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miércoles, 02 de septiembre de 2015

Negociando se acaba el terrorismo

Por Fareed Zakaria—Traducido por Jodor Jalit para el Diario Sirio Libanés

Fareed Zakaria es columnista de temas internacionales para el diario Washington Post y conductor del programa GPS de la cadena de noticias CNN. Sus artículos de opinión son reproducidos por varios medios gráficos, y se caracterizan por la claridad de su pensamiento. El columnista puede ser seguido por Twitter en @FareedZakaria .

La presencia militar de EEUU en Afganistán cumple 15 años, y el fin de la intervención comenzó a hilvanarse a comienzos de agosto, en las afueras de la capital pakistaní, Islamabad. En aquella ocasión, representantes del gobierno afgano se reunieron con miembros de la agrupación política Talibán, bajo la mirada de funcionarios pakistaníes, chinos y estadounidenses.

Esta nueva iniciativa puede fallar al igual que las anteriores, pero la negociación es la estrategia correcta  para dar fin al conflicto en Afganistán.

Para la sociedad estadounidense, aceptar esta realidad es difícil. “Nosotros no negociamos con el mal, lo derrotamos,” dijo Dick Cheney. Sin embargo, el jefe de gabinete de Tony Blair, Jonathan Powell desafía a Cheney en su nuevo libro “Terrorists at the Table: Why negotiating is the only way to peace” (Los terroristas en la mesa: Porqué la negociación es el único camino hacia la paz).

A través de un análisis histórico, Powell argumenta que conflictos como el de Afganistán solo pueden ser resueltos a través de la negociación. La victoria militar en inútil.

Que el lector no se confunda; Powell no es un militante por la paz. De hecho, él fue el arquitecto del apoyo británico a las guerras estadounidenses en Afganistán e Iraq. Además, tiene varias razones para ser duro con el terrorismo—su padre fue militar y herido por el Ejército Republicano de Irlanda (IRA), y su hermano permaneció en la lista negra del mismo grupo durante 8 años. Por último, cuando conoció a Gerry Adams del grupo Sinn Féin, se negó a darle la mano.

Su experiencia como asesor principal de Blair, sin embargo, lo hizo replantear el empleo exclusivo de medios militares como herramienta para el combate del terrorismo. En ese sentido, Powell cita a Hugh Orde cuando dijo: No conozco un ejemplo donde el terrorismo haya sido encarcelado o eliminado a través del uso de la fuerza.

Los gobiernos son reacios a hablar con terroristas por tres razones: los consideran bárbaros, no quieren legitimar la violencia, y prefieren derrotar o paralizar a los grupos irregulares por medios militares.

Sin embargo, Powell demuestra que ante la posibilidad de diálogo con grupos terroristas todos los gobiernos ceden.

El autor recuerda que el gobierno británico durante la década de 1950 calificó al grupo keniata Mau Mau como “una conspiración basada en la corrupción del espíritu humano”. Y según las palabras del secretario colonial británico, un grupo de “infrahumanos” con “la muerte como único objetivo”. A pesar de todo eso, las autoridades británicas negociaron con el grupo. La misma estrategia se utilizó con el IRA, el Movimiento de Liberación Nacional Vasco, el Congreso Nacional Africano y las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia. Incluso Israel negoció con Hamas para acordar un intercambio de prisioneros.

“No me importa la hipocresía implícita en negociar con terroristas,” dice Powell, “porque ignorar las lecciones de la historia tiene un costo moral más alto”.

El principal argumento de Powell es simple: el terrorismo es la manifestación de un síntoma político que casi siempre requiere una solución política. En Afganistán, es la baja representación de los intereses de la población Pashtun—casi el 50% del total—en el gobierno.

Si tras 14 años de intervención militar estadounidense, triplicación de fuerzas militares en el terreno, sucesivas instancias electorales y 1.000 millones de dólares, el grupo Talibán continúa presente en el escenario política, significa que mantiene un arraigo importante en la sociedad.

Las negociaciones pueden terminar en nada debido a la variedad de intereses presentes entre las partes. Por eso, Powell destaca que el momento en que se inician las negociaciones debe tenerse en cuenta, y que normalmente se opta por la negociación cuando es demasiado tarde. Esto se debe, explica el autor, a que los gobiernos creen que la próxima acción militar les dará la victoria.

Esa crítica es la misma que deslizó Petraeus, al apuntar que Washington esperó a que las milicias iraquíes tengan "sangre estadounidense en las manos" para invitarlas a negociar.

Por su puesto, nada de esto puede aplicarse en el caso de E.I. o ¿si? De hecho, Powell tiene las agallas para proponer una negociación con E.I. Después de todo, E.I. es un grupo violento y asesino que explotó el miedo y odio acumulado por la desplazada comunidad sunna de Iraq y Siria. Quiero decir, existe una demanda política que solo puede ser satisfecha a través de la política.

Negociar con terroristas no es ceder ante sus demandas, dice Powell. La negociación implica reconocer demandas políticas en tiempo y forma, para evitar el derramamiento de sangre de ambas partes.

NOTA: La versión original  de este artículo fue publicada por el Washington Post el 9 de julio de 2015.

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