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miércoles, 21 de octubre de 2015

La arena movediza siria

Por Alí Ibrahim—Traducido por Jodor Jalit para el Diario Sirio Libanés

Alí Ibrahim es Jefe de Editores y columnista de Asharq Al Awsat, y puede ser seguido a través de su cuenta de Twitter @Alii_Ibrahim.

Los últimos acontecimientos en el complejo y catastrófico escenario de Medio Oriente tienen a los analistas refregándose la cara, porque las decisiones de  algunos países echan leña al fuego sirio. La posibilidad de una tercera guerra mundial, o por lo menos, de una guerra subsidiaria entre las potencias mundiales, aunque sea producto del error, ya dejó de ser un espejismo.

La más mínima equivocación puede transformar a las arenas movedizas sirias en un conflicto internacional entre Estados Unidos y Rusia, porque a lo largo de los últimos cuatro años, el conflicto sirio dejó de ser una movilización popular en reclamo por reformas democráticas y mejores condiciones sociales.

Tras la intervención militar de Rusia, el escenario se ha vuelto aún más volátil que antes. Y, más allá del énfasis puesto sobre los ataques rusos contra los rebeldes de la oposición a Bashar Al Asad por parte de los medios occidentales, Rusia se ha empeñado decididamente en combatir la presencia del grupo terrorista E.I.

Pensar que Estados Unidos y Rusia puedan enfrentarse en Siria es una estupidez, y podemos recurrir a las guerras de Vietnam y Corea como referencias. Sin embargo, la violación del espacio aéreo turco por un avión ruso aumentó la tensión. Por eso vale preguntar si de la misma manera que ocurrió con los Talibán en Afganistán durante la década de 1980, ¿se transformará Turquía en un aliado de Estados Unidos en una guerra subsidiaria contra Rusia?

En realidad es difícil imaginar tal escenario, porque Turquía no dio señales de participar en un conflicto fuera de su territorio. De hecho, Ankara evidenció cierto desgaste por la cercanía del conflicto, reflejado en el ingreso de refugiados y ataques terroristas dentro de sus fronteras. Además, Ankara se está preparando para firmar un acuerdo estratégico con Rusia para la construcción de una tubería de gas natural.

Muchos apuntan contra el tibio compromiso norteamericano para entrenar a la oposición siria, y las políticas contradictorias de Washington, como las razones del complejo escenario sirio. Otros culpan a los países árabes por no intervenir durante las primeras etapas del conflicto. Esa crítica no tiene validez porque no existe la voluntad política para un enfrentamiento entre ejércitos árabes.

Lo más extraño son las dudas generadas en torno a las intenciones norteamericanas. Primero, por la abierta cooperación militar entre Moscú y Washington para evitar enfrentamientos aislados entre aviones de ambos países sobre espacio aéreo sirio. Segundo, EEUU parece estar contento con el bombardeo aéreo de E.I. en Iraq, mientras el gobierno de Bagdad construye una alianza con Rusia para combatir al grupo en tierra.

Entonces, ¿Qué objetivo estratégico desea alcanzar Rusia en Siria? Y, teniendo en cuenta que Asad no sobrevivirá una solución política del conflicto—algo que Moscú tiene muy claro, ¿es cierto que el verdadero objetivo proteger al actual gobierno? ¿No será que los rusos quieren controlar el Mediterráneo? A lo mejor. Sí, se puede asegurar que el próximo gobierno sirio deberá aceptar la influencia rusa.

La pregunta del millón es: ¿Quién tomará el poder ante un posible gobierno de transición en Siria? Quiero decir, nadie está dispuesto a compartir gobierno con E.I., o dejar en manos de un grupo extremista la dirección política de una de las naciones árabes más importante. Tampoco es una opción la división del territorio en unidades, cada una bajo la influencia de distintos países como ocurre hoy día. Esa solución garantiza un escenario de tensión perpetua entre todas las partes interesadas.

Es en ese sentido que la situación siria se convirtió en una arena movediza; constantemente cambiando de forma y dirección, al mismo tiempo que absorbe a todos los que toman contacto con ella.

Lo que necesita Siria es una conferencia internacional donde los principales actores—regionales e internacionales—puedan sentarse y decidir sobre la forma de intervención dentro del conflicto y en torno al futuro político del país. De esta manera se podrá resolver la mayoría de los problemas actuales y evitar el precipicio que significa un conflicto entre las potencias mundiales.

NOTA: La versión original  de este artículo fue publicada por Asharq Al Awsat el 11 de octubre de 2015.

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