El desafío del fénix
Un llamado a la reflexión de mis hermanos siriolibaneses, en medio del dolor por la tragedia de Beirut y en momentos en que confluyen y se entremezclan todos los sentimientos.
Informando desde el dolor compartido
Merced a las persecuciones de la ocupación otomana sobre las minorías, hace más de tres siglos, mis ancestros originarios de Amioun (actual norte del Líbano) migraron hacia el área de Homs (actual Siria).
Como nativo de Bahhur (Homs, Siria), a escasos kilómetros de la frontera sirio-libanesa, entiendo que mi condición de hijo de la República Árabe Siria, ha sido resultado de una historia de invasiones y colonialismos que han culminado con la implantación en el siglo XX de las actuales líneas divisorias en la región.
Ya lo dijo un alto funcionario británico antes de la primera guerra mundial: “si queremos dominar a los árabes, tenemos que hacer que se peleen entre ellos”.
Esas líneas divisorias fueron pergeñadas e implementadas por el colonialismo franco-británico, con el objetivo de dominar los destinos de una misma tierra milenaria y -aunque algunos no quieran verlo- un mismo pueblo, el cual en consecuencia hace tan solo un poco más de 70 años se ha amoldado a dos designaciones nacionales, pero con una misma y fértil historia y legado.
Por ello, los sucesos de Beirut han pesado en mi corazón… porque gracias a Dios soy orgullosamente siriolibanes, y a su vez por haber llegado al país a tierna edad, gracias a Dios soy orgullosamente argentino.
Doble condición esta, que marcada por valores ancestrales de humanismo y fraternidad, no puede menos que generar una gran conmoción en presencia de las desgarradoras imágenes y secuelas que han dejado los terribles sucesos vividos por todos mis hermanos beirutíes el pasado martes.
Por otra parte también, destacable ha sido mi satisfacción al ver como la solidaridad siriolibanesa se manifestó nuevamente, con el siempre generoso y fraterno gesto de la República Árabe Siria, la cual -aun en medio de la pandemia, una también aguda crisis económica, y mientras transita el fin de una crisis impuesta que parece interminable- abrió sus fronteras para facilitar el tránsito de personas y mercaderías hacia la tierra de los cedros.
Sobre llovido mojado
Si es que alguno puede serlo, el momento en que llega este último golpe en Beirut, no podría ser menos oportuno.
Crisis económica, social, política, pandemia, y ahora esto… sin duda un cuadro nefasto al que se enfrenta hoy la República del Líbano cuyo pueblo -aun en tiempos de queja y reclamo- ha sabido entregarse a la solidaridad para con las víctimas y el trabajo mancomunado de reconstrucción para hacer frente a la terrible tragedia.
En ese marco, siguiendo la cobertura en los medios locales desde Buenos Aires, y en medio de un clima de solidaridad y acompañamiento general, también se han expresado en forma exacerbada las quejas de ciertos entrevistados de allá y acá… algunas con justa razón, y otras para el debate, aunque por cierto, todas con derecho a expresarse.
Nuevo desafío para el fénix
En momentos en que confluyen y se entremezclan todos los sentimientos, hallo necesario hacer un llamado a la reflexión de mis hermanos siriolibaneses en pos de separar lo urgente de lo importante, estableciendo las prioridades.
Porque una vez superado el difícil momento -y con los problemas agudizados aún más- será necesario, sin duda, analizar la siempre compleja problemática socio-política del Líbano desde una óptica sana e inteligente.
Para ello deberán sopesarse los temas según sus distintas características, y abordar las temáticas según su orden: político, económico, local, regional e internacional; y según su dimensión: estructural o coyuntural.
Pero claro está que todo este andamiaje geopolítico debe entenderse a partir de una gran temática histórica y estructural, que hoy ha unido en el rechazo a la gran mayoría de los ciudadanos libaneses, especialmente a las jóvenes generaciones.
Se trata de un tema que una vez transitado este difícil momento para todo el pueblo libanés, seguramente volverá al centro de la discusión –si es que alguna vez se fue- por su condición de histórico y máximo obstáculo al desarrollo, fortalecimiento y resurgimiento –una vez más- del fénix libanés.
No es más ni menos que el nefasto legado de la potencia colonial francesa que, con la complicidad de las dirigencias comunitarias de las 18 confesiones del país, se aseguró de dejar al Líbano en un estado de indefensión, tensión y conflicto constante, siempre a merced del egoísmo, las rencillas y cupos repartidos entre los señores feudales.
Es indudable que a estas alturas, el nuevo renacer del ave fénix, requerirá de la valiente determinación libanesa –tanto en el ámbito político como en el social- para declarar en forma definitiva el acta de defunción de un perimido sistema sectario-confesional, que grandes potencias internacionales aún intentan sostener.
Y para extirpar definitivamente esa paralizante enfermedad, se debe restaurar el proyecto de un Estado plenamente secular, habilitado por ende a desarrollar sanamente las bases de la soberanía nacional y la auténtica independencia, para el bien propio y de sus hermanos vecinos, y en detrimento del gran enemigo y desestabilizador oportunista y criminal del sur, que ocupa las Granjas de Shebaa, así como el Golán Sirio y la tierra de la hermana Palestina.
Noticias relacionadas
-
Cuando la opresión es mundial y también mediática
-
Diez años de criminal impunidad
-
Feliz Día de la Patria
-
Hambre: nueva receta del terrorismo económico contra Siria