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Tribuna y debate
viernes, 15 de mayo de 2015

El desangre institucional

Por Jodor Jalit

Cuando la distancia entre los objetivos de la dirigencia y el compromiso de las bases no coinciden, las instituciones pierden atractivo y se desangran lentamente. Más importante aún, la dirigencia no consigue alcanzar sus propios objetivos y ahuyenta a las bases.

El pasado día domingo, el presidente del Club Atlético Baradero, Dr. Gabriel Descalzo, me invitó a participar de la inauguración de las gradas del recientemente estrenado microestadio. La conclusión de ambas obras acarrea un significado difícil de describir para la comunidad local en general. Si hasta el presidente del Club Sportivo Baradero, el “clásico rival”, que comparte medianera con el CAB, se hizo presente para reconocer el logro. Pero lo que me quedó dando vueltas en la cabeza, es la capacidad demostrada por la comisión directiva del club para incitar la participación desinteresada de sus socios en la obra.

El compromiso de las bases con un objetivo comienza con la identificación de un interés común. Por sí solo, sin embargo, no es suficiente. Es también necesario un liderazgo ejemplar y sentimiento de pertenencia. Cuando estas tres características se conjugan, lograr cualquier objetivo institucional se vuelve una empresa factible. Sobran ejemplos que reflejan esa situación, y en un artículo anterior para este portal digital, titulado Juegos Árabes , hice referencia a cuatro escenarios de lo opuesto. Esa habilidad para identificar los medios necesarios para lograr un objetivo común tiene la inevitable consecuencia de fortalecer a la dirigencia, y beneficiar a las bases.

Los primeros perjudicados ante un pobre liderazgo son las bases. La capacidad de los líderes para arrastrar a las bases detrás de un objetivo, radica en su habilidad para convencer al resto de que comparten un interés. Más importante aún, es convencerlos de que ese objetivo solo será posible a través del esfuerzo mancomunado. Esa característica fue manifestada por la comisión directiva del CAB al concluir ambas obras—microestadio y las gradas—y fue reconocida por el Intendente Aldo Carossi, al comprometerse a destrabar la cesión de nuevos terrenos. De eso hablo cuando me refiero a la capacidad de tracción de los líderes. La comisión directiva del club logró no solo el compromiso activo de sus socios en los proyectos, sino que además incitó el apoyo incondicional del municipio. Así, el socio continúa identificándose con los objetivos propuestos por la dirigencia, y participa activamente de la conclusión de las obras pintando, paleando, etc.

Esa intervención del socio es la manifestación explícita de un sentido de pertenencia. Sentimiento que solo aflora bajo un liderazgo que exige y acepta el esfuerzo mancomunado. Un liderazgo que demuestra iniciativa propia y compromiso con la institución que conduce, pero que además “tiene el no difícil” ante las propuestas de las bases. Porque entiende que el socio no es una “mula de carga”, y atiende sus inquietudes y propuestas. Así, el dirigente genera en el socio un cariño contagioso por la institución que no dejar otra opción al visitante más que imitarlo. Seguramente el compartir el mote de “El Negro”, al igual que el Club Atlético Colón hizo las cosas más fáciles para mí. Pero eso no va en desmedro del amor demostrado por los socios y simpatizantes del CAB. Al contrario, incluso descubrieron esa particularidad y la explotaron.

Reflexiono sobre lo que sentí el pasado domingo porque siento un grado de frustración importante con el lugar que ocupa hoy la juventud árabe dentro de la colectividad. Sí, responsabilizo a la dirigencia de la colectividad árabe en general de un liderazgo de tipo autoritario, e incluso totalitario en algunos casos. Porque se tiende a utilizar a los jóvenes como “mulas de carga” para la promoción de ideologías foráneas y concreción de proyectos sectarios, que profundizan las viejas fracturas a la colectividad árabe en la Argentina. Fracturas que hoy reviven al calor de la mal llamada “Primavera Árabe”.

Quiero decir, los dirigentes se olvidan que aquí la colectividad árabe es ante todo, y en su gran mayoría, argentina. La juventud especialmente, es ante todo argentina. Esa es la identidad primaria, básica del miembro de nuestra colectividad. No, la identidad nacional siria o libanesa, o religiosa maronita, sunnita o shiíta, etc. Allí radica una de las principales razones del alejamiento de la juventud de muchas instituciones de la colectividad en Argentina. No es que niegan su ascendencia nacional o religiosa. Ella es sin duda parte de su identidad, y es la razón que anima a cada institución y la participación de los jóvenes. Pero la dirigencia se equivoca al apelar a esas identidades para convertirse en el pastor de pequeños rebaños, cerciorando los vínculos inter-institucionales naturales. Porque ya pocos bajan de un barco "con una mano atrás y otra adelante”, y las necesidades de las nuevas generaciones son otras.

Recurrir a esas identidades que afloran viejas rencillas y refuerzan los nuevos rencores, sean nacionales y/o religiosos,si bien innegablemente presentes, es un gran motivo para la desactivación de la juventud con ascendencia árabe en la Argentina.

Por eso hoy, cuando la distancia entre el origen y la lealtad se vuelve insoslayable, es necesaria una dirigencia capaz de identificar las necesidades de las nuevas generaciones, para evitar que sean excluidos de la colectividad por las mismas disputas que exiliaron a nuestros antepasados. 

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