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lunes, 25 de abril de 2016

Barack de Arabia: Reconfiguración regional y redistribución de poder

Por Jodor Jalit

El presidente de EEUU, Barack Obama, arribó a Arabia Saudí el día miércoles para reunirse con el Rey Salman Abdulaziz y participar de la Cumbre del Consejo de Cooperación del Golfo (CCG), y confirmar la buena relación entre Riad y Washington.

Han pasado dos años desde la última visita de Obama a Medio Oriente. Desde entonces, el escenario regional ha cambiado considerablemente y se puede confirmar la sospecha: el fortalecimiento de la relación entre EEUU y las monarquías del Golfo Pérsico.

Lector: “¡Este muchacho está loco!”. Respuesta: “Sí”.

Es más, Ud. afirmará que la explotación de reservas no convencionales de petróleo en Norteamérica y la consecuente menor participación de EEUU en el mercado internacional, generó el exceso de oferta que repercutió de forma negativa sobre el precio del petróleo -principal fuente de ingresos de las monarquías árabes- perjudicando gravemente la economía de las monarquías árabes.

También me dirá que el Plan de Acción Conjunto y Completo (PCCC) firmado por los 5 miembros permanentes del Consejo de Seguridad de ONU (CSONU) más Alemania con Irán, para regular el desarrollo y la utilización de energía nuclear en el país persa, incrementó la inseguridad regional al otorgar una ventaja tecnológica inigualable al Ayatolá que da mayor sustento a su agresiva política exterior.

Además, Ud. agregará que la estrategia militar de EEUU en Medio Oriente fracasó porque permitió que la intervención de Rusia en Siria diera nueva vida al gobierno de Bashar Al Assad, mientras las fuerzas Huthis y de Al Qaeda transformaban a Yemen en el Vietnam de la coalición militar formada en torno a la CCG para devolver la presidencia del país a Abd Rabbuh Mansur Al Hadi.

No lo culpo por pensar de esa manera.

No voy a exigirle que se transforme en un experto en cuestiones del Mundo Árabe. ¿Y por qué habría de hacerlo? Seguramente Ud. tiene otras preocupaciones que no son la actualidad política de una región lejana. Más bien está interesado por saber cómo estirar el sueldo hasta fin de mes, o peor aún, evitar la guillotina empresarial que significa el recorte presupuestario.

Honestamente no me importan las razones por las cuales Ud. no mira hacia el Mundo Árabe con cierta perplejidad y asombro. Pero le advierto que lo ocurrido allá a partir de 2011, y comercializado por la prensa occidental como la “Primavera Árabe”, fue una reconfiguración regional que implica la redistribución del poder. Un proceso que está ocurriendo hoy en América del Sur, y la prensa lo bautizó “Giro a la Derecha” por oposición a un supuesto y anterior “Giro a la Izquierda”.

Por eso, querido lector, a Ud. puede no importarle el Mundo Árabe. Si quiere borre la región del mapa. Dibuje un hombre envuelto en trapos con una mochila y agréguele la leyenda “terrorista”, pero estará perdiendo la oportunidad de anticipar lo que se viene.

Le voy a decir que pasó en Medio Oriente.

Para comprender la redistribución de poder que resultó de la reconfiguración regional en Medio Oriente hay que recurrir a la corriente de pensamiento “realista”. Una escuela que no hace referencia a la teoría que da sustento a nuestras hipótesis en la mesa de café, sino más bien se refiere a la competencia egoísta entre Estados para alcanzar un estado de seguridad en base al poder.

A partir del nuevo milenio iniciado el 11 de setiembre de 2001, el centro de poder mundial está mudándose desde el Océano Atlántico (EEUU y Europa) hacia el Océano Pacífico (EEUU y Asia). Este desplazamiento está generando fricciones en las periferias (América del Sur, Europa Oriental, África y Medio Oriente) que se manifiestan en la forma de conflictividad social.

En el Mundo Árabe, la conflictividad se manifestó en la forma de movilización social –Levantamientos Árabes- con diferentes consecuencias. Mientras que las protestas en el Norte África desembocaron en cambios de gobierno –Túnez, Libia y Egipto-, en el Golfo fueron reprimidas dura y violentamente –EAU, Arabia Saudí y Bahréin.

En Túnez, Ben Ali abandonó el país el 14 enero de 2011, Husni Mubarak renunció el 11 de febrero de 2011, Muamar Gadafi fue derrotado militarmente el 20 de octubre de 2011, y Alí Saleh –el único presidente depuesto en el Golfo- fue destituido el 22 de enero de 2012. No todos se fueron pacíficamente o de la misma manera. Gadafi y Saleh fueron destituidos por medio de intervenciones internacionales sancionadas por ONU y ejecutadas por organismos regionales; OTAN en el caso de Libia, y CCG en el caso de Yemen.

La particularidad de Libia y Yemen es la heterogeneidad relativa de sus sociedades con respecto a Túnez y Egipto. Un detalle que puede ser útil para entender por qué Bashar Al Asad no fue depuesto. En otras palabras, los quiebres sociales de naturaleza religiosa y tribal inhiben movilizaciones sociales amplias, exigiendo un elemento adicional para concretar el cambio de gobierno: intervención internacional.

La politización de la religión.

La reconfiguración regional por medio de la redistribución de poder implica el reemplazo de los centros de poder tradicionales –Cairo, Damasco y Bagdad- por otros nuevos –Riad, Tel Aviv y Ankara. Mientras que los primeros ofrecían un liderazgo regional laico, los segundos ofrecen uno piadoso que imprime una lectura religiosa al enfrentamiento político –Riad vs Teherán-.

La politización de la religión merece particular atención en el Mundo Árabe, porque la fe es un elemento importante en la construcción de las identidades políticas. De esta manera, la separación entre Estado e Iglesia característica de Occidente se ve obstaculizada de sobremanera en el Mundo Árabe. De hecho, la reconfiguración regional eliminó el liderazgo laico al desplazar a Hussein, Gadafi y Mubarak, y poner en jaque a Asad.

Barak de Arabia

La baja del precio del petróleo, la firma del PCCC y las intervenciones en Siria y Yemen perjudicaron a las monarquías del Golfo pero más afectó a Rusia e Irán porque les quitó la palanca económica detrás de la política nuclear agresiva, que además, hoy debe enfrentar el esquema de cooperación militar construido en torno al CCG. Por todo eso, la reconfiguración regional a través de la redistribución de poder significó el fortalecimiento de las relaciones entre Washington y Riad.

En Sudamérica, lo que está cambiando es la inclinación ideológica de los centros tradicionales de poder –Brasilia, Buenos Aires, Caracas y Bogotá. Los gobiernos populistas de izquierda opositores a Washington que gobernaron la región durante la última década están siendo desplazados por otros de derecha, serviles a EEUU y caracterizados por políticas económicas liberales y políticas sociales conservadoras.

Es decir, la región se está reconfigurando –acercando a EEUU- por medio del cambio ideológico de los gobiernos, lo que en este caso no implica una redistribución del poder. Un fenómeno que sí puede ser mejor abordado desde un enfoque (neo)liberal o constructivista. Lo importante es la consecuencia de estos cambios: la politización de la religión e inestabilidad política en el Mundo Árabe, y la depreciación del salario y precarización del trabajo en Sudamérica.

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