A un año del ataque a Gaza: "Los palestinos necesitamos más que sus oraciones"
El miércoles 8 de julio marca un año desde el comienzo de la guerra en Gaza, que se cobró las vidas de 2.200 palestinos y 73 israelíes. La periodista independiente palestina Mousheera Jamal, desde su ciudad de Gaza, comparte en este artículo publicado en el portal británico IBT, su más profunda y sincera visión.
Además de ser una periodista, mi trabajo aquí en Gaza está ayudando a los colegas de todo el mundo con su misión de transmitir nuestro mensaje e historia. Hace un año, yo estaba trabajando con un periodista italiano cuando llegaron los informes de que las cosas iban a entrar en una escalar en Gaza y, como resultado, muchos de los periodistas internacionales se fueron. Para mí, fue y es diferente.
No mucho tiempo después de que los periodistas se habían ido, llegaron noticias de que todos teníamos que estar en guardia. Israel nos había declarado la guerra y como palestinos, habíamos decidido que íbamos a estar listos. Para mí, Gaza no es sólo mi casa, sino mi vida y mi sangre. He tenido la oportunidad de irme pero no lo hice. No me fui porque físicamente no puedo. Gaza es mi tierra.
Con mis colegas ya afuera, la realidad de la situación me golpeó como una daga en el corazón. Mi vida, así como la de todos en Gaza está controlada por cualquiera mas allá de las puertas, nuestro destino está determinado por las decisiones que toman otros. Gaza es la mayor prisión al aire libre en el mundo y cientos de miles de nosotros estamos atrapados aquí simplemente porque somos palestinos.
Todos piensan que porque soy periodista, tengo todas las respuestas. Me preguntan constantemente: "¿Habrá otra guerra?" y siempre respondo lo mismo: "No, estamos en paz ahora. No va a haber otra guerra. Todos estamos bien." Digo esto porque yo realmente quiero creerlo. Pero sé que no es verdad. No está en nuestras manos, está en las de Israel.
Israel amenazará con atacar Gaza una y otra vez, y puede hacerlo cuando lo desee. Nos hace vivir en el miedo constante, temiendo por nuestras vidas.
Es difícil ser una periodista profesional e imparcial viviendo en esta tierra devastada por la guerra, porque como palestina, he sido inyectada con ese mismo miedo y el trauma psicológico que conlleva. Mi familia y amigos y aquellos que amo y he amado, han vivido y muerto en Gaza.
Es difícil mantener un equilibrio entre hacer el trabajo que amo y pasar tiempo con la familia, lo cual podría acabarse en cualquier momento. Es difícil cumplir mis ambiciones y sueños cuando yo también estoy tratando de pasar el mayor tiempo posible con los que amo, porque en cualquier momento podían serme arrancados, o yo podría ser arrancada de ellos.
La muerte me ha mirado a la cara durante muchos años, durante cada guerra en mi vida. He visto la muerte y he sobrevivido porque estoy decidida a quedarme y reportar y compartir nuestras historias con el mundo.
Muchas veces me he preguntado acerca de los periodistas internacionales y los elogios que reciben por poner su vida en peligro al entrar en una zona de guerra. Los periodistas que son reconocidos por su trabajo y por desgracia los que han perdido la vida en zonas de guerra, son recordados por su valentía y su contribución al periodismo internacional. Me pregunto si seré echada de menos en la misma forma y recordada por el trabajo que hago aquí.
Me pregunto si sería recomendada por mi contribución y si las normas de derechos humanos internacionales me incluyen, o a mi vida y mis derechos. A menudo me pregunto también si las únicas personas que me recordarían o extrañarían si muriese en esta guerra serían mis amigos de Facebook, que dejarían mensajes de "Descansa en paz Mousheera" y posteos por, más o menos, una semana.
También me pregunto si sería recordada de manera diferente por mi condición de mujer aquí. El trabajo y la contribución a la sociedad árabe hechos por los hombres todavía son más valorados respecto al de las mujeres. Esta es una batalla que estoy luchando diariamente. Mi pasión por nuestra causa, es tanto o más significativa que la de mis colegas varones y sin embargo, sigo enfrentando discriminación por ser una mujer con opinión. Eso es algo que estoy decidida a cambiar en nuestra sociedad.
La guerra de 2014 no sólo tomó vida, sino que tuvo un impacto devastador en las personas y su salud mental. El mejor ejemplo que puedo compartir es la historia de un joven palestino de 19 años de edad, cuyos dos hermanos murieron en la guerra, dejando a sus esposas e hijos llorándolos. Su padre lo casó con sus dos cuñadas viudas, para proteger a sus hijos.
Para mí, esta historia ilustra la gravedad de la situación que enfrentamos en Gaza y que tanto han sido dañadas nuestras familias por la guerra. Muchas personas son cadáveres caminantes. No hay tiempo para llorar o preocuparse por nuestros sentimientos. Solo contamos con el bombeo de sangre en nuestras venas y un latido del corazón para mantenernos vivos. Tenemos cero emociones, porque hemos visto demasiada muerte.
Una de mis tareas en la guerra fue contar cadáveres y algunos de ellos eran niños con los que alguna vez había pateado una pelota. Si alguien más fuera de una zona de guerra hiciera esta tarea, le sería difícil ver una sola de esas caras. Yo he visto muchas y para mí es sólo un recuento de víctimas. Ya no tengo más sentimientos.
Cualquier persona normal tendría por lo menos 20 dias anuales de vacaciones en su trabajo, una oportunidad de tener un poco de tiempo para sí mismos, reflexionar y relajarse. ¿Acaso no son los palestinos dignos de un descanso también? ¿No podemos tener por una vez, el tiempo para concentrarnos en nuestro bienestar?
Gaza no necesita simplemente la reconstrucción de edificios que serán nuevamente devastados por bombas. Necesitamos la reconstrucción de nuestro bienestar mental. Necesitamos ayuda, emocional y mentalmente.
Tenemos que aprender que se siente amar y llorar y sentir dolor. Los palestinos quieren saber lo que es sentir una emoción de nuevo, porque no tener eso lleva a muchos a una vida de miseria, con las decisiones y elecciones que arruinarían a una persona por dentro y por fuera.
Ustedes pueden ver la destrucción en Gaza en sus pantallas de televisión, en la comodidad de sus hogares. Bueno, yo puedo decirles lo que es desde la ventana de mi cuarto. Ustedes pueden ver la devastación y rezar por nosotros, pero necesitamos más.
Cuando las bombas están cayendo, estamos ocultándonos y orando y estamos deseando que todo eso desaparezca. Espero que las imágenes capturadas y compartidas con ustedes también capturen nuestro miedo y nuestro horror.
Ya que los sueños son lo único que tenemos, tuve un sueño que casualmente se convirtió en realidad. Después del alto el fuego el año pasado, miré desde mi ventana y vi el amor y sentí un rayo de esperanza en mis emociones. Vi pájaros cantando mientras volaban sobre los edificios destrozados. Para mí, estaban cantando victoriosos para celebrar el fin de la guerra.
Cantaban para recordarnos a todos que ya no habrá más niños arrancados de nosotros. Sentí que esos pájaros cantando eran en realidad los pequeños Mohammed, Shahd, Imaan, Moataz y al resto de pequeños ángeles que murieron durante la guerra, finalmente libres de esta masacre. Para mí, los pájaros cantando y volando eran nuestros niños que están ahora jugando tranquilamente en los jardines del Paraíso.
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