Siria, la verdadera (I)

Hace más de 8 años, Siria es víctima de uno de los ataques más feroces de los últimos tiempos. Continuos ataques a la soberanía nacional, un feroz bloqueo económico que lo aísla del mundo, y más de 5 millones de personas fueron desplazadas de sus hogares a causa del terrorismo externo. 

"¿Estás seguro?", era la respuesta que obtenía cada vez que informaba de mi viaje a Siria. Personalmente, no lo dudé ni un minuto. Hace años supe dentro mío que tenía que conocer e informar desde adentro lo que pasaba allí. 

Sobre el papel, las condiciones no parecían demasiado alentadoras; sin embargo, sobre el terreno, afirmé que la situación actual de Siria es muy diferente a la que se ve en los medios occidentales.

Desde el calor de Damasco, admirando la belleza de Maaloula, y conociendo la milenaria Palmira, te invito a conocer Siria, la verdadera.

Damasco vive, siente y sonríe

Verano, más de 35 grados, y Damasco me recibió mostrándose una ciudad tan despierta como caótica. Cientas de personas de aquí para allá, miles de negocios abiertos por toda la capital. 

En menos de un día, la ciudad me demostró que tenía mucho para contar. El ruido y la actividad social fue lo que primero me impactó.

Asimilé rápido dónde estaba, y sin tiempo que perder, me escapé al Souq al-Hamidiyyeh. Supe que el mercado más grande de Siria iba a darme un pantallazo de la realidad local. Durante años lo vi en fotos, pero estar allí fue una de las sensaciones más maravillosas de toda mi vida.

Parado en la entrada del zoco, delante mío se alzó un arco de metal de 10 metros de altura que da la bienvenida a 600 metros repletos de mercaderes. Desde el clásico café con cardamomo, kuffiyehs, instrumentos tradicionales, hasta un delicioso helado con pistachos. Todo está allí.

Especias, alfombras, ropa y comida típica. En el primer día, los aromas y sabores me dieron la bienvenida.

Afortunadamente, dentro de la capital de Siria, la arquitectura histórica como monumentos o templos religiosos sobrevivieron a la crisis. A pocos pasos del mercado central de Damasco, se encuentra una de ellas: la Mezquita de los Omeyas. 

Considerada como el cuarto lugar más sagrado del Islam, data de principios del siglo VIII y tiene la capacidad de albergar aproximadamente a 20 mil personas. Su arquitectura, es algo imponente. 

La mezquita fue construida por el califa omeya Walid I, y dentro de ella, puede observarse un relicario que contiene la cabeza de San Juan Bautista, considerado como profeta, tanto por el Cristianismo como por el Islam.

Antes de transformarse en una mezquita, gran parte del mármol y la piedra donde hoy se eleva esta impactante infraestructura, era parte de una basílica católica. 

Cabe destacar este dato, ya que demuestra la convivencia de las religiones en un mismo terreno -Siria- a lo largo del tiempo. Esto es algo que escuché por parte de los sirios, una y otra vez. 

Antes del conflicto, Siria era una tierra pluri-confesional donde cristianos, musulmanes, judíos y otros credos y etnias convivieron dentro de una sociedad de respeto y valores. Hoy, a pesar de haber sido esa condición de apertura y convivencia el principal blanco del terrorismo internacional impuesto, ese espíritu persiste, pues es parte del ADN sirio.

El trato cordial y la amabilidad del pueblo sirio es sorprendente. Tanto para nosotros, la delegación extranjera, como entre sí, las sonrisas y el afecto es constante.

Desde invitarte a probar un delicioso postre árabe, hasta convidarte un simple mate, el sirio atraviesa cualquier barrera para que te sientas en casa.

Desde el primer momento hasta el último, la ciudad de Damasco nunca ha dejado de sorprenderme. Pasé momentos y sensaciones únicas en mi vida. La experiencia que adquirí, las personas con las que dialogué y la cultura que conocí me ayudaron a cambiar mi perspectiva acerca de la República Árabe Siria.

Durante una serie de crónicas, desde el Diario Sirio Libanés te invitamos a seguir conociendo a la madre y cuna de la civilización mundial: Maaloula, Palmira, Homs y mucho más.