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Siria
lunes, 30 de octubre de 2017

ICARDA, reservorio natural de semillas sirias

Por Somini Sengupta / Traducido y editado por Redacción Diario Sirio Libanés

En Líbano, un banco de semillas que sobrevive al conflicto que amenazó con la destrucción de Siria, podría ser clave para alimentar a un planeta en pleno calentamiento.

N.Y. Times

TERBOL, Líbano — Alí Shehadeh, un cazador de semillas, abrió las carpetas con sumo cuidado. Adentro de cada una había una vaina seca y prensada con semillas: un trébol de olor de Egipto, un trigo silvestre que sólo es encontrado en el norte de Siria y una variedad antigua de trigo harinero. Tenía miles de carpetas apiladas ordenadamente en una oficina, un preciado herbario, que contenía semillas recolectadas de la calurosa región conocida como el Creciente Fértil, cuna de la agricultura.

Shehadeh es un conservacionista de plantas de Siria. Está a la caza de los genes contenidos en las semillas que plantamos hoy en día y lo que él llama sus “parientes silvestres” del pasado remoto. Su objetivo es salvaguardar esas semillas que podrían ser suficientemente resistentes para alimentarnos en el futuro. Pero buscar semillas que puedan resistir los peligros de un planeta más caluroso no ha sido fácil. Ha llevado a Shehadeh y a su organización, el Centro Internacional de Investigación Agrícola en Zonas Áridas, o ICARDA , por sus siglas en inglés, a una compleja intersección entre alimento, clima y guerra.

Aunque no ha recibido financiamiento del Estado, a Icarda alguna vez se le conoció como uno de los proyectos favoritos del gobierno sirio. Con sede en Alepo, la investigación realizada por Icarda había ayudado a hacer que Siria fuera autosuficiente en la producción de trigo. Pero un esfuerzo para producir cultivos sedientos también consumió el agua subterránea de Siria y a eso siguió una sequía devastadora poco antes que estallara el conflicto en 2011.

Icarda, a su vez, se convirtió en víctima de la guerra. Hacia 2014, el terrorismo llego cerca de sus cuarteles centrales en Alepo y su estación de procesamiento cercana en Tal Hadya. Los camiones de Icarda fueron robados y desaparecieron los generadores. La mayor parte de las ovejas de rabo grueso Awassi, criadas para producir más leche y requerir menos agua, fueron saqueadas y consumidas. Shehadeh y los otros científicos mandaron al extranjero lo que pudieron —incluyendo algunas de las ovejas— y huyeron, para unirse en el exilio a la mitad de la población del país.

Y así fue como el proyecto más vital de Icarda —un banco de semillas que contiene 155 mil variedades de los principales cultivos de la región, una especie de archivo agrícola del Creciente Fértil— enfrentó la extinción.

Sin embargo, los investigadores tenían una copia de respaldo. A partir de 2008, Icarda había comenzado a enviar muestras de semillas a la Bóveda Global de Semillas de Svalbard, la así llamada bóveda del fin del mundo, incrustada en la ladera de una montaña en una isla noruega arriba del Círculo Polar Ártico. Era procedimiento estándar, en caso de que ocurriera algo.

Y ocurrió la guerra. En 2015, al tiempo que Alepo se desintegraba, los científicos de Icarda tomaron semillas prestadas que habían almacenado en Svalbard y comenzaron a construir su acervo de nuevo. Esta vez, se diseminaron, al establecer un banco de semillas en Marruecos y otro justo al otro lado de la frontera de Siria con Líbano, en Terbol, dentro de un extenso valle de cipreses y uvas conocido como la Bekaa.

La sede en Alepo todavía contiene la colección de semillas más grande de toda la región —141 mil variedades de trigo, cebada, lentejas, habas y similares— aunque Icarda desconoce en qué estado se encuentra, pues los científicos no han podido regresar.

Los bancos de semillas siempre han servido como depósitos importantes de la biodiversidad. Pero son aún más cruciales, dijo Tim Benton, experto en seguridad alimentaria en la Universidad de Leeds, en un momento en que el mundo necesita cultivos que puedan adaptarse a la veloz embestida del cambio climático. Un cambio climático que a su vez está poniendo en peligro el desarrollo agrícola en el Levante.

Las temperaturas han subido al menos 0.2 ºC por década en la región, desde 1961 a 1990, y cerca de 0.4 ºC desde entonces a la fecha, de acuerdo a Andrew Noble, vicedirector de Investigación de ICARDA.

Es por ello, dice Shehadeh, que está obsesionado con los parientes silvestres de las semillas que la mayoría de los agricultores siembran hoy en día. Él evita las semillas genéticamente modificadas. Quiere en lugar de eso recurrir a la riqueza de esos ancestros silvestres, que están mejor adaptados a los climas severos. “Son de buena madera”, dijo.

Él busca los rasgos genéticos que dice que serán más útiles en el futuro: resistencia a las plagas o vientos huracanados, o la capacidad de resistir en veranos intensamente calurosos. Intenta seleccionar esos rasgos y los cría en la siguiente generación de semillas, en la misma tierra y el aire donde siempre se han cultivado.

El trigo es un elemento básico de la dieta de la región, a la que Laura Wellesley, investigadora del think tank londinense Chatham House, llama la "mayor región importadora de trigo en el mundo". Siria fue una vez la excepción, pero la guerra convirtió el trigo en un arma poderosa, y ahora también importa trigo para alimentar a su población.

Cuando el verano llega a su fin, los invernaderos del señor Shehadeh están casi vacíos. En uno, hay semillas de cebada silvestre, que normalmente se encuentran en los pastizales de las tierras altas, unidas en pequeñas bolsas de lona. En otro, hay pequeños botes de trébol.

Las semillas pronto se llevarán a invernaderos, se secarán, se embolsarán y se etiquetarán. Algunos son para la colección aquí, contenidos en una serie de cámaras frigoríficas, otros son para que los agricultores prueben en los campos. Un conjunto completo de semillas es para Svalbard: Icarda está regresando gradualmente al banco de semillas lo que retiró. A principios de septiembre, el Sr. Shehadeh transportó 31 cajas de semillas en el último envío a Noruega.

Toda la colección de Icarda alberga semillas que han sostenido a la gente del Medio Oriente durante siglos, incluyendo unas 14,700 variedades de trigo harinero, 32,000 variedades de cebada y casi 16,000 variedades de garbanzo, el componente clave del falafel. El banco de semillas de Líbano alberga alrededor de 39,000 muestras, y Marruecos, otras 32,000. La mayor parte está respaldada en Svalbard.

En Sudán, Icarda ha introducido una variedad de trigo que espera sea más resistente a la sequía y el calor. Está criando una variedad de haba de fava que puede resistir una maleza parásita y lentejas que pueden madurar en una corta temporada de crecimiento.

Eso es útil no solo para Medio Oriente, dijo Noble. Los veranos calurosos y secos que son comunes en el Medio Oriente pueden llegar a ser normales también para muchas otras partes del mundo.

 

 

Nota: la publicación en ingles con fecha 13 de octubre puede ser consultada aquí .

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