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martes, 01 de diciembre de 2015

La diáspora, deuda y dolarización: La resistencia de la deuda soberana libanesa a la crisis (Parte 1)

Por Julia Tierney (*) —Traducido por Jodor Jalit para el Diario Sirio Libanés

Durante la presentación de la Cátedra de Líbano en la Facultad de Ciencias Económicas de la UBA, se realizó una presentación sobre el sistema bancario y el aumento de los depósitos que no me dejó muy contento. Doy gracias a Julia Tierney por facilitar una respuesta académica a dicha presentación.

No hay datos estadísticos sobre el número de emigrados libanesas que trabajan en el exterior, o sobre la inmensa suma de dinero que envía a su país de origen. El Banco Mundial estima que durante los últimos 5 años las remesas se ubicaron entre el 15% y 20% del producto bruto interno libanés.

Más de la mitad de esas remesas son generadas en los países del Golfo Pérsico, desde donde un emigrante envía a Líbano en promedio y por año u$s8.000 (ocho mil dólares). Los libaneses en África y Europa remiten u$s9.000 (nueve mil dólares), mientras los residentes en América u$s4.200 (cuatro mil doscientos dólares). El total de las remesas es depositado en bancos libaneses, muchos de los cuales poseen sucursales en el Golfo, África del Este y Europa.

Las remesas complementan los ingresos de las familias libanesas durante los meses de vacas flacas, pero también ayudan a que el Estado pueda atravesar este momento de dificultad. La polarización política está hundiendo a Líbano, mientras 1,5 millones de refugiados sirios aumentan la presión sobre una frágil infraestructura libanesa.

A pesar de eso, y de los riesgos económico y político, el altamente endeudado gobierno libanés emitió bonos por un total de u$s3.500 millones (tres mil millones y medio de dólares) durante 2015. Los depósitos generados por las remesas desbordan a los bancos que recibieron u$s150.000 millones (ciento cincuenta mil millones de dólares), el equivalente a tres veces el producto bruto interno de Líbano. Este artículo investiga el vínculo político-económico-transnacional entre las remesas de la diáspora libanesa y su inversión en la costosa deuda soberana libanesa.

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El recorrido de las remesas inicia en Riad, Dakar o Paris, y son fruto de distintas actividades económicas, pero comparten la moneda: dólar estadounidense. La preferencia por el billete se puede explicar por la fijación del cambio entre el dólar y la lira libanesa en el año 1998 (u$s1 =LL1.507,5).

El emigrado deposita dólares en, digamos, una sucursal del Banco Audi en Doha, del Banco BLOM en Abu Dhabi, o del Banco Byblos en Lagos, para que luego su familia pueda retirarlo en Líbano y comprar alimento, pagar servicios, o pasarlos a una cuenta de ahorros generando intereses. Sin embargo, el depósito no acumula interés de manera inútil porque más de la mitad de los depósitos se invierte en deuda soberana.

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La deuda soberana libanesa no es un problema nuevo. Líbano acumuló gran parte de su deuda a través de la reconstrucción tras la Guerra Civil (1975-1989) y crónicos déficits presupuestarios. Se estima de forma conservadora que la deuda libanesa representa el 132% del producto bruto interno, y que continúa creciendo. Este dato ubica a Líbano en el tercer lugar (detrás de Japón y Grecia) entre los países más endeudados.

Más allá del origen de los dólares enviados por la diáspora, estos depósitos financian la deuda de un gobierno en quiebra, no solo financiera. De hecho, Líbano no enfrenta una crisis financiera, e históricamente jamás cesó los pagos de la deuda. De acuerdo con un ex Ministro de Finanzas entrevistado para la ocasión, el continuo crecimiento de los depósitos producto de las remesas “hace que la economía continúe funcionando. Es lo que permite refinanciar la deuda de un gobierno libanés que en teoría no podría financiarse a sí mismo”.

Mientras líderes políticos desperdician su habilidad en negociados y se deteriora la calidad de los servicios públicos, la deuda libanesa continúa creciendo al ritmo de los depósitos bancarios (léase remesas). Por eso, lo único que rompería con este círculo vicioso es el cese de las remesas, un fenómeno que según el economista Samir Makdisi persistirá porque “A partir de 1990, Líbano sufrió guerras, ocupación e inestabilidad, y sin embargo, el flujo de remesas nunca llegó a poner en riesgo al sistema”.

¿Cómo se construyó ese sistema? ¿Por qué el vínculo entre las remesas en dólares de la diáspora, bancos libaneses, y la deuda soberana no se quebró ante las repetidas crisis políticas? ¿Cómo debe entenderse el flujo de trabajo y capital? ¿Cómo parte de un círculo vicioso? Esa es una pregunta especialmente importante porque el flujo de capital sostiene a la deuda financiera y desnuda la necesidad de aumentar la diáspora libanesa.

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Julia Tierney reside actualmente en Beirut mientras completa los requisitos para doctorarse en Planeamiento Urbano, Comunitario y Regional en la Universidad de Berkeley, tras completar la licenciatura en Estudios Latinoamericanos en la Universidad de Yale, y obtener tres grados de maestro en la Universidad John Hopkins, el Instituto de Tecnología de Massachusetts, y la Universidad Americana de Beirut. Su currículum académico se completa con experiencias profesionales en la banca financiera Lehman Brothers y el Banco Mundial. Pueden seguir a la joven a través de la red social Twitter en @memariposa

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Nota: La versión original de este artículo  fue publicado por Jadaliyya el día 25 de noviembre de 2015.

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