Los "soldados" sirios del arte
Un atípico batallón de hombres vigila los rincones de su amada Siria. Algunos están apostados en una elevación desde la que contemplan su objetivo. Otros observan con sigilo desde la ventana de su casa. Su objetivo es librar la contienda que azota al país: el robo, el expolio y la destrucción del patrimonio cultural sirio.
“Son arqueólogos y expertos en arte pero también arquitectos, abogados, estudiantes y personas de cualquier disciplina que quieren proteger la cultura de su país”, aclara Isber Sabrine, fundador de Heritage for Peace , una organización con base en Girona para la que trabajan estos soldados bajo la máxima de que “el patrimonio cultural es un terreno común para el diálogo y una herramienta para construir la paz”.
Este joven arqueólogo sirio, de 30 años, construyó la red, integrada por unas 200 personas de las que 150 trabajan en Siria, gracias a su experiencia previa como “guía turístico” en el país entre 2005 y 2009.
“Viajé luego a España para terminar mis estudios pero en 2011 estalló el conflicto, justo cuando preparaba, con el apoyo del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), un proyecto para gestionar el patrimonio de Siria”, explica Sabrine.
Su idea mutó y se transformó en una organización dedicada a proteger el patrimonio durante los conflictos. Porque, además del colosal coste humano del conflicto, la destrucción de la herencia cultural y artística del país ha sufrido un daño inmenso.
Cinco de los seis lugares sirios inscritos en la lista del Patrimonio Mundial de la Humanidad de la UNESCO, han sido seriamente dañados.
“Formamos a la gente para que sepan qué hacer en cada situación”, explica Sabrine, que admite que en ocasiones este grupo de arqueólogos “arriesgan sus vidas al acceder a lugares muy peligrosos”. Durante la preparación, en Líbano, Sabrine y su equipo enseñan a sus hombres a documentar los daños en los edificios, a esconder objetos preciosos y registrar correctamente las coordenadas para localizarlos después, a inspeccionar lugares arrasados para rescatar alguna obra de arte superviviente o certificar que todo lo que allí había ha desaparecido. Solo así, según Isber Sabrine, “es posible saber qué piezas circulan en el mercado ilegal del arte” y quizás, algún día, recuperarlas y contribuir a la reconstrucción de la identidad del país.
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