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Tribuna y debate
miércoles, 14 de octubre de 2015

Ni primavera, ni revolución ¡Intervención!

Por Jodor Jalit

Porque la rotulación es importante para la reflexión personal y merece un comentario, aquí abordo la utilización del Primavera Árabe, debato en torno a la utilización de Revoluciones Árabes, y empiezo a abordar los factores domésticos que facilitan la intervención internacional.

La prensa occidental adoptó el vocablo Primavera Árabe para referirse a las movilizaciones ocurridas en el Norte de África y Medio Oriente a partir de diciembre de 2010. Por otro lado, el mundo académico se debatía en torno a la utilización del vocablo revolución para describir el conjunto de protestas.

¿Por qué no es primavera?

Por mediados del S. XIX, las masas de trabajadores europeos se movilizaban en contra del poder político-económico. Francia y los Estados Alemanes fueron los centros más importantes de esas movilizaciones debido al arraigo de las organizaciones sindicales, llevando el imaginario liberal-demócrata y nacional-socialista hasta el seno del Imperio Austro-Húngaro.

El miedo generado por la movilización en los poderes constituidos alcanzó una magnitud tal que el poder de turno debió recurrir a la represión, el encarcelamiento, y en algunos casos, exilio de los líderes del movimiento de trabajadores, para sostener el sistema político. Ese proceso histórico europeo se llamó: Primavera de las Naciones.

La violencia estatal que desató ese proceso, que una vez concluído fuera caracterizado como revolucionario, es el único punto de encuentro entre la Primavera de las Naciones de 1848 y lo ocurrido en el Mundo Árabe a partir de 2010. Allí terminan las similitudes, al mismo tiempo que comienza mi rechazo del vocablo Primavera Árabe y preferencia por Levantamientos Árabes.

¿Por qué no es revolución?

En este punto apelo a lo escrito por Pedro Brieger en el libro Revoluciones Árabes, que tomando de un autor árabe, destaca el carácter original e inconcluso del proceso político iniciado en 2010. De esa manera, Brieger reconoce el carácter revolucionario de las movilizaciones, al mismo tiempo que destaca la incertidumbre del resultado. Quiero decir, se reconoce el potencial quiebre político que significan los levantamientos, pero no se expresa un juicio sobre las conclusiones de un proceso inconcluso.

Tomo como ejemplo lo ocurrido en Egipto para graficar lo dicho. La sociedad egipcio se movilizó hasta forzar la salida de Hosni Mubarak, lo cual evidentemente implica un cambio de gobierno, pero más importante aún, un cambio de régimen. Sin embargo, la elección de Abdel Fattah El Sissi revirtió el cambio de régimen a través de un cambio de gobierno, prohibiendo cualquier caracterización del proceso como revolucionario. Quiero decir, una revolución implica un quiebre en el sistema político que hasta el momento no se dio en Egipto porque la cúpula militar continúa dirigiendo los destinos del país.

¿Por qué se interviene en el Mundo Árabe?

Petróleo e Israel son las dos respuestas fáciles. Cualquiera puede justificar una intervención o conflicto en el Mundo Árabe apelando a la importancia del petróleo en el comercio internacional, o la presencia de Israel como estandarte de los intereses estadounidenses. Es más difícil sin embargo complejizar la respuesta a través de la identificación de factores internos, porque esa tarea exige sacarnos los zapatos occidentales y ponernos los árabes.

Por más de que se grite a los cuatros vientos “¡La Guerra Civil Libanesa no fue guerra civil, ni libanesa!”, no cambia el hecho de que Kataeb forjó una alianza con Israel, o que el Partido Socialista Progresista buscó el apoyo de Palestina. Y las alianzas con actores externos representan un esfuerzo por fortalecer su propia posición frente a otros con el objetivo de tomar el poder político.

Entonces, los actores domésticos cargan con alguna responsabilidad por la presencia de fuerzas extranjeras, y este es uno de los factores domésticos que facilitó el aumento de la violencia en Líbano al punto de convertirse en un conflicto armado. Otro factor es la construcción de identidades políticas en torno a regionalismos y comunidades religiosas.

En Iraq, Libia, Yemen y Siria existieron también grupos políticos y sociales opuestos al gobierno que facilitaron la intervención internacional al generar inestabilidad política y crear alianzas con actores externos. Entonces, más allá del petróleo e Israel, en el Mundo Árabe se interviene porque existen grupos políticos con ambiciones de poder y recurren a la intervención como una herramienta para llegar al poder.

Por más de que los medios utilicen el vocablo Primavera Árabe, los Levantamientos Árabes tienen tan poco de primavera que ya se habla de invierno. Tampoco podemos hablar de revolución cuando el proceso político se está desarrollando. Ambas son razones suficientes para preferir Levantamientos Árabes, porque es lo suficientemente amplio para englobar todas las estaciones del año, y resalta la principal característica del proceso: las protestas en masa.

Por último, quiero notar que los Levantamientos Árabes alcanzaron mejores resultados en países donde, como dice Mustafa Ben Halim en referencia a la vida política libia previa al golpe de 1969, existió alguna experiencia democrática, aunque sea incipiente.

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