La diáspora, deuda y dolarización: La resistencia de la deuda soberana libanesa a la crisis (Parte 3)
Durante la presentación de la Cátedra de Líbano en la Facultad de Ciencias Económicas de la UBA, se realizó una presentación sobre el sistema bancario y el aumento de los depósitos que no me dejó muy contento. Doy gracias a Julia Tierney por facilitar una respuesta académica a dicha presentación.
Explicando la resiliencia
Líbano lleva más de un año sin presidente, los parlamentarios extendieron unilateralmente su mandato en dos oportunidades, un tercio de los residentes en el país son refugiados, y la mayoría de la población enfrenta cortes de electricidad, falta de agua potable y acumulación de residuos.
A pesar de todo eso, y de acuerdo con las palabras del ex Ministro de Finanzas, Rayya El Hassan, “Según la definición estricta de crisis aceptada por la comunidad financiera, Líbano no está en crisis”. Además, el país enfrenta pequeñas dificultades para refinanciar su deuda soberana.
¿Cómo se explica la refinanciación de la deuda de Líbano? Se explica a través del concepto de resiliencia*. Líbano posee gran capacidad de resiliencia para reponerse de las innumerables crisis. Tal es así, que el Financial Times en 2008 tituló “Resiliencia respalda deuda de Líbano”, y la agencia de calificación de riesgo Moody’s, resaltó que los bancos libaneses “históricamente demostraron gran capacidad de resiliencia durante momentos de alta tensión política”.
Por su parte, el Banco Mundial afirma que la resiliencia de los bancos y depósitos libaneses “se debe a la familiaridad de la diáspora con la inestabilidad política y de seguridad del país. De todos modos, el FMI destacó en un reciente informe que “La conocida resiliencia libanesa está siendo duramente desafiada”. La advertencia fue repetida por el International Crisis Group cuando dijo que la resiliencia libanesa “se convirtió en una excusa para justificar la actitud neoliberal disfuncional de su clase política, la cual podría quebrar al país”.
Voy a concluir analizando la resiliencia con mayor profundidad, pero antes propongo tres variables que definen a Líbano: primero, los acreedores de la deuda libanesa; segundo, la dolarización de la economía; y tercero, la tríada formada por los bancos comerciales, el Banco Central, y el Estado—o como me lo describió un ex Ministro de Finanzas, su carácter monopólico de control de la deuda.
Primero, los dos mayores ejemplos de cesación de pagos de deuda soberana de la historia son Argentina en 2001 y Grecia en 2012. Allí, los acreedores eran extranjeros. En cambio, en Líbano el 85% de la deuda está en manos del Banco Central y bancos comerciales libaneses, o sea, de los mismos libaneses. Motivo por el cual una corrida bancaria que derive en una crisis financiera es imposible.
Por eso, los acreedores libaneses se encuentran atrapados dentro de un sistema financiero circular compuesto por depósitos bancarios, altos niveles de interés y deuda soberana, haciendo de la extracción de depósitos—algo que nunca ocurrió—el mayor riesgo. No ocurrió previo a la Conferencia de Paris II en 2002, ni tras la muerte de Hariri en 2005, tampoco durante la guerra con Israel en 2006, o a lo largo de la crisis en Siria (sin embargo, el Banco Audi informó en 2015 que los depósitos cayeron un 25% durante 2014 con respecto a 2013).
La mayor parte de los depósitos los realiza la diáspora, a la cual el líder de investigación de uno de los principales bancos describió como “la fuente de la riqueza libanesa”. Según un funcionario del Banco Central, las remesas que envía la diáspora “son la válvula de escape para la supervivencia del sistema,” al mismo tiempo que reduce riesgos gracias a su diversidad.
A pesar de la diversidad de las fuentes, la mayoría de la diáspora se encuentra en los países del Golfo Pérsico y el Norte de África, y sostiene la esperanza de volver al país. Razón por la cual compran casas en Líbano y envían remesas de forma continua; transacciones facilitadas por los bancos libaneses que construyeron una red global conectando los destinos más populares de la diáspora.
Segundo, la estabilidad de la deuda soberana está asegurada por un tipo de cambio fijo. Tras la profunda depreciación de la lira libanesa durante la Guerra Civil, se estableció un tipo de cambio rígido que lleva diecisiete años en pie.
En economía existe un problema denominado “La Trinidad Imposible”. La misma se conforma con una política monetaria independiente, un tipo de cambio estable, y libre movimiento de capitales. Líbano relegó la independencia sobre la política monetaria para mantener abierto el mercado de capitales y la confianza en la moneda, generando la obligación de mantener un interés para atraer capitales.
Con ese esquema, Líbano genera confianza a través de una política de cambio fijo—los dólares depositados pueden ser retirados en dólares, o su equivalente en liras libanesas, al valor de LL1.507,5 por cada dólar—y además, atrae depósitos en ambas monedas.
“El indicador de confianza más importante en el país, es la estabilidad de la moneda nacional”, afirma Tom Jacobs, representante libanés en la International Finance Corporation, y agregó “al final del día, la resiliencia se fortalece con un tipo de cambio fijo”. Por eso mismo, se especula que el abandono del tipo de cambio fijo reduzca el nivel de depósitos, dificultando la compra de deuda soberana por parte de los bancos, y derrumbando con ello el sistema financiero.
Tercero, el cimiento de la resiliencia libanesa se encuentra en el nexo que une a los bancos comerciales, el Banco Central y el soberano, porque el Banco Central tiene el objetivo de preservar la estabilidad del tipo de cambio, y de preservar la ganancia de los bancos.
Mientras que un entrevistado describió la relación de forma benigna como “un acuerdo tácito para la administración del sistema y el enriquecimiento conjunto”, otro prefirió describir el vínculo como “una relación monopólica-oligopólica que asegura el enriquecimiento de los bancos”. En ese sentido, y para evitar una eventual cesación de pagos o crisis monetaria, la circulación de dinero entre los bancos y el soberano—mediado por el Banco Central—es esencial. Allí se encuentra el origen de la resiliencia libanesa.
El costo que pagó el Banco Central para poder navegar las aguas que llevaron a otros países a la quiebra financiera no es menor, porque el nepotismo-capitalista que gobierna a Líbano dejó en manos de la clase política el control de los bancos. El economista Jad Chaaban reveló hasta qué punto la clase política, principal accionista en los bancos, se enriqueció gracias a los intereses.
Anualmente, cerca del 36% del presupuesto nacional se destina al pago de intereses de la deuda soberana, y entre 2006 y 2014, el ex Primer Ministro y principal accionista de BankMed, Saad Hariri, embolsó u$s108 millones. Pero, Hariri es solo uno de los tantos ejemplos del espectro político que se enriqueció a cuesta del Estado libanés.
Sin embargo, el nexo entre los bancos y el Estado es aún más complejo que un simple sistema de enriquecimiento para los amigos del poder. El Banco Central exige a los bancos que mantengan altos niveles de reservas para incentivar la economía en tiempos de crisis; razón principal por la cual los depósitos durante la última crisis financiera mundial y actual escenario político continuaron aumentando. Más importante aún, la administración del Banco Central—interés alto para incentivar depósitos, que luego son utilizados para refinanciar deuda—es lo que evita la cesación de pagos de la deuda.
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El concepto de resiliencia hace referencia a las capacidades de una economía para enfrentar, recuperar y reconstruir, y en consecuencia, minimizar pérdidas agregadas de consumo. Además, se refiere a la capacidad para distribuir esas pérdidas.
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Nota: La versión original de este artículo fue publicado por Jadaliyya el día 25 de noviembre de 2015.
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