La OIC cae en la trampa
La Organización de Cooperación Islámica (OIC, por sus siglas en inglés) perdió el rumbo y justifica la existencia de estados religiosos.
A primera vista, se puede asumir que los miembros de la OIC son Estados donde la mayoría de su población practica alguna versión del Islam. Sin embargo, al observar con detalle podemos encontrar Estados donde los practicantes del Islam no son mayoría, o incluso son minoritarios.
Entonces ¿Qué da coherencia a este grupo de países africanos y orientales?
Al indagar sobre el origen del organismo, observamos que su fundación se remite al 25 de septiembre de 1969, y el incendio de la Mezquita Al Aqsa. Por tal motivo, el cuarto punto de la carta fundacional establece como misión “la preservación y promoción de la paz, la compasión, la tolerancia, la igualdad, la justicia y la dignidad humana, todos nobles valores del Islam”.
¡Cómo si esos valores fueran propiedad exclusiva del Islam, y no de la humanidad!
Pero más importante aún, el siguiente punto dice que “se trabajará para revitalizar el rol fundante del Islam en el mundo, al mismo tiempo que se asegurará el desarrollo, progreso y prosperidad de las personas de los Estados miembros”.
¡Se olvidaron de la censura religiosa sobre Copérnico, Galileo, Descartes y Darwin!
No pretendo que los musulmanes abandonen su identidad religiosa, sino más bien que no se imponga por la fuerza de la misma forma que lo ha hecho la Iglesia Católica en América del Sur, la Iglesia Protestante en América del Norte, o la Sinagoga en Palestina.
La religión no debe tener lugar en la política.
“¿Por qué debiéramos pedir a los no musulmanes que resuelvan los problemas entre musulmanes?”, preguntaba retóricamente Erdogan. “Debemos poder resolverlos nosotros mismos”, se respondió durante la 13ra Conferencia de la OIC.
En ese sentido, se esperaba que la OIC tome decisiones sobre distintas cuestiones que afectan a la región: la ocupación de Palestina, Siria y Líbano por parte de Israel; las intervenciones militares en Iraq, Siria, Yemen y Libia; la declaración de autonomía kurda en el norte de Siria; entre otros temas como la presencia de grupos terroristas y la tensión entre Arabia Saudí e Irán.
Pero los 218 puntos del “Comunicado Final de la 13ra Conferencia Islámica de Jefes de Estado y Gobierno de los Miembros de la OIC ” dejan en evidencia la inoperancia de la segunda organización intergubernamental más grande después de la ONU. Porque como dijo Gadafi durante la reunión de la Liga Árabe –otro organismo regional inútil- realizada en Siria en 2008: “Nosotros [los Estados miembros] no compartimos nada más allá de estas paredes”. Palabras que podrían haberse repetido ayer y hoy en Estambul.
¡¿Quiere alguien decirme que comparten Albania, Benín, Guyana y Arabia Saudí más allá de un par de correligionarios?!
La religión no debe tener lugar en la política, y cuando lo obtiene, reniega del desarrollo humano y avance científico, porque amenaza su control sobre la conducta del ser. En el caso particular de la OIC, la religión tiene preeminencia sobre la política, y Arabia Saudí sobre el resto de sus miembros.
Entonces, no debe sorprender que el documento final haga silencio sobre la intervención saudí en Yemen, la declaración de independencia kurda en Siria, y trate muy livianamente la ocupación de Líbano, Palestina y Siria por parte de Israel, y no denuncie los abusos a los derechos humanos por parte de las monarquías del Golfo Pérsico.
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