El Rey de la Carne v. Ali Kemal
En medio de un discurso popular y nacional, groseramente tribunero, Samid tomó la pista y se descargó contra Halit Ergenç (Onur) y su compatriota Demir, ambos miembros del elenco de la novela "Mil y una noches".
Alrededor de las 11 de la noche del día de ayer, mi teléfono comenzó a vibrar y sonar más de lo usual. Deje de lado la cerveza negra y pizza napolitana preparada por Germán y relato de un nuevo hecho de inseguridad de Nicolás, para prestarle atención al aparato. En uno de los mensajes que recibí, Lucas, en tono jocoso decía “Se armó entre turcos y sirios en Tinelli”. Agradecí no tener televisión, pero no pude resistirme a la intriga y me colgué del cable por internet.
Primero, tengo un gran aprecio por la comunidad armenia. El sujifo “ian” tuvo gran presencia durante mis años de educación secundaria y universitaria en los apellidos de un número infinito de músicos, compañeros y profesores. Personas con las cuales pude establecer un vínculo emocional que se extiende hasta la actualidad. De hecho, mi primer almuerzo en Beirut fue en un restaurante armenio.
Además, como le manifesté al Embajador de Armenia en Argentina Alexan Harutiunian, la colectividad armenia tiene mucho que ver con mi existencia. Según la memoria familiar, tras cruzar el Océano Atlántico con tan solo 17 años, mi bisabuelo Amado Jalit (Mohammed Khaled Kazda) pudo reiniciar su vida gracias a la solidaridad del pueblo armenio que le dio un trabajo. Ese apoyo no debe sorprender a nadie. Después de todo, ambas comunidades escapaban del mismo infierno: la picadora de carne que fueron las Fuerzas Armadas del Imperio Otomano durante la Primera Guerra Mundial.
Segundo, una de las universidades a las cuales asistí, tenía una “Esquina del Orador”. Ese espacio era utilizado indistintamente por oradores religiosos, proselitistas, etc. En el contexto de un estado, esa esquina es el parlamento o congreso. Mientras que a nivel internacional, tanto Naciones Unidas como UNASUR o la OTAN, intentan reflejar el mismo espíritu ante la ausencia de un gobierno internacional. Es cierto que no todos los oradores tienen las mismas oportunidades o influencia, pero la existencia del espacio es innegable.
Por otro lado, aunque un piso de televisión no tiene ese objetivo puede serlo. Que ese espacio se transforme en un podio proselitista no creo que sea algo naturalmente malo. Es más, en los tiempos digitales que vivimos, esto puede ser una característica que refleja una calidad democrática importante. Lo que no permito y de lo cual reniego cuando ocurre, es la utilización de esos espacios para tratar muy livianamente temas que cargan una sensibilidad importante para los televidentes.
Tercero, mi primer recuerdo de Alberto Samid es a las trompadas en la televisión. No recuerdo los motivos, pero ninguno justifica su actuación. Como tampoco entiendo su repentina y oportuna preocupación por los refugiados sirios, o la agresiva política exterior de EEUU en el Mundo Árabe. Por eso mismo, no me siento representado por Samid, como tampoco me sentí representado por Mohammed Rumieh . Aunque ambos se vistan de ángel, todos sabemos que son demonios.
Por otro lado, Ergün Demir (Alí Kemal Evliyaoglu) representa y es parte de algo más que un personaje de novela . Si todavía no se enteró, que alguien lo avive. Pocos en la Argentina saben de la política turca. Y no me refiero a lo que hace o deja de hacer el gobierno turco, sino a entender los lineamientos y contradicciones de la política turca. ¿Cuántos conocen la política económica turca, o los lineamientos de su política exterior? Allí se encuentra parte de la razón por la cual hoy podemos ver la novela “Las mil y una noches”: Ahmet Davutoglu y la “Profundidad Estratégica”.
En fin, ni Tinelli o Samid, y menos aún Demir, despiertan pasión alguna en mí. En el mejor de los casos me generan un gran rechazo. Los dos primeros por banalizar la política y poner un show que subliminalmente induce un voto. No me digan que la “Marcha Peronista” y la defensa de la política exterior del gobierno es casual. Demir porque intentar vender al pueblo argentino una política exterior turca que revive los momentos más oscuros del Imperio Otomano, que reprimió a los habitantes de la Siria histórica durante 400 años y generó el exilio de millones de árabes y armenios. No me digan que el “turco” no negó el Genocidio Armenio al ignorar la mención del hecho durante su devolución a Samid, al mismo tiempo que ignoró el apoyo turco al terrorismo islámico de E.I. responsable por una nueva ola de refugiados.
La política doméstica e internacional son disciplinas que regulan y construyen la vida social de los individuos y naciones diariamente. En consecuencia, el debate sobre los temas que ocupan a ambas, merecen representantes y ámbitos pertinentes que reflejen su importancia.
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