Los devoran los de afuera
Si la viveza criolla es la fe argentina, la obra de José Hernández es la escritura sagrada. Porque solo en la obra de José Hernández podemos encontrar las enseñanzas más puras sobre el ser argentino. Lecciones que sin embargo, podemos extrapolar al mundo, espacio del cual los árabes son parte.
Durante esta última semana se realizaron varias actividades que movilizó a la comunidad árabe en Argentina. Si bien la visita oficial del Secretario General de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP), Saeb Erekat, tuvo la mayor repercusión. Tanto la Universidad Tres de Febrero como el Consejo Argentino para las Relaciones Internacionales presentaron mesas de debate más que atractivas.
La brevedad del espacio no me permite volcar todo lo que en dichas oportunidades pude escuchar y absorber. Tampoco es suficiente el espacio para elaborar sobre todos los interrogantes que me han generado. Por eso mismo, y a modo de resumen, quisiera compartir un elemento común a las regiones del Mashriq, Masr, Magreb y Jalish.
La retroalimentación entre las rivalidad mundiales y regionales polarizó a las sociedades de los países árabes.
Primero, no hay mucho que agregar sobre la ambición estadounidense por reestablecer un mundo unipolar. En frente se sientan Rusia y China, ambos con el sueño de recuperar el tiempo perdido, y confirmar su presencia en la mesa chica de ONU.
Segundo, la destrucción de los centros tradicionales de poder—Bagdad, Damasco y Cairo—dejó al mundo árabe acéfalo. Arabia Saudita, Irán y Turquía hoy quieren tomar ese lugar, motivo por el cual se pelean por ser el mejor discípulo de Washington o Moscú. ¡Cómo si la Guerra Fría no hubiera terminado!
Para alcanzar un lugar preponderante en la región, sin embargo, es necesario tener influencia sobre la política doméstica de sus vecinos. Si han logrado influir es subjetivo y materia de gran debate. Pero de que han metido la cola en Iraq, Siria, Líbano, Palestina, Egipto y Yemen, por lo menos, no quedan dudas.
La desintegración social en Iraq, el escalamiento de la violencia en Siria y Yemen, el congelamiento institucional en Líbano, la polarización política en Palestina, y la represión social en Egipto son evidencia de que tanto Arabia Saudita como Irán han metido la cola.
Así, se puede observar como la comunidad musulmana sunnita iraquí y yemení, el Ejército de la Libre Siria y otros partidos de oposición sirios, junto con la coalición parlamentaria libanesa 8 de Marzo, los partidos liderados por Fattah en Palestina, y el gobierno egipcio de Abdel Fattah Al Sisi se alineó detrás de los intereses de Arabia Saudita y EEUU.
Sus opositores—la comunidad shiíta iraquí y yemení, el gobierno sirio de Bashar Al Assad, la coalición 14 de Marzo, Hamas y la Hermandad Musulmana junto a sus aliados políticos—se alinearon detrás de Irán y Rusia.
Turquí por su lado, ha intentado desde 2002 romper con el duopolio construido por Arabia Saudita e Irán, alienándose detrás de la Unión Europea. Su identidad esquizofrénica le jugó una mala pasada, porque el ingreso de Turquía a Europa se frenó y sus vecinos árabes lo observan con desconfianza.
Por eso, les digo a los árabes “Los hermanos sean unidos/Porque ésa es la ley primera/Tengan unión verdadera/En cualquier tiempo que sea/Porque si entre ellos se pelean/los devoran los de afuera”.
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