Pablo Sapag: “Todo lo sucedido en Siria desde 2011 debe entenderse en clave geopolítica”
Entrevistado por Francisco Cortez-Lobão Sineiro para Tempos Novos, el académico chileno de origen sirio y profesor de la Universidad Complutense de Madrid, brinda su análisis sobre qué ha sucedido y, especialmente, qué puede suceder en Siria.
Pablo Sapag, profesor de la Universidad Complutense de Madrid, ha dedicado su vida profesional a los estudios sobre propaganda de guerra y comunicación en conflictos armados. Corresponsal de guerra durante más de una década y con ascendencia siria, buena parte de sus trabajos de divulgación se centran en la situación de ese país a partir de la guerra desatada en el año 2011. Con la caída del régimen sirio y el exilio de Al-Assad, hemos querido contar con su voz para intentar conocer qué ha sucedido y, especialmente, qué puede suceder en Siria.
Entrevista
-¿Ha terminado la guerra siria?
- Es posible que el conflicto armado continúe. Habrá focos pequeños, menores e intermitentes dentro del atomizado territorio, donde de vez en cuando existirán brotes de actividad armada. A la vez, puede que rebroten formas de terrorismo importantes, como en Irak tras la invasión estadounidense y británica. El conflicto armado puede seguir, pues, más o menos como en los últimos años antes de este episodio, en que estaba latente en ciertas zonas de Siria, pero ni mucho menos en todo el país.
- La caída del régimen de Al-Assad era el único objetivo común de los rebeldes. Parece difícil que tengan algo en común el día después…
- Así es, pero hay que tener en cuenta un factor fundamental: los sirios, más allá de ser esencialmente piezas o figurantes para ejecutar los deseos de otros, han tenido más bien poco qué decir, aunque no se puede olvidar jamás que han sido ellos los que han puesto los muertos, heridos o desplazados de esta enorme jugada geopolítica de casi tres lustros de duración.
Todo lo ocurrido desde 2011 hasta ahora en Siria tiene una clave esencialmente geopolítica. La prueba es lo sucedido en esos días aparentemente de vértigo en los que una milicia enclaustrada en el norte de la provincia de Idlib, la segunda más pequeña del país, de pronto ha hecho un avance fulgurante hacia Alepo, después Hama, después Homs y finalmente Damasco. De ninguna manera resulta creíble ese relato. En realidad, se han conjuntado potencias globales y regionales que lo han hecho posible. Las mismas potencias que venían interviniendo desde 2011, aunque con objetivos o aliados diferentes sobre el terreno. Por una serie de cambios geopolíticos en los últimos meses, Rusia e Irán dejan caer la República Árabe Siria.
Es un cambio de régimen, no de gobierno, es decir, un cambio de Estado y sus estructuras y orientación. Y en esto Moscú y Teherán han coincidido con otros actores que desde 2011 apoyaban a otros grupos, armados o no, que buscaban el cambio de régimen en Siria. Esta clave es fundamental para entender qué va a ocurrir. Los sirios no han podido decidir; todo se ha decidido en base a intereses exteriores. Basta con ver quiénes son los ganadores: Israel, Turquía, Qatar… De manera más distante los Estados Unidos y sus aliados. Entre los perdedores relativos están Irán, que salva lo más importante (el Líbano) y evita un conflicto directo con Israel y EEUU en su propio territorio. Rusia pierde reputacional y simbólicamente, al dejar caer de semejante manera a un aliado de décadas e incluso siglos, aunque quizás salve sus bases militares en Siria.
Sin esta concertación de potencias esto no hubiese ocurrido, por muy carcomido y debilitado que estuviese el régimen por la presión militar y económica de estos años, su evidente falta de reflejos políticos o la corrupción galopante, entre otros muchos factores. Serán estas potencias las que jueguen un papel de arbitraje y moderación entre la pléyade de grupos de la otrora oposición, que se dividía en muchas fórmulas y se ha atomizado. Las potencias exteriores que les han permitido llegar a Damasco decidirán y acomodarán esta serie de intereses, obviamente de acuerdo a los suyos. En cuestión de cuatro o cinco días y tras amagos de combates, se han puesto de acuerdo las Fuerzas Democráticas Sirias lideradas por kurdos y apoyadas por los Estados Unidos con el hombre fuerte que pilota la transición en Siria, el líder de Hay'at Tahrir al-Sham, Abu Mohamed al-Golani, en realidad Ahmed al-Sharaa (ya se generalizado el uso de su verdadero nombre).
Ese acuerdo ha sido posible por la presión de Turquía y de los Estados Unidos. Tiene más que ver con la geopolítica que con las dinámicas internas de Siria. Los sirios han visto por primera vez desde 1967 su territorio invadido por Israel, que ya está a las puertas e Damasco, ocupa nuevas alturas estratégicas y fuentes de agua con vocación de permanencia. Siria ha carecido de la capacidad de evitar la destrucción de toda su infraestructura militar a manos de Israel.
La clave es, reitero, geopolítica, y siempre lo ha sido, para bien y para mal. La consecuencia negativa es que los sirios deciden poco o nada, pero la positiva es que cuando en Siria se intente alguna concertación de difícil viabilidad, si no hay acuerdo -lo cual es plausible-, serán estas potencias quienes allanen el camino a un consenso, obviamente, y como siempre, de acuerdo a sus propios intereses.
- Hablando de contextos: ¿habría sucedido esto si Hamás no hubiera llevado a cabo el ataque del 7 de octubre?
Por supuesto que no. El ataque del 7 de octubre de 2023 es posiblemente el mayor error estratégico de los palestinos de entre los muchos que vienen cometiendo desde hace un siglo. Dejando de lado las consecuencias humanas y materiales en Gaza, Cisjordania, Líbano, Siria y más allá, la operación de Hamás ha tenido como consecuencia evidente la neutralización definitiva y total de Siria, el único Estado de la región con cierta capacidad de disuasión frente a Israel.
Tel Aviv ha ganado, y lo ha hecho no sólo en términos vitales y territoriales, sino ideológicos. Nos conducimos a un Oriente Próximo donde la cuestión étnica y confesional, la conceptualización de la región desde el punto de vista de unidades étnicas y religiosas, viene a validar el proyecto del Estado sionista de Israel, amparado en una etnorreligión como el judaísmo. Ahora en Siria se vuelve a hablar de mayorías o minorías, conceptos desterrados desde 1920, porque se buscaba la construcción de un Estado nacional sin distinciones étnico-religiosas de ningún tipo. Habrá una suerte de cantonización, como en el caso de los kurdos, que viene a validar y justificar la fragmentación étnica y confesional de Oriente Próximo.
Es un retroceso inmenso y probablemente irreversible frente a lo que significó el Programa Nacional Sirio de 1920, cuando se decidió democráticamente vivir en un Estado unitario en los límites de la Siria histórica y sin distinciones de religión o de etnia, además de rechazar un Estado sionista o negarse a estar bajo la tutela de ninguna potencia, en aquel momento Francia y Reino Unido. Hoy asistimos a una reconfiguración absoluta de la Siria histórica donde nos vamos a encontrar definiciones políticas y territoriales de base etnorreligiosa, en una región donde no deciden sus poblaciones sino las potencias que intervienen. Por tanto, es un triunfo incuestionable de Israel y así lo proyectó el primer ministro Benjamín Netanyahu, que indicó que era un día muy feliz para Israel e histórico para Oriente Medio. Todo ello a la misma hora del mismo día en el que el nuevo hombre fuerte de Siria, que aún usaba su nombre de guerra de Abu Mohamed al-Golani -que significa: oriundo del Golán- hablaba en la mezquita Omeya de Damasco, mientras los tanques israelíes traspasaban las líneas fronterizas del mismo Golán para penetrar aún más profundamente en Siria. Israel ha dicho certeramente que con la destrucción de las infraestructuras y equipamientos militares Siria carece en el próximo siglo de cualquier capacidad para suponer un desafío.
Por tanto, Israel es el gran ganador y existe una reconfiguración política, territorial e ideológica de la región. El panarabismo aconfesional que había articulado desde hace un siglo el pensamiento político, junto a otras formas del nacionalismo, como el pansirio, va a ser sustituido por el difuso arabismo islamizado exportado desde Qatar con la venia occidental. El factor árabe como elemento nacionalizador será atenuado por la influencia de Turquía, que también exporta su propio islamismo de carácter neo otomano.
- ¿Los acontecimientos de Siria son el último clavo en el ataúd del panarabismo?
- Muy posiblemente, sí. El Partido Baaz árabe socialista sirio, fundado por el pensador cristiano ortodoxo Michel Aflaq y el musulmán sunní Salah al-Din al-Bitar, se ha disuelto completamente en el marco de la suspensión de actividades partidistas que ahora rige en Siria. Todo ese campo de juego, que ya se había diluido con la crisis del nasserismo, desaparece. Su espacio lo van a ocupar actores promovidos por potencias como Turquía y Qatar. Qatar siempre ha exportado un panarabismo islamizado a través de su señal televisiva en árabe, que no tiene nada que ver con el panarabismo aconfesional del partido Baaz. Es un final y un cambio ideológico que favorece proyectos como el sionismo, el neo-otomanismo o un difuso arabismo islamizado. Por cierto, todas ellas fórmulas que comparten un neoliberalismo radical en lo económico.
- ¿Se parecen estos días al Irán de 1979? Un optimismo occidental frente a un cambio de régimen que no necesariamente evolucionará hacia la democracia.
- No creo que esa salida democrática haya estado nunca encima de la mesa de manera prioritaria. Todo lo sucedido responde más bien a intereses geopolíticos e históricos. Países europeos como Francia ven refrendado su antiguo proyecto colonial en Siria. La bandera del nuevo régimen, instaurada sin la mediación de un cambio constitucional, supone recuperar la enseña de 1932 en plena ocupación (terminó en 1946). Los colores –elegidos por el británico Mark Sykes en 1916- únicamente representan dinastías del islam, y sus estrellas los pseudo-estados en los que Francia troceó Siria (Damasco, Alepo y Deir ez- Zor).
No creo que la prioridad para los actores internacionales que han tomado parte en esto sea la democracia. No debería sorprenderles que en Siria se entronice una cantonización o una deriva islamista.
Desde 1920 prácticamente todas las constituciones sirias han considerado la sharía islámica una fuente más del derecho. Si la sharía pasa a ser fuente principal puede haber consecuencias. Estos partidos islamistas nunca han ocultado sus objetivos. Cabe entender que en Europa y los Estados Unidos habrán pensado en esto y no les ha parecido mal. Un partido comunista o un partido liberal, por ejemplo, tienen objetivos claros, con un ideario público que se expresa en símbolos y discursos. Lo mismo sucede con el ideario de las principales fuerzas que hoy operan en Siria. La principal es HTS, una organización islamista cuya acción armada ha sido considerada terrorista por el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, la UE y los EEUU, actores que ahora parecen dispuestos a modificar esa condición. HTS está pilotando esta transición, y ya ha nombrado un primer ministro, que ya había ejercido funciones en Idlib. No creo que exista, pues, preocupación ante proyectos explicitados abiertamente.
- Turquía también sale reforzada...
- Sin duda. Turquía ha ganado en varios aspectos. Primero, la cuestión kurda. Si antes necesitaba entenderse con Siria a través de Rusia e Irán y los EEUU para controlar a los kurdos sirios de las SDF, ahora le basta con entenderse con Estados Unidos. Es inmejorable para su seguridad. En segundo lugar, gana una proyección económica que siempre había ambicionado en el norte sirio. En tercer lugar, consigue mandar de vuelta a Siria a muchos de los refugiados que llevaban años en su territorio. Eso aliviará la presión económica y política. Se había convertido en un elemento central de la política turca.
Finalmente, y desde el punto de vista ideológico, la Turquía de Erdogan, que lleva veinte años en el poder y está consolidado, gana la posibilidad de islamizar Siria como ha hecho con su país. Podrán influir claramente, en coincidencia con Qatar. Desde una perspectiva turca, además, podrán esgrimir un resultado tangible de su proyecto neo otomano, planteado casi en coincidencia con la mal llamada primavera árabe. Ese neo otomanismo no tiene por qué ser de tipo imperial clásico, pero sí de influencia económica e ideológica.
- Es muy difícil prever el futuro, pero viendo lo que sucedió en otros países de la zona, resulta difícil creer que ahora vaya a “salir bien” y acabar en un régimen democrático.
- Más allá de la propaganda, nunca ha sido el objetivo principal. La clave siempre ha sido geopolítica. El mismo día que HTS inició su avance a Alepo, Israel bombardeó los pasos entre Siria y Líbano para bloquear cualquier ayuda de Hezbollah a un colapsado régimen sirio debilitado por años de conflicto, el inmovilismo, las sanciones económicas y la insoportable corrupción.
También debemos tener en cuenta el papel propagandístico que ha jugado la cadena qatarí Al Jazeera. Prácticamente a la que vez que estos grupos entraban en Hama, Al Jazeera ya hacía conexiones en directo de la máxima calidad. Eso no se improvisa de ninguna manera. Da la sensación de que todo ha respondido a un guion geopolítico bien planificado y ejecutado. Lo que cabe esperar ahora es un sistema en torno a formas de islam político que no tienen por qué no ser democráticas en sociedades monoconfesionales, pero que en sociedades multiconfesionales como desde siempre y hasta ahora ha sido la sociedad siria, puede suponer expulsar o marginar de facto a una parte de la población, incluso aunque no sea la intención.
Veremos, además, un desarrollo económico y social distinto, planteado por Qatar o Arabia Saudí, que tiene poco que ver con el modelo histórico sirio. Esto no significa que el nuevo sistema no vaya a funcionar. Precisamente, podría funcionar porque no está en manos de los sirios sino de potencias exteriores que harán lo posible para que sus intereses se vean reforzados, consolidando un sistema que funcione de acuerdo con esas lógicas.
En el plano geopolítico, el hecho incuestionable es que la República Árabe Siria o lo que queda de ella, es un Estado sin capacidad de influencia regional de ningún tipo. En ese sentido, son certeras las palabras de Netanyahu. No necesariamente derivará en conflictos armados permanentes, sino que puede acabar en una estabilidad impuesta en un país totalmente intervenido. Los sirios pueden aceptar este modelo si les resuelve problemas económicos inmediatos que, aunque ahora parecen olvidarlo, también les vinieron impuestos desde fuera, por ejemplo, a través del propio conflicto armado y de las sanciones de la UE y EEUU. De esa forma un posible nuevo régimen político más o menos islamizado y de turbo capitalismo económico podría echar raíces en sectores de la población que quizás siempre lo ambicionaron. No tiene por qué, entonces, darse un escenario a la libia, la afgana o la somalí.
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