El frente terrestre de la guerra contra E.I.
La guerra moderna dejó en claro la inviabilidad de un ataque aéreo para cambiar definitivamente el curso de un conflicto armado. Por eso tras la masacre en Srebrenica y Markale se iniciaron las misiones aéreas combinadas con fuerzas terrestres para dar fin al enfrentamiento entre bosnios, serbios y croatas.
La invasión y ocupación de Afganistán por parte de EEUU tras el ataque a las Torres Gemelas, al igual que el caso de Iraq, efectivizó las conclusiones extraídas en Bosnia-Herzegovina. Por la misma razón, la campaña militar en Afganistán e Iraq combinó esfuerzos de los tres componentes de las fuerzas armadas: naval, aérea y terrestre.
La reticencia a utilizar una fuerza terrestre está íntimamente asociada con los costos políticos de la acción. Sin embargo, no es la muerte de soldados el factor determinante sobre el uso o no de los medios terrestres. Es el impacto de esas muertes en el electorado y las chances de reelección del decisor. La vida del soldado es prescindible si es invisible.
EEUU, junto con Francia y el Reino Unido, al aprobar el apoyo y entrenamiento de rebeldes y bombardeo de posiciones de E.I. en Iraq y Siria, y rechazo al compromiso de sus tropas terrestres, evidencia el rechazo a cargar con el costo político. Más importante aún, la persistencia de E.I. revela la ineficacia de las operaciones militares aéreas que continúan destruyendo a Iraq y Siria.
La utilización exclusiva del elemento aéreo de las fuerzas armadas no conducirá a la derrota de E.I. en Iraq y Siria.
En un momento de la historia en que las fuerzas armadas se esfuerzan por desarrollar un estado mayor conjunto que mejore la coordinación de sus partes, los bombardeos en Iraq y Siria son anacrónicos.
La situación fue puesta en evidencia por el exDirector Adjunto de la CIA, John McLaughlin, quien sugirió que una fuerza terrestre se encuentra en formación. Porque la única forma en que E.I. puede ser derrotado militarmente, y evitar que las victorias en Ramadi se vuelvan derrotas en Palmira, es a través de una estrategia militar que incorpore fuerzas terrestres.
La necesidad de una fuerza terrestre que enfrente a E.I. con el fin de eliminar sus capacidades militares, lo entendió Hezbollah desde un principio. Además, la milicia comprendió algo que EEUU pregona desde la Primera Guerra Mundial: la lucha debe llevarse a territorio enemigo.
Ambas lecciones fueron incorporadas por Hezbollah desde un primer momento, y se manifestó en el envío de sus tropas a territorio sirio. Las repercusiones de la decisión en Líbano no fueron menores e infundadas. Pero nadie puede negar la incorporación de las dos lecciones importantes de la guerra moderna: acción conjunta de las fuerzas y exportación del conflicto.
Hezbollah es un complemento importante de las Fuerzas Armadas de Siria, porque posee una gran experiencia de combate y conoce el terreno donde opera. Por la misma razón, sus acciones se limitaron a la zona del Qalamón, y nadie ha reportado la presencia de Hezbollah en Ayn Al Arab (Kobane), Mosul, o Palmira.
La importancia de la presencia terrestre de tropas para eliminar a E.I. fue reconocida por EEUU al coordinar la presencia de la Guardia Revolucionaria de Irán en el oeste de Iraq. Si juntamos este hecho con la presencia de Hezbollah en el Qalamón, podemos confirmar que Hezbollah e Irán están haciendo parte del trabajo sucio que las potencias occidentales y monarquías regionales no quieren hacer: la campaña terrestre.
La otra parte del frente terrestre que combate a E.I. está formado por la Fuerza de Seguridad Kurda (Peshmerga). La diferencia entre este y los otros dos es que occidente puede reconocer un accionar conjunto, como el que se dio en torno a Tikrit, Kirkuk y Ayn Al Arab (Kobane). Porque la Peshmerga no es un estado o grupo paramilitar considerado terrorista por occidente.
La importancia de la campaña terrestre no es mayor que la aérea, por sí solas una es tan ineficiente como la otra. Es la articulación de las tres armas en una misma campaña lo que ofrece un desafío militar fulminante a E.I. La misma estrategia militar que se utilizó para desplazar al grupo Talibán en Afganistán y al partido Ba’ath en Iraq.
Por último, y como resalta Rami G. Khouri, una vez eliminadas las capacidades militares de E.I., es necesario encarar reformas estructurales para eliminar las capacidades sociales que ese tipo de ideologías explota para evitar la aparición de organizaciones similares. Nuevamente, los casos de Afganistán e Iraq ofrecen lecciones importantes al respecto.
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