La juventud del Líbano ataca el sistema sectario
Protestando fuertemente contra la basura, los jóvenes del Líbano están apuntando contra el sistema sectario en su conjunto, el cual sin embargo, puede resultar un adversario implacable, escribe Hassan Al Qishawi.
Era la noche el 23 de agosto en la capital libanesa. Las protestas de jóvenes cantando contra el sectarismo y por el fin del sistema político basado en distribución de cuotas (sectarias), trajo recuerdos del inicio de la primavera árabe.
Pero las manifestaciones se desintegraron rápidamente en disturbios que parecían más como el otoño árabe que se extendió a través de la mayoría de los países que fueron testigo de revoluciones.
La crisis política en el Líbano es un acontecimiento histórico único. A lo largo de la historia del Líbano, excepto durante los enfrentamientos con el colonialismo francés que condujeron a la liberación, la mayoría de los conflictos, revoluciones y crisis tenían una dimensión sectaria implícita o explícita.
En las recientes manifestaciones, la razón explícita es la recolección de basura, mientras que el factor subyacente es el gran desprecio que tienen muchos jóvenes libaneses, y en menor medida de toda la población libanesa, contra el sectarismo y el sistema político sectario, que se ha convertido en objeto de burlas y críticas por los propios líderes sectarios.
El sectarismo en Líbano ha llegado a un punto en el cual la clasificación y el tratamiento de la basura se hace sobre una base sectaria: hay basura musulmana y basura cristiana. La basura reveló las debilidades del régimen en un país que es famoso por su belleza y limpieza, mas allá de su fragmentación política y su débil infraestructura.
El movimiento "Apestan" (You Stink), es una expresión fuerte de rechazo de la juventud hacia la élite gobernante en el Líbano, quienes se disputan el poder, pero están unidos en la defensa del sistema existente.
Esta clase política con su especial astucia, trató rápidamente de tomar este levantamiento como parte de la oposición, y la mayoría dio su bendición al sentimiento de la calle. Muchos trataron de aprovecharlo, especialmente la corriente nacionalista que se encuentra en disputa política con el Movimiento Futuro y el primer ministro Tamam Salam.
El general Michel Aoun, líder del Movimiento Patriótico Libre, felicitó a los jóvenes por su acción política después de que él acaba de completar un plan de sucesión para el liderazgo de su partido en favor de su yerno, el canciller Gebran Bassil.
La sucesión fue duramente criticada, incluso por miembros de la corriente, incluyendo a su propio sobrino, Alan Aoun, que competía con Bassil por el liderazgo del partido, pero se vio obligado a retirarse bajo una fuerte presión del fundador, Michel Aoun.
Era obvio que Aoun estaba tratando de dirigir a los jóvenes contra el Movimiento Futuro ya que este cuenta con el mayor número de escaños en el gabinete, y los dos ministros apuntados por los manifestantes, el ministro del Interior, Nihad Al Mashnouq y el ministro de Medio Ambiente, Mohamed Al Mashnouq pertenecen al Movimiento del Futuro.
Mientras tanto, el primer ministro Salam está cerca del Movimiento Futuro, y por ende tanto derrocar como debilitar al gobierno socavaría la corriente.
El sazonado líder druso Walid Jumblatt simpatizó con la juventud y la crítica al ministro del Interior. Mientras tanto, Amal y Hezbollah fueron más ambiguos en su posición.
Sin embargo, esta clase política llegó a una genuina preocupación por primera vez el domingo después que las manifestaciones se expandieran tras una operación de seguridad el sábado, y al unirse a la protesta más cantidad de jóvenes de clase media.
La élite política del Líbano finalmente entendió los peligros del creciente descontento juvenil, sobre todo desde que el derrocamiento del gobierno se ha convertido en el canto principal, en lugar de solo la renuncia de los dos ministros (Interior y Medio Ambiente). De hecho, las consignas se intensificaron al concepto de derrocar todo el sistema sectario.
Un problema más serio es que la demanda de los jóvenes para derrocar al gobierno creará un vacío político aún mayor en ausencia de un presidente y una visión tangible por parte de los jóvenes para resolver la crisis en el país. ¿Son como los jóvenes de la primavera árabe, que supieron derribar lo viejo sin saber cómo construir lo nuevo?
La demanda para derrocar al régimen no es sólo un salto hacia lo desconocido, o al fuego, al igual que en muchos otros países árabes, incluyendo la vecina Siria, sino también imposible debido al intrincadamente complejo sistema político libanés basado en raíces locales y comunitarias.
A pesar de todos los defectos del sistema político en el Líbano, este tiene raíces históricas profundas que datan de cientos de años. El sistema se basa en las minorías que vivían en el Monte Líbano, especialmente los maronitas y los drusos, quienes mantuvieron su independencia política y su libertad religiosa a través de un sistema complejo que aprovechó el terreno montañoso y las alianzas entre los líderes feudales y religiosos, y que dejaba un razonable espacio para la libertad personal, todo lo cual se adapta al carácter autosuficiente libanés.
No importa cuanta influencia tiene de su secta, el poder de cualquier partido del Líbano se basa en la lealtad sectaria y la identidad regional, así como los intereses personales mutuos entre el líder sectario y sus seguidores.
Lo más importante, este sistema sectario complejo separa responsabilidades. Cada parte culpa a sus oponentes por fallas en medio de una estructura de gobierno fragmentada.
Si algunos culpan al Movimiento Futuro por el problema de la basura, los sunnitas se manifestaran para defender su actual política. Mientras tanto, el Movimiento Futuro acusa a la corriente de Aoun por la crónica crisis de electricidad, ya que los aounistas han estado a cargo de esta cartera durante muchos años.
Si Hezbollah, sus aliados de izquierda y nacionalistas, culpan a lo que ellos llaman la élite Hariri por los problemas económicos y deudas crecientes del Líbano, estos últimos responden que las guerras y las acciones de Hezbollah en el extranjero, especialmente en los países árabes, son la razón de esa crisis económica.
Mientras la élite y los jóvenes culpan a toda la clase dominante, es imposible cambiar ese statu quo. Derrocar el gobierno es posible en un país como el Líbano, y ha ocurrido muchas veces antes, y los libaneses han desafiado a sus presidentes muchas veces antes.
Sin embargo, deponer a decenas de líderes de 18 sectas es imposible. Se haría más daño que bien; estos líderes permiten a esta sociedad diversa coexistir, aunque sea en forma de distribución y cuotas sectarias.
Y así, el régimen en el Líbano parece estar entre los más fuertes del mundo, mientras que el estado del Líbano es uno de los más débiles. A veces parece ser un campo de batalla para los poderes políticos o en el mejor de los casos, un escenario para el trueque. El mayor peligro es el colapso del Estado que es el hogar del pueblo libanés, aún en medio de servicios disfuncionales y deudas crecientes.
La nueva élite de jóvenes debe trabajar desde dentro del sistema para mejorarlo y desarrollarlo, porque este sistema es el producto de la composición social del Líbano. No importa cómo muchos líderes, partidos y balances sectarios cambien, este sistema se mantendrá inamovible.
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(*) Hassan Al Qishawi: Cronista desde Beirut para el periódico egipcio Al-Ahram. La nota fue publicada por Al-Ahram weekly, con fecha 27 de agosto.
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