La revolución que me perdí
Todos los 25 de Enero pienso lo mismo: “No tengo ningún recuerdo de la revolución”.
Cada vez que mis amigos recuerdan momentos de felicidad y triunfo yo me quedo callada porque no tengo ningún recuerdo que compartir. Mientras que los egipcios viviendo en el exterior retornaban al país para presenciar la revolución, yo me quedé en Gambia mirando la televisión.
No estoy muy segura de por qué no regresé, pero creo que fue por motivos personales: me convencí de que era bueno quedarme donde estaba y evitar ser víctima de la violencia, o de la muerte misma. Me dije a mí misma “todo tiene su razón de ser”.
Cuando terminé mi trabajo en el exterior en Marzo de 2011, regresé a Egipto y un amigo me escribió: “Te perdiste la revolución”. Me llevó unos cuantos meses comprender el impacto de lo que había ocurrido. Muchas veces me sentía una extraña entre familiares y amigos porque compartían una experiencia que me era ajena.
Con el tiempo empecé a entender por qué me sentía una extraña, y a creer que el mundo debía acabar: cuando respiré gas lacrimógeno y hui de los soldados por primera vez. Esos momentos eran extraños para mí. Seguramente allí desarrollé un vínculo con quienes me acompañaban, que sólo nosotros podíamos entender, inclusive sin conocernos personalmente.
La calle, el gas y las corridas eran espacios y experiencias compartidas más significativas que las presentaciones personales y relaciones sexuales.
La primera vez que vi un tanque fue cuando intentaba llegar al edificio Maspero en Octubre de 2011; la primera vez que ingresé a una catedral fue para el funeral de los mártires de la Masacre Maspero; la primera vez que sentí el fin del mundo fue cuando una amiga y yo corríamos entre gas lacrimógeno por la calle Mohamed Mahmoud en Noviembre de 2011; y la primera vez que conocí personas torturadas durante los interrogatorios a los detenidos por la sentada de Diciembre de 2011.
Y la lista de primeras veces no termina allí.
Tras mi retorno a Egipto sentí culpa por no haber regresado para esos 18 días de revolución. Por eso, a pesar de haber participado de un buen número de demostraciones y marchas, continúo sintiendo una deuda con aquellos que salieron a las calles en masa por primera vez. Porque cada vez que participé de una demostración o marcha sentí que lo podía hacer gracias a la valentía de quienes se movilizaron durante aquellos 18 días.
Mi culpa menguó un poco luego de ser arrestada, porque sentí que estaba pagando parte de aquella vieja deuda. No participe de todas las marchas y demostraciones porque siempre fui consciente de que las consecuencias oscilan entre el arresto, las heridas y la muerte. Una suerte que no podía escapar, y un precio que a veces no estaba dispuesta a pagar.
Hoy, llego a la conclusión de que la revolución nos devolvió el derecho de salir a la calle. Un derecho que nosotros, y aquellos quienes se nos oponen, supimos explotar. Ese es el motivo que justifica mi participación en todas las protestas en solidaridad con los prisioneros políticos.
Siento que si perdemos el derecho a tomar las calles la revolución fue en vano.
Muchas cosas han cambiado desde la última protesta en que participé; algo que me anticiparon sería así durante todo mi tiempo de encierro en la cárcel de Qanater. Tras 15 meses de encierro (21/06/14-24/09/15) volví a sentirme una extraña porque no participé de las demostraciones y marchas ocurridas en Egipto durante ese tiempo. Me sentía extraña a pesar de que algunas noticias se filtraban en las visitas.
Salí de la cárcel para sólo poder entenderme con mis compañeros de la celda Askari, porque juntos escuchamos en la radio lo ocurrido el 25 de Enero de 2015.
A pesar de que compartíamos el mismo sentimiento por la revolución nuestras opiniones no demuestran unanimidad. De hecho, cada uno cree en distintas maneras de actuar, pero nunca subestimamos la importancia de la revolución en nuestras vidas. La revolución nos cambió al permitirnos establecer relaciones que de otra manera no hubieran sido posibles.
Por todos los momentos que fueron primeras veces, la revolución continúa a pesar de la pausa.
La revolución continúa porque hay muchas cosas por hacer, aunque de otra manera. A lo mejor las prioridades y las herramientas utilizadas cinco años atrás ya no son las mismas. A lo mejor debemos aceptar la pesadumbre del momento en que vivimos, cuando nuestras ambiciones se limitan a no ser secuestrado, o nuestras casas requisadas.
Sin embargo, la pesadumbre del momento no me hará olvidar lo que viví durante estos últimos cinco años. Tampoco me hará olvidar mis sentimientos hacia la revolución, ni el precio que muchos pagaron y nadie debe ignorar.
La revolución continúa sin importar cuánto debamos luchar. La revolución continúa porque merecemos una vida mejor llena de felicidad, dignidad y libertad.
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Yara Sallam es Licenciada en Leyes por la Universidad de Cairo y Universidad de Paris I (Panthéon-Sorbonne) con una Maestría en Leyes de la Universidad de Notre Dame. Se desempeñó como investigadora de libertad de credo para The Egyptian Initiative for Personal Rights, institución en la cual hoy ocupa el cargo de Oficial de Justicia, se define como feminista árabe africana, y la pueden seguir a través de su cuenta de Twitter @YaraSallam .
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Nota: El artículo original fue publicado por Mada Masr el día 26 de Enero de 2016.
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