Líbano lleva más de un año sin presidente en un escenario económico y político complejo

Hace más de un año que Michel Aoun dejó el palacio presidencial en Baabda, pero el Líbano aún no ha logrado llenar el vacío que dejó. A medida que el país se sumerge más profundamente en una crisis económica de cuatro años y enfrenta la posibilidad de ser arrastrado aún más hacia el presente episodio bélico del régimen de Israel contra Gaza, la falta de liderazgo presidencial ha alcanzado proporciones críticas.

En un país acostumbrado a la complejidad política, la elección de un presidente es una tarea aún más ardua. Las divisiones profundas entre los partidos políticos del Líbano y su específico y complejo sistema confesional complican el proceso. En la última sesión parlamentaria en junio, los dos candidatos principales, Jihad Azour y Suleiman Frangieh, no lograron asegurar la mayoría requerida, llevando al país, una vez más, a un estancamiento político prolongado.

Karim Bitar, profesor de Relaciones Internacionales, describe la situación como más que un bloqueo habitual, es "una situación donde lo anormal se ha convertido en la nueva normalidad". La incertidumbre persiste, y los líderes políticos parecen atrapados en un ciclo interminable de excusas y demoras, desde esperar los resultados de la guerra en Gaza hasta las elecciones en Estados Unidos.

La falta de compromiso entre los partidarios de los candidatos, especialmente entre los influyentes Hezbollah y el Movimiento Amal, ha llevado al país a una situación donde "todos parecen estar esperando a Godot", como en la famosa obra de Samuel Beckett, donde la espera nunca llega a su fin.

A medida que el Líbano enfrenta la posibilidad de una recesión económica en 2023 y la inflación alcanza niveles alarmantes, la ausencia de un presidente se vuelve aún más preocupante. Bitar advierte sobre las "consecuencias devastadoras" de prolongar este vacío presidencial en medio de una crisis socioeconómica y una guerra regional en curso.

Con el país sumido en una crisis sin precedentes, la necesidad de un liderazgo efectivo se vuelve cada vez más urgente. Sin embargo, mientras los líderes políticos se aferran a sus posturas y los ciudadanos se adaptan a una "situación completamente anormal", el futuro del Líbano sigue siendo incierto, atrapado en una espera infinita que amenaza con desencadenar consecuencias aún más graves.