La sociedad siria y el laicismo
Gracias a su sociedad multi-confesional Siria sobrevivió al ataque de la coalición más amplia que se haya visto en toda la Historia de la Humanidad.
Antes de la agresión externa, la sociedad siria estaba organizada según reglas laicas para propiciar que se entremezclaran los miembros de las numerosas comunidades religiosas que la componen. Todos los sirios han sufrido las atrocidades de los yihadistas –cuya responsabilidad los europeos atribuyen hoy a la República Árabe Siria. Y muchos sirios se tornaron entonces hacia Dios.
De un 20 por ciento, la práctica religiosa saltó a un 80 por ciento. En la comunidad cristiana fiel a Roma se registró un gran número de emigraciones mientras que los cristianos ortodoxos se mantuvieron en Siria. Los musulmanes sunnitas son ahora mucho más mayoritarios que antes de la agresión. Paradójicamente, algunos de sus imames, olvidando la retórica criminal de DAESH y la resistencia del país contra ese grupo terrorista, ahora designan como enemigos a los laicos.
El general sunnita Hassan Turkmani concibió la defensa de Siria contando con sus habitantes [1]. Según ese general, era posible prestar atención a todas las comunidades y lograr que cada una de ellas, con sus relaciones culturales específicas, defendiera el país, que pertenece a todos.
Era sólo una teoría, pero acabamos de comprobar que el general Turkmani estaba en lo cierto. Siria sobrevivió al ataque de la coalición más amplia que se haya visto en toda la Historia de la Humanidad, como ya había sobrevivido a las guerras púnicas en tiempos de la Roma antigua.
«Carthago delenda est» (en español, “Hay que destruir Cartago”), repetía Catón el Viejo al final de todos sus discursos. En pleno siglo XXI, la secretaria de Estado estadounidense, Hillary Clinton, repetía constantemente «¡Bashar tiene que irse!».
Quienes aún esperan destruir Siria ya saben que tendrían que destruir primeramente el mosaico religioso de este país. Para lograrlo se dedican a difamar a las minorías y empujan a ciertos elementos de la comunidad mayoritaria a tratar de imponer su propio culto a las demás.
Pero Siria tiene una larga historia de colaboración entre las religiones. En el siglo III, la reina Zenobia se levantó contra la tiranía de Roma poniéndose a la cabeza de los pueblos árabes de Arabia, de Egipto y de todo el Levante e instaló su capital en Palmira [2]. La reina Zenobia no sólo veló por el desarrollo de las artes sino que también garantizaba la protección de todas las comunidades religiosas.
La Francia del siglo XVI fue teatro de sangrientas guerras de religión entre dos vertientes del cristianismo: el catolicismo y el protestantismo. Aquel derramamiento de sangre no se detuvo hasta que el filósofo Montaigne concibió y describió el sistema de relaciones interpersonales que hizo posible la paz entre los católicos franceses y sus compatriotas protestantes.
El proyecto sirio que Hassan Turkmani describió va aún más lejos. No se trata sólo de que las diferentes confesiones religiosas se toleren unas a otras, o de que crean en el mismo Dios, aunque se dirijan a Él y lo veneren de maneras diferentes. Se trata de que las diferentes confesiones sean capaces de orar juntas. La cabeza de san Juan Bautista ha sido venerada durante siglos por judíos, cristianos y musulmanes en la Gran Mezquita de los Omeyas de Damasco, la capital siria. La Gran Mezquita de los Omeyas de Damasco es la única donde los musulmanes han rezado con un Papa, Juan Pablo II, alrededor de reliquias comunes.
En Europa, después de todos los sufrimientos provocados por dos Guerras Mundiales, los clérigos de las diferentes confesiones predicaron que había que vivir temiendo a Dios para ser recompensado en el más allá.
Desde entonces, la práctica religiosa ha progresado, pero los corazones han perdido su fuerza. Dios no envió a sus profetas para amenazar a los humanos. Treinta años después de los conflictos mundiales, la juventud, deseosa de emanciparse de las obligaciones impuestas mediante el temor a Dios, ha acabado rechazando bruscamente la idea misma de la religión. El Laicismo [3], que fue una forma de gobierno concebida para que viviéramos juntos en el respeto de nuestras diferencias, ha sido transformado en un arma contra esas diferencias.
No debemos cometer el mismo error.
El papel de las religiones no es imponer la dictadura de un modo de vida, como hizo DAESH en las zonas que llegó a controlar, ni aterrorizar nuestras conciencias con el temor a Dios, como hicieron los europeos en el pasado.
El papel del Estado no es actuar como árbitro en las disputas teológicas, y mucho menos seleccionar una religión como superior a las otras. Como sucede en Occidente, los partidos políticos suelen envejecer mal en el mundo árabe. Pero desde su creación, el PSNS [4] y el Ba’ath [5] planteaban la fundación de un Estado laico, o sea de un Estado que garantizaría a cada cual la libertad de practicar su religión libremente.
Eso es Siria.
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Notas:
[1] Sucesivamente jefe del estado mayor y ministro de Defensa, fue el general Hassan Turkmani (1935-2012) quien trazó los planes de defensa de Siria. Dirigía el Consejo Nacional de Seguridad sirio en el momento del gran atentado de la OTAN que decapitó ese órgano, el 18 de julio de 2012. El propio general Turkmani murió en aquel acto de terrorismo de Estado.
[2] La actual ciudad siria de Palmira fue en la Antigüedad una próspera capital. Por allí pasaba la Ruta de la Seda, que conectaba la ciudad china de Xi’an con la ciudad siria de Antioquía, actualmente en poder de Turquía. Los actos de destrucción cometidos en Palmira por los yihadistas del DAESH y las ejecuciones que perpetraron en las ruinas del célebre anfiteatro romano de esa ciudad eran una clara referencia a ese prestigioso pasado, que los agresores pretendían borrar.
[3] El laicismo francés es una forma de gobierno que los reyes de Francia fueron instaurando poco a poco porque les convenía hacer valer que reinaban «por la gracia de Dios», pero no querían que la iglesia católica interfiriese en sus «reales» decisiones. En el siglo XVI, el rey francés Enrique IV reunió a protestantes y católicos bajo su autoridad católica, algo que Luis XIV cuestionó después. Los Estados Generales convocados en Francia en 1789 trataron de crear una iglesia católica francesa, menos dependiente de Roma. Pero el Breve Apostólico de Pío VI exigió a los obispos que abrogaran la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano, documento que antes habían votado. La iniciativa de Pío VI abrió paso a nuevas atrocidades en Francia, como la Guerra de la Vendée. Sólo después del derrocamiento de la monarquía basada en el «derecho divino», lograron los republicanos radicales –ya en el siglo XX– proclamar la separación entre las religiones y el Estado, conforme al proyecto político de los reyes de Francia. Pero hoy en día nadie conoce esa historia y el concepto de laicismo es utilizado abusivamente de una manera que constituye un verdadero contrasentido, tanto por los adversarios de las religiones en general como por los adversarios del islam en particular.
[4] El Partido Social Nacionalista Sirio (PSNS) fue fundado en 1932 por el libanés cristiano Antoun Saadeh. El PSNS se plantea como objetivo la reunificación de la Gran Siria, desmembrada por la colonización europea. Muy progresista, ese partido militó rápidamente por la igualdad entre los sexos, a la vez que luchó contra el Imperio francés y nutrió sus filas de numerosos intelectuales de Chipre, Irak, Jordania, Kuwait, Líbano, Palestina y Siria.
[5] El Partido Socialista de la Resurrección Árabe (Ba'ath, también llamado Partido de la Resurrección Árabe Socialista) fue fundado en 1947 alrededor del sirio cristiano Michel Aflak. El Ba'ath difiere del PSNS en que plantea no sólo la reunificación de la Gran Siria sino la unificación de todas las regiones de cultura árabe. Cada país árabe tiene su propia rama del Ba'ath, con el Ba'ath sirio como núcleo. En los años 1980, el Ba'ath iraquí renunció al laicismo, apoyó a la Hermandad Musulmana y comenzó a predicar el «regreso a la fe». Esa defección contaminó otras ramas regionales del partido.
Thierry Meyssan es un intelectual francés, presidente-fundador de la Red Voltaire y de la conferencia Axis for Peace. Sus análisis sobre política exterior se publican en la prensa árabe, latinoamericana y rusa.
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