Cuando los hermanos se pelean
“Los hermanos sean unidos, porque ésa es la ley primera; tengan unión verdadera en cualquier tiempo que sea, porque si entre ellos pelean, los devoran los de ajuera”.
Cuánta falta les hace a los hermanos de nuestros países de origen oír estos versos de José Hernández. O en su caso que vuelvan a escuchar los versos de sus propios poetas desde la antigüedad hasta ahora escritos en arameo, cananeo o árabe. No son ninguna novedad en el arte de sobrevivir como comunidades, mas son el resultado de haber experimentado las consecuencias de las divergencias internas y las secuelas que implica priorizar los pequeños intereses a los intereses comunitarios.
Aquí tenemos la situación en el Líbano donde los hermanos libaneses no pueden ponerse de acuerdo para elegir presidente de la República desde mayo pasado, produciendo un vacío presidencial de mucha gravedad para el futuro del país, y proceden, en el marco de su incapacidad para sortear sus divergencias, a prorrogar el mandato del parlamento para completar cuatro años más sin elecciones, dejando el país a la deriva de las influencias externas tanto regionales como internacionales, al tiempo que el peligro de las bandas terroristas acecha y amenaza con desatar conflictos internos que pueden acabar con el porvenir del país.
Cerca de allí, está la siniestra situación en Siria donde los hermanos sirios han destruido su propio país como resultado primero de su incapacidad de sentarse alrededor de una mesa de diálogo que asegure configurar las respuestas consensuadas a las demandas de apertura y canalizar las reformas en un marco político civilizado que asegure la libertad y la igualdad de todos ante la ley, permitiendo de esta forma abrir las puertas ante la injerencia de todas las potencias regionales e internacionales en sus asuntos internos y convertir a Siria en un polo el atractivo para todo tipo de extremismo importado de más de 80 países del mundo y un escenario para que miles de desequilibrados y delirantes de todo el mundo vayan allí a exteriorizar sus locuras en matanzas de inocentes y en desfragmentaciones sociales sin precedentes apoyados por potencias perversas y organizaciones delirantes que son inmunes a esta tragedia que sucede ante los ojos de un mundo desorientado y perverso.
Por allí también están las nefastas consecuencias de la invasión norteamericana a Irak y las obsecuentes políticas de los hermanos iraquíes en profundizarlas por su incapacidad de lograr el equilibrio entre los componentes sociales y políticas del país, produciendo injusticias internas que se tradujeron en tierra fértil para la siembra de los intereses de las potencias regionales e internacionales que produjo una guerra civil de más de diez años con un saldo catastrófico de destrucción, desplazamiento y empobrecimiento del país que se manifiesta ahora en haber convertido a la Mesopotamia en un polo atractivo para los experimentos más lunáticos jamás vistos.
Más sorprendente e inentendible está muy cerca de ello, la latente guerra civil palestina que se manifiesta día a día en asesinatos y persecuciones entre los hermanos palestinos que se supone deben estar más unidos que cualquier otro pueblo por ser las víctimas de la tragedia más dolorosa y cruenta de la era moderna de la Humanidad y los portadores de la causa más justa que ha logrado el apoyo de los pueblos del mundo y ha atravesado la conciencia del pensamiento mundial, que acuden a la violencia interna en vez de aferrarse al diálogo y a la unidad para poder enfrentar la feroz potencia ocupante que recién sembró su suelo en Gaza por el terror y al destrucción.
La bravura, la persistencia y la pasión de otros pueblos de defender sus intereses y trabajar para asegurar un futuro mejor a sus futuras generaciones en un marco de cooperación, interacción y solidaridad interna; parecen haberse convertido, en el caso de los pueblos de nuestros países de origen, en instrumento de suicidio y autodestrucción colectivos inducidos por las enfermedades sociales internas y las ambiciones de las potencias regionales e internacionales que anhelan, cada una a su modo, desviar las aguas de la región a su propios molinos.
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