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jueves, 16 de abril de 2015

El fantasma libanés y la clase dirigente

Por Jodor Jalit

En torno a la conmemoración del inicio de la Guerra Civil Libanesa, los líderes políticos advirtieron al pueblo sobre la posibilidad de un nuevo conflicto interno armado. A su entender, se repite hoy en el país un escenario similar al observado previo al conflicto. De hecho es así, pero la culpa no es del pueblo libanés como así lo insinúa la clase dirigente.

Un fantasma recorre Líbano: el fantasma de la guerra. El ingreso de refugiados, el estancamiento institucional y violación de la soberanía libanesa, plantean un escenario conocido. Puesta en escena que remite a tiempos oscuros de la historia de Líbano, donde las diferencias políticas se dirimieron en el campo de batalla. El arma está cargada, solo falta jalar del gatillo.

Los “Levantamientos Árabes” ocurridos a partir de 2011 desataron un proceso político que se llevó puesto a líderes políticos enquistados en el poder. Hasta el momento, pocos han podido resistir el cambio y entre ellos se destaca a Bashar Al Assad. El precio de su resistencia será evaluado en otro momento, lo que aquí importa es la consecuencia de esa resistencia: el desplazamiento humano. Parte de esa emigración fue absorbida por Líbano—se estima que 1,8 millones de ciudadanos sirios ingresaron al país—fiel a su historial humanitario. Quiero decir, en 1948 Líbano recibió medio millón de refugiados palestinos desatando hasta 1975 un debate en torno al estatus civil de esa población. Debido al impacto demográfico de su incorporación, la población fue otorgada de todos los derechos dentro de los campos de refugiados y ninguno fuera de los mismos. Esta situación vuelvo a repetirse hoy.

Desde el 25 de mayo de 2014, Líbano no tiene presidente. Las culpas son repartidas y caerle solo a Suleiman por cumplir con el mandato constitucional es injusto. Porque es el Parlamento la institución que no desempeño sus funciones. Para ser justo, debo recordar que la institución se encuentra divida entre 2 campos ideológicamente opuestos—Coalición 8 de Marzo y 14 de Marzo. A diferencia de lo ocurrido en 1975, lo que separa a ambos bloques parlamentarios no es la religión, más bien es la política regional. Quiero decir, mientras Irán y Arabia Saudita luchan por el liderazgo regional, 8 de Marzo de alinea detrás del primero, mientras que 14 de Marzo detrás del segundo. Más allá de las diferencias, al igual que en los momentos previos a la Guerra Civil, existen hoy en Líbano una fractura política profunda y peligroso estancamiento institucional, que inhibe el emplazamiento de las reformas necesarias para canalizar las demandas sociales y económicas.

La ocupación de Arsal por parte de E.I. y las repetidas incursiones militares israelíes, ponen en evidencia la vulnerabilidad de la soberanía de Líbano. El avance de E.I. e Israel sobre territorio libanés, confirman la ausencia de una fuerza militar capaz de repeler las amenazas que enfrenta el país. De allí se desprende la importancia que representa la ayuda militar ofrecida a Líbano por Arabia Saudita e Irán, ofertas que reflejan la rivalidad por el liderazgo e influencia regional entre ambos países. Esa lucha por el liderazgo regional data desde el origen de los estados árabes en la época de posguerra e inicio de la Guerra Fría. En su momento se enfrentaron EEUU y Rusia por la región, mientras que hoy lo hacen Irán y Arabia Saudita. Pero lo importante aquí no son los actores, sino la existencia de una rivalidad y su influencia sobre la política doméstica. Una situación observada en Líbano antes de la Guerra Civil y que hoy se repite.

Teniendo en cuenta el escenario presentado y las similitudes del mismo con aquel que engendró a la Guerra Civil, ningún observador debiera sorprenderse ante las advertencias del liderazgo político sobre un posible conflicto armado. Sin embargo, las comunidades libanesas no quieren ir a la guerra y solo los líderes políticos pueden llevarlas a esa instancia de violencia. Al igual que ocurrió en 1975.

Por eso, es responsabilidad de los líderes políticos que el actual conflicto no se incline por la violencia. Quiero decir, Hariri, Nasrallah, Gemayel, Gea Gea, Aoun y Jumblatt son los únicos que pueden y deben elegir unir a la sociedad, movilizar a las instituciones y garantizar la seguridad e integridad nacional de Líbano, y así evitar que el escenario actual engendre la violencia.

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