron conversaciones en pos de su reconciliación, y formaron un ‘Gobierno de Acuerdo Nacional’.
No obstante, a pocas semanas de concretada la unificación que Israel requería para dialogar con Palestina, tres niños israelíes son sugestivamente secuestrados y asesinados. La organización acusada, Hamas, nunca reconoció oficialmente haber participado en el hecho, y la propia policía israelí declaró que no existía tal responsabilidad. Sin embargo, pocas horas después mueren asesinados dos niños y un adolescente palestino, y se inicia un ataque que arrojó, al cabo de semanas, más de 2.100 muertos, el 70% de ellas, personas civiles. Y se cuentan más de 10.500 heridos de gravedad. Una acción que tanto la Alta Comisionada como la Comisión de Derechos Humanos de Naciones Unidas investigan como posibles crímenes de guerra.
Israel dispone de uno de los dispositivos de defensa más ‘modernos’ del mundo, llamado Domo de Hierro, y se ubica en el cuarto lugar mundial en cuanto a la relación entre su gasto militar y su PBI. Miles de personas muertas y heridas no son estadísticas, sino seres humanos. Tampoco es estadística la capacidad destructiva del armamento más sofisticado que se conoce, sino parte fundamental de los aproximadamente 200 mil millones de dólares que circulan anualmente debido al comercio de armas. Mientras tanto, se calcula que 30 mil de millones de dólares paliarían el hambre de los países más pobres de África, y otros 100 mil de millones los pondrían al borde del desarrollo.
Palestina es una nación milenaria, cuna de religiones y civilizaciones, que pese a sucesivos acuerdos formales aún no tiene derecho a vivir dignamente en su propio territorio. En su caso, el derecho internacional ha sido violado, usurpados los derechos de su pueblo y humillada su dignidad humana y social. Para todo militante de la causa popular es una obligación comprometerse y solidarizarse.
Por eso decidimos constituir una delegación compacta de legisladores y legisladoras, pero ante todo militantes, en un encuentro internacional al que concurrieron representantes de todas las regiones del mundo, reforzara la contundente posición sostenida por nuestra Presidenta Cristina Fernández de Kirchner ante la ONU, de velar por la paz, por los derechos humanos, por el derecho de todo pueblo a vivir y trabajar en su territorio, por el derecho de que el Estado Palestino sea reconocido plenamente. Posición que reafirma, además, la petición legítima de la Autoridad Nacional Palestina a los organismos internacionales de una fecha cierta y próxima para el cese de la ocupación militar.
No se trata de una causa ajena ni lejana. Toda persona que sufra la humillación de ser discriminada, de disponer de la quinta parte del agua potable de que dispone su vecino por tener otra procedencia, de ser despojada de su vivienda por la fuerza, de ser incomunicada por un muro como los que ya no soporta la civilización, de ser forzada a recluirse en un campo de refugiados, convierte a esa causa en una causa de la Humanidad, y por lo tanto nos compromete.
Se trata de una política que obtura la felicidad de millones de seres humanos mediante un despliegue militar que los argentinos hemos sentido en carne propia y logramos desterrar bajo el imperio de la ley y la justicia. Una legión de soldados jóvenes a los que se les inculca el odio, equipados con las armas más poderosas, controlan en los puestos fronterizos el tránsito de otros jóvenes de los que deberían ser hermanos, y no enemigos. Soldados jóvenes que creen custodiar con rifles de última generación los templos donde se veneran dioses y profetas que pregonaron la paz para todas las generaciones.
¿Pueden las autoridades de un Estado condenar el fundamentalismo religioso en nombre de valores presuntamente civilizatorios, cuando su propio Primer Ministro acaba de aprobar un proyecto de ley que ubica al Estado judío por encima del Estado democrático, y acaba de declarar que “el derecho nacional está reservado sólo para el pueblo judío”?
¿Cuál es la religión que justifica semejantes afrentas? ¿En qué principio ético se fundamentan? Ninguna religión ni ética lo hacen. Como tampoco se conoce un comerciante de armas que no necesite de la guerra para vivir. Es allí, en esos intereses inescrupulosos y no en principios religiosos, donde habría que rastrear los orígenes de la conflictividad planetaria de nuestros días. En las distintas modalidades que adquiere el colonialismo moderno. Bajo formas diferentes, que confluyen en defender un puñado de intereses reñidos con la dignidad y el desarrollo autónomo de los pueblos.
La conflictividad que alcanza a diversas regiones adquiriendo una dimensión mundial no es producto de la casualidad. El desenfreno del modelo de acumulación financiera ha llegado a tal nivel que no puede sostenerse sin poner en riesgo la paz. Pequeños núcleos de población de los países centrales y los buitres que dirigen sus colonias –pequeños núcleos si se los compara con la población total- consumen casi la mitad de la energía que se produce, y atesoran fortunas que superan ampliamente los recursos con que cuentan los pueblos para su desarrollo. Los conglomerados financieros trasnacionales reúnen recursos varias veces superiores a los de los bancos estatales, y el comercio de armas legales –engrosado por el circuito financiero de lavado del dinero ilegal- supera también por varias veces la producción de bienes y servicios para consumo cotidiano de cualquiera de los mortales.
Es precisamente ese conglomerado energético-financiero-armamentista, el que presiona y coopta a los dirigentes políticos que llevan a los pueblos a la guerra, bajo el pretexto de que se trata de una guerra religiosa. Medio oriente, como zona neurálgica para el abastecimiento de recursos energéticos escasos en las potencias, concentra yacimientos a la par que bases militares. El gobierno de Israel es un actor central de ese proceso, y Palestina, un destino central de esa política.
Sin embargo, la violencia que intenta desatarse en otras zonas del planeta no es escindible de aquel problema medular. Tampoco lo son las desestabilizaciones políticas y económicas que acechan a los gobiernos democráticos y populares de nuestra región, aunque tengan otra escala y otras características.
Está probado que la guerra, la dominación y la humillación colonialista no pacifica regiones ni resuelve conflictos, sino que los agiganta. Es únicamente la vía de la paz, la justicia, el respeto por la diversidad, la comunicación entre las comunidades y las religiones y no el ‘choque de civilizaciones’ lo que puede superar esta situación. La Argentina, bajo la conducción e inspiración de su Presidente pero con el concurso de todo su Pueblo, trabaja arduamente por eso. Los diputados nacionales que acabamos de regresar de Palestina no podíamos estar ausentes de esta, como de ninguna otra convocatoria genuina por la paz y la solidaridad.
Diputados nacionales Araceli Ferreyra, Josué Gagliardi, Carolina Gaillard, Leonardo Grosso (Presidente Grupo Parlamentario de Amistad con Palestina), Gastón Harispe, Juan Manuel Pedrini, Horacio Pietragalla, Ramona Pucheta, Carlos Raimundi, Adela Segarra.
Pablo Ferreyra, Legislador Ciudad Autónoma de Buenos Aires / Mariana Robustelli, Diputada Provincial Pcia. de Santa Fe / Julián Ríos, Concejal del Partido de San Martín / Juan Ignacio Pedrini, asesor de la Cámara de Diputados de la Nación.
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