Alguien tiene que ir preso en el Golfo
Tratando de entender el trasfondo de la reciente crisis diplomática en el Golfo, la mayor en el mundo árabe de los últimos 40 años.
La reciente crisis diplomática surgida este lunes 5 de junio, en el seno de los países del Golfo y extendida a una parte del más amplio bloque de países árabes, tomó por sorpresa a muchos pero seguramente no a todos.
El ámbito del análisis internacional y el estudio del contexto histórico reciente, permiten vislumbrar claves para entender el trasfondo de la explosiva noticia. A priori, las preguntas guía para encarar la tarea, serían las siguientes:
¿Por qué un conjunto de países árabes, liderados por Arabia Saudita, han decidido aislar diplomática y económicamente a Qatar? ¿Cuáles son las diferentes posturas y ejes de acción en el tablero regional que diferencian los proyectos de Riad y Doha? ¿Hay un historial de fricciones?
Debe saberse para empezar, que el hecho que Arabia Saudí -y su séquito de aliados regionales- choque con Qatar no es nuevo. Ambos países, los más poderosos de la región, mantienen una pulseada diplomática por el poder y la influencia en el Golfo Pérsico, al menos desde 2011.
En aquel año, con el estallido de los conflictos en el mundo árabe, el curso de colisión entre ambos Estados se aceleró.
Arabia Saudí buscó restar influencia a la acción de la Hermandad Musulmana, ideológicamente salafista, y sostenida fuertemente por Qatar. Para ello, recurrió al apoyo a líderes opuestos a esta organización (caso Egipto: Al Mursi vs. Al Sisi), y a su vez reforzó la acción de su ideología wahabita en aplicación “directa”, a través de la financiación y sostén de grupos armados radicales sunníes próximos a Al Qaeda y al auto-proclamado Estado Islámico (DAESH).
En el conflicto impuesto a Siria, puede verse que si bien para Damasco todos los armados alzados contra el estado de derecho y una república secular, son igualmente terroristas, más aun siendo todos del mismo carácter fanático sectario, existe una rivalidad y separación que puede verse entre, por un lado, grupos como Ahrar al Sham o Faylaq Al Rahman (Qatar), contrapuestos a Jaish al Islam, Frente Al Nusra o DAESH (Arabia Saudita).
Otra de las áreas de diferenciación puede encontrarse en lo referido al modo de acceso al poder, donde la Hermandad Musulmana se permite en ciertos países buscar un acercamiento a través del sistema de partidos políticos, en franca oposición a los lineamientos monárquicos hereditarios sauditas.
También a nivel mediático, existe esta rivalidad entre Riad y Doha, en el poder de predicamento de las dos más grandes cadenas informativas de la región, la qatarí Al Jazeera y la saudí Al Arabiya, donde la primera lleva la delantera a nivel regional e internacional.
En cuanto al antecedente diplomático crítico entre los vecinos, este tuvo su cenit en marzo de 2014, año en el que Arabia Saudí, Bahréin y EAU retiraron a sus embajadores de Doha. Riad declaró entonces "organización terrorista" al grupo de los Hermanos Musulmanes. En noviembre de aquel año, no obstante, se firmó el llamado Acuerdo de Riad, una paz temporal que permitió el fin de la crisis diplomática y el restablecimiento de las delegaciones cruzadas.
¿Cuál es la relación de esta crisis con los vaivenes del enfrentamiento regional entre Riad y Teherán?
El Golfo Pérsico separa pero también une a Qatar con Irán, que como vecinos tienen cosas en común. Por ejemplo, ambos países comparten la propiedad y explotación del yacimiento de gas South-Pars North-Dome , la mayor reserva gasífera del mundo.
Entre 2009 y 2019, ambos países avanzaron en sus respectivos proyectos de explotación, un pozo de gaso-dólares que le ha dado a Qatar el músculo financiero necesario para emprender una estrategia diplomática arriesgada: intentar sustituir a Arabia Saudí como principal potencia en el Golfo Pérsico y la Península Arábiga.
A esto se sumó una exitosa campaña de promoción internacional, además del auge de Al Jazeera, que incluyó la organización de eventos de alta prensa, como el Mundial de Fútbol de 2022.
De modo que la sumatoria de estos factores hizo que el enfrentamiento se recrudezca y, desde el lado saudí, fácilmente pueda verse la avanzada de Doha como una insolencia qatarí, frente al histórico liderazgo de Riad, y a la vez la excusa del supuesto discurso del emir de Qatar habilitó de esta manera una respuesta correspondiente a un acto de traición de Doha, percibida como aliada al archi-enemigo regional de los saudíes, Teherán.
Sabido es que si Irán se alía con otros vecinos en la región, Riad irá contra ese vecino. Las razones del choque entre los dos países son muy claras y vienen desde el nacimiento de la República Islámica de Irán, que derrocó a un socio y aliado vecino de Riad, el sha de Persia, complicando las estrategias regionales de occidente, de las cuales la monarquía saudí ha sido siempre (sobre todo desde 1973), el principal guardián y salvaguarda.
A esto debe agregarse la competencia entre ambos por influir en sus vecinos y las acusaciones saudíes de influencia iraní en la minoría shií de Arabia Saudita, así como en las comunidades shiíes de Bahréin, Irak, Siria y Líbano. Esa influencia y sus modelos de gestión, (monarquía - república islámica), son contrapuestos.
A su vez, en distintos conflictos en terceros países ha podido verse esta contraposición Riad-Teherán, como en el caso de Irak en la época de Saddam Hussein, o en los actuales conflictos en Siria y Yemen.
¿Qué papel jugó la reciente reunión en Riad durante la visita del presidente de EEUU?
La dinámica de enfrentamiento de Qatar y los países que apoyan a Arabia se ha acelerado con la llegada a la Casa Blanca del republicano Donald Trump.
Los cada vez más evidentes lazos de Arabia Saudí con el extremismo sectario armado que actualmente amenaza también a Europa y el cambio de la política de EEUU, que con Trump recupera la idea de un Cercano Oriente polarizado y enfrentado, con Arabia Saudí y sus aliados por un lado y el llamado “eje del mal” (Siria e Irán) por otro, ha resucitado el enfrentamiento en el Golfo.
Justo en este contexto se enmarca el primer viaje de Trump a la región, de hace apenas dos semanas. A sabiendas que EEUU es ya autosuficiente en petróleo (base de la relación tradicional ente Washington y Riad), la Casa Real saudí ha decidido usar el otro gran negocio mundial como anzuelo para seguir vinculado a EEUU: las armas, a través de un contrato de 100 mil millones de dólares que convierten a Arabia Saudí en el segundo importador de armas del mundo.
Durante la cumbre realizada con los Estados arabo-musulmanes, en Riad el 21 de mayo, Trump exhortó a sus interlocutores a poner fin a todo vínculo con el terrorismo fanático, especialmente con la Hermandad Musulmana.
Al final de la cumbre Arabia Saudita publicó una declaración sin someterla a la aprobación de los demás participantes. Ese documento puede interpretarse como el anuncio de la creación de una “Coalición militar islámica” que amplía la “Fuerza Común Árabe”, cuyo accionar ya hemos podido ver en Yemen. Pero también puede servir en el futuro para justificar una ocupación saudita en regiones de Siria, Irak y de otros países después de ser liberadas de la presencia de DAESH.
A su vez, hoy tras el incidente diplomático Riad-Doha, Trump ha reaccionado manifestando claramente su apoyo a la campaña saudita anti-qatarí.
En síntesis
De modo que por lo expuesto, el incidente diplomático y económico no presenta signos de ser novedoso ni casual, pues conlleva un amplio trasfondo e historial reciente.
A la vez, podemos aseverar que solo deja ver una mínima porción de un iceberg oculto, en el marco de la lucha por la redistribución de las fichas en Golfo y la región del Cercano Oriente, que podría modificar profundamente a futuro, varias de las alianzas actuales.
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