A celebrar elecciones de Líbano
El desarrollo de elecciones municipales en Líbano en medio de crisis institucionales, interrupción en la prestación de servicios y problemas de seguridad es motivo de celebración.
La celebración de elecciones en Líbano para cualquier cargo público es una buena noticia, porque la renovación de autoridades es un problema recurrente, reflejado por los múltiples intentos fallidos para reemplazar la actual ley electoral, la extensión de los mandatos parlamentarios y la vacancia de la presidencia.
El 25 de mayo de 2014, Michel Suleiman abandonó el Palacio de Baabda tras cumplir su mandato presidencial. Lamentablemente, el Parlamento no generó un candidato presidencial de consenso a tiempo, y Suleiman no encontró sucesor a quien entregar el bastón de mando. Sabiendo de esta posibilidad, sin embargo, Suleiman no apeló al Parlamento para extender su mandato como hicieron sus antecesores, Elías Hrawi y Emile Lahoud.
Por su parte, los parlamentarios antes de perder el poder decidieron extender sus mandatos en dos oportunidades –mayo de 2013 y noviembre de 2014- hasta junio de 2017. Todo eso, con la condición de que si surgiera un candidato presidencial de consenso se renovarían las bancas. Vale la pena notar que hubo quorum y consenso parlamentario para extender los mandatos de los legisladores pero no para elegir presidente.
Saque sus propias conclusiones.
Insisto, la celebración de elecciones en Líbano para cualquier cargo público es una buena noticia, porque permite la materialización del espíritu democrático en nuevas expresiones políticas. Estas manifestaciones renovadoras, sin embargo, necesitarán tiempo para madurar, y más importante aún, desarrollar una estrategia política que no termine en el naufragio electoral.
La aparición de la agrupación política Beirut es mi Ciudad es un ejemplo de una expresiones políticas innovadoras en el escenario político libanés. Su nacimiento no es casual, y responde a lo que la politóloga Mona El Ghogaishy llama política callejera. En criollo: la experiencia social de movilizarse. Según la autora, le tomó más de 10 años de práctica a la sociedad egipcia alcanzar los niveles de movilización observados durante 2011, y expresarse con total libertad. ¡Y vaya si lo hizo!
En Líbano, la movilización social tuvo su primera manifestación importante tras el asesinato de Rafiq Hariri en 2005. De ahí en más hubo una sucesión de manifestaciones que siguieron en 2008 a razón de los intentos por desarmar las capacidades de inteligencia de Hezbollah, continuaron en 2011 en torno a los Levantamientos Árabes y los pedidos de reforma política, y más recientemente, en 2014 frente a la extensión de mandatos parlamentarios y en 2015 a partir de la crisis de la basura.
La capacidad de movilización está presente.
Repito, la celebración de elecciones en Líbano para cargo público es una buena noticia, porque brinda al electorado la oportunidad de manifestar su voluntad política. Como se dijo antes, Beirut es mi Ciudad no es casual, sino que responde a una tradición de movilización social que viene desarrollándose hace ya una década. Su impacto sin embargo continúa siendo una incógnita que se develará con los resultados de las próximas elecciones municipales.
Esta nueva expresión política desea romper con el quiebre político y social gestado al calor de las movilizaciones de 2005, que alimentó la parálisis institucional responsable por la vacante presidencial y extensión inconstitucional de las bancas parlamentarias. Si bien la participación de Beirut es mi Ciudad en el distrito capital es un límite importante, el potencial impacto de una victoria puede significar el principio del fin del actual mapa político nacional.
El éxito de Beirut es mi Ciudad es un objetivo a largo plazo que exige el compromiso de líderes y bases políticas, porque la victoria significa romper con esquemas clientelares instalados a mediados del siglo XIX, institucionalizados durante la independencia y reforzados desde entonces. Por eso, el desafío asumido por la nueva agrupación representa mucho más que militancia política por nuevos ideales, y es más bien un llamado de atención a las fuerzas políticas tradicionales.
Ese es el desafío de romper con la historia.
Las elecciones municipales en Líbano se desarrollarán a lo largo del mes de mayo en cuatro etapas, comenzando el 8 de mayo en la gobernación de Beirut y Baalbek-Hermel –al momento de publicación, las elecciones en algunos distritos fueron aplazadas indefinidamente por tensiones confesionales y por decisión del Ministro del Interior, Nouhad Mashnouq.
La segunda etapa, iniciará una semana más tarde e incluirá al distrito Monte de Líbano. La tercera etapa, se desarrollará el 22 de mayo en las gobernaciones Sur y Nabatieh, mientras que la última etapa, será el 29 de mayo en la gobernación Norte. Por qué no se realizan el acto electoral de forma simultánea en todo el territorio libanés será materia para otra columna.
Frente a este escenario electoral decorado por el Congreso de la Energía de la Diáspora, el Primer Ministro, Tammam Salam, deseó que el normal desarrollo de las elecciones derive en la selección de un candidato presidencial de consenso, mientras que el Ministro de Relaciones Exteriores y Emigrados, Gebran Bassil, anunció la implementación de la Ley de Readquisición de Ciudadanía Libanesa para Descendientes de Libaneses Emigrados, conocida como Ley de Expatriados.
Comparto el deseo de Salam, porque la celebración de elecciones en Líbano para cualquier instancia es una buena noticia por las razones que presenté a lo largo de esta columna, y por muchas otras más también. Al mismo tiempo, rechazo el anuncio de Bassil porque la ley de expatriados es machista y sectaria .
Sea cual fuera el resultado electoral. El ejercicio de los derechos democráticos en Líbano representa un triunfo mayúsculo y digno de ser resaltado.
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