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viernes, 04 de marzo de 2016

El mundo post Obama

Por Vijay Prashad

Los candidatos a la presidencia de EEUU, la hegemonía del establishment militarista y la política exterior. Nota reciente publicada en el periódico indio Frontline. 

Cuando el presidente de EEUU, Barack Obama, recibió el Premio Nobel de la Paz en 2009, dijo: “Tal vez el más profundo tema alrededor de mi premiación es el hecho que soy el Comandante en Jefe del ejército de una nación en el medio de dos guerras”.

Obama se refirió a las guerras de Afganistán e Irak, aunque esta es una respuesta modesta. Los EEUU habían estado envueltos en mucho más que dos guerras. En 2001, George Bush había comprometido los EEUU a una Guerra Global contra el Terrorismo en todo momento y en todas partes. Las fuerzas especiales y drones habían estado envueltos en operaciones de combate en mucho más que dos países.

Ningún otro país tiene una huella tan amplia como los EEUU. Existen 800 bases militares estadounidenses en 80 países, puestos de vigilancia en todo el planeta para los intereses de EEUU. Ni China, ni Rusia están posicionadas cerca de EEUU en términos de alcance militar.

Con el colapso de la Unión Soviética en 1991, EEUU no tuvo competidor a nivel global. Continúo la guerra sin preocupaciones o desafíos. Esto fue evidente en Irak en 1991. La falta de restricciones efectivas en las ambiciones estadounidenses, forzaron al liderazgo de la ONU a santificar las guerras de EEUU.

Luego del fiasco de su invasión a Irak en 2003, EEUU halló su legitimidad erosionada. La ONU fue intimidada para pasar rápidamente un nuevo mandato, la doctrina de la R2P, (Responsabilidad de Proteger) de 2005, que sugería que los estados miembros de la ONU, podían intervenir en un conflicto doméstico si los civiles estaban siendo dañados.

Las guerras de Hillary Clinton

Cualquier sea las visión personal de Obama sobre la guerra, no estaba rodeado de pacifistas. Él había dicho que la invasión de Irak de 2003 había sido una “mala guerra”. El ataque de EEUU a Afganistán era, por contraste, una “buena guerra”. Otras “buenas guerras” podían ser llevadas adelante, especialmente si venían con la marca de la R2P.

La guerra de la OTAN en Libia, por ejemplo, fue una ataque R2P. Obama había sido reticente. Su Secretaria de Estado, Hillary Clinton, se esforzó en convencerlo de bombardear Libia. Como la asesora de Clinton, Anne-Marie Slaughter, escribió en un mail del 19 de marzo de 2011: “Nunca me he sentido más orgullosa de haber trabajado para hacer cambiar al presidente sobre esto”. Hillary respondió tres días después: “Mantengan los dedos cruzados y recen por un desembarco suave, por el bien de todos”.

Libia, que fue la guerra de Hillary Clinton tanto como de Nicolás Sarkozy de Francia, comenzó como la “buena guerra”, pero terminó siendo “mala” inmediatamente después.

Hillary Clinton es presumiblemente, la candidata demócrata a suceder a Obama. Uno de sus argumentos de campaña es que ella excede a los candidatos del otro partido en términos de experiencia en relaciones exteriores. Pero, ¿a que equivale su experiencia?

La parte más importante de su curriculum es que estuvo cuatro años como Secretaria de Estado en la primera presidencia de Obama. Los momentos más importantes de su carrera muestran como socavó los intereses democráticos de otros países en beneficio de los intereses planetarios de EEUU.

En 2099, el departamento a su cargo jugo un rol activo en el golpe contra Manuel Zelaya, presidente democráticamente electo de Honduras. La tristeza en Latinoamérica no detuvo a Hillary, quien quiso apresurar las nuevas elecciones bajo la administración golpista, para "hacer que la cuestión de Zelaya sea discutible", como afirmó en su autobiografía.

El golpe envió un mensaje a lo largo de Latinoamérica: EEUU no había olvidado que actuaría en beneficio de sus intereses comerciales y militares, contra cualquier amenaza al status quo.

Golpe blando

Al año siguiente, jugó un rol principal en la renuncia de Yukio Hatoyama, el democráticamente electo Primer Ministro de Japón. Hatoyama había ganado un mandato para remover la base militar estadounidense en Okinawa.

Ella viajó a Japón mientras Hatoyama trataba de cumplir su promesa, y presionó contra la retirada de la base, avivando el descontento entre la clase política. Uno de los aliados de Hatoyama se separó. Renunció unas pocas semanas después de que Hillary Clinton salió de Japón. Fue un golpe blando.

La guerra contra Libia en 2010 fue la más poderosa experiencia de Hillary Clinton. Cuando el líder libio Muammar Kaddafi fue asesinado en las afueras de Sirte, dijo: "Vinimos, vimos, murió". Fue una cruel muestra del poder de EEUU. Es una ventana a cómo Hillary Clinton gobernaría de ser presidente: con mano de hierro contra cualquier desafío al poder de EEUU.

Clinton es la medida de la visión del establishment estadounidense de su autoridad y sus necesidades de dirigir su agenda en el mundo.

El republicano más cercano a ella es Marco Rubio, el joven senador cubano-estadounidense de Florida. Ambos creen que EEUU es un país excepcional y que sin el liderazgo de EEUU, el mundo se hundiría en el pantano.

Ella se deleita designando a EEUU como “una nación indispensable”, y sugiere que existen pocos problemas en el mundo “que puedan ser resueltos sin los EEUU”. “Existe solo una nación en la tierra”, dijo Rubio en 2014, “capaz de convocar y reunir a los libres de este planeta para resistir la propagación del totalitarismo”.

Solo los EEUU pueden hacer cosas. Otros son peligrosos en sí mismos. China y Rusia, para Rubio y Clinton, son amenazas vivientes.

“Un gánster en Moscú no está solo amenazando a Europa”, dijo alegremente Rubio el año pasado, sino que “está amenazando con destruir y dividir la OTAN”. Hillary, como Secretaria de Estado, había comparado a Vladimir Putin con Adolph Hitler. El establishment está comprometido a hacer retroceder a Rusia. Existe amplio consenso en ello .

Si bien Rusia puede ser fácilmente pintada como una terrible amenaza, el establishment de EEUU es mucho más cauto sobre China. Tanto Clinton como Rubio admiran al ex-Secretario de Estado, Henry Kissinger, quien argumenta en su libro China, en favor de la colaboración entre ambos poderes. La confrontación no vale la pena, dada la interpenetración de las economías de ambos.

Sobre Cuba y Vietnam, Rubio dijo que el compromiso no había traído libertad a esos países. Cuando se le pregunto por China, dijo, “desde una perspectiva política, nuestro acercamiento a China por necesidad tiene que ser diferente al de Cuba”. En la expresión “por necesidad” aparece la cautela de Kissinger.

El año pasado, Hillary Clinton alteró los ánimos en Beijing cuando cuestionó el compromiso del gobierno con los derechos de la mujer. Pero esto no define sus relaciones con China, que son mucho más pragmáticas, en línea con las de los intereses comerciales de EEUU. Chocar espadas es malo para aquellos intereses que desean un mejor trato antes que un drama en alta mar.

El aislacionismo republicano

Si Rubio y Clinton reflejan el establishment sobre guerra y comercio, el candidato presidencial republicano, Donald Trump, llega a la política exterior desde un lugar idiosincrático. Superficialmente, Trump se ve como un aislacionista, alguien que quiere que EEUU se retire de los enredos mundiales. Quiere construir un muro gigante alrededor del país y usar poder aéreo para disciplinar a los pueblos del mundo.

Ted Cruz, un zelote religioso, ha hecho comentarios genocidas sobre el uso de poder aéreo.  Ha dicho que quiere bombardear a Estado Islámico (E.I.) y enviarlo al olvido para saber “si la arena puede brillar en la oscuridad”. Trump dijo que sus tropas mojarían sus balas en sangre de cerdo para ejecutar musulmanes. Es solo retórica perversa, pero al mismo tiempo Trump atacó la guerra de George Bush contra Irak en 2003, llamándola “un gran y gordo error”.

Trump y Cruz son incoherentes en su aislacionismo. No les gustaría enredar a EEUU en una guerra pero están ansiosos por bombardear a sus adversarios. Su aislacionismo es también anacrónico. La milicia de EEUU no sólo se extendió por todo el mundo, sino que su gobierno se ve a sí mismo como el policía del mundo, en un papel que tiene sus raíces en el sostén de un conjunto de relaciones comerciales y financieras en todo el mundo.

En otras palabras, la presencia de EEUU marca los términos del poder económico estadounidense, dirigido desde la Organización Mundial de Comercio y el Fondo Monetario Internacional (en el cual EEUU estuvo muy feliz de apoyar un segundo mandato de Christine Lagarde).

Un aislacionismo genuino tendría que romper con una política exterior que protege los intereses en el extranjero de las corporaciones y multimillonarios transnacionales con base en EEUU. Pero los aislacionistas republicanos desean los beneficios del poder militar sin ejercerlo. Este es el corazón de su confusión.

El candidato demócrata Bernie Sanders, comparte la visión de Trump sobre la guerra de Irak, pero llega a las raíces del poder desde una perspectiva diferente. Sanders dijo que EEUU “no puede y no debe ser el policía del mundo”. Este es un quiebre con el consenso.

Cuando se trata del poder de Wall Street en el país, Sanders es claro y cristalino. No es tan claro públicamente, sin embargo, con los vínculos entre el comercio y las ventajas financieras adquiridas por los EEUU consecuentes de su huella militar en todo el planeta.

La única manera de quitar realmente poder a EEUU, sería reconocer también que esto significa que el país ya no tendrá ventajas financieras y comerciales ilimitadas en todo el planeta. Hay algo de voz profética en Sanders, fulminante contra Wall Street y los multimillonarios. Pero cuando se trata del mundo, solo busca a tientas.

No es, como sugiere Hillary Clinton, una falta de experiencia de su parte. El resto de los candidatos a suceder a Obama están unidos en la idea de que el poder de EEUU debe estar intacto. Sanders parece sugerir que la era del poder estadounidense debe llegar a su fin. Pero él simplemente no puede comprometerse en decirlo.

***

(*) Vijay Prashad es un historiador y periodista de origen indio.  Es profesor de Estudios Internacionales en el Trinity College de EEUU. En 2013-2014 fue presidente “Edward Said” en la Universidad Americana de Beirut.

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