Bassil se dirige al Consejo de Seguridad de ONU
Palabras de S.E. el Canciller del Líbano Gebran Bassil, en defensa de las Minorías y los Cristianos del Medio Oriente, pronunciadas en la reunión del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas.
Sr. Presidente, Señoras y señores,
He venido hasta aquí, procedente de la reunión de la Liga Árabe, de cuya reunión me retiré, sin mis colegas ministros, para estar entre ustedes y discutir juntos la manera de frenar la aniquilación cultural que está afrontando nuestra región, y he de volver a dicha reunión, inmediatamente finalizado nuestro encuentro, como retornando a mis raíces, para seguir esforzándome allí por mantener dicha liga como una liga de civilizaciones y no sólo de idioma.
Por más que la comunidad internacional y árabe nos defrauden, seguiremos viajando y recorriendo y seguirá nuestro pueblo luchando para salvar del peligro al espíritu del Líbano y al de Oriente, o sea a sus culturas. Nosotros, como dijo el Papa Juan Pablo Segundo, “somos hijos de una nación que ha vivido el más grande de los experimentos de la historia y ha resistido apoyada no en sus fuerzas materiales sino sólo en su cultura”.
Venimos a ustedes de una civilización Fenicia que creó el alfabeto y lo exportó al mundo a través de sus puertos comerciales. Venimos a ustedes de una identidad levantina que mezcló las religiones celestiales sobre una sola tierra y en un solo hombre. Venimos de una fórmula libanesa singular en cuanto a repartir por igual el gobierno entre cristianos y musulmanes.
Venimos a ustedes de un gran pueblo que ha levantado el mensaje del martirio cuando fue asesinado en su tierra, ha levantado el mensaje de la compasión cuando tuvo que resistir en su tierra y ha levantado el mensaje del humanismo cuando fue expulsado de su tierra. Venimos de la tierra de los mensajes y de la patria del mensaje, el Líbano, el mensaje de la tolerancia junto a conservar la propia existencia, el mensaje de la convivencia junto a conservar al otro, el mensaje del humanismo frente a Daesh del no humanismo.
Somos un pueblo descendiente de la raza de los profetas y de los mensajeros, de vientres que han dado a luz a Moisés, a Jesús y a Muhammad. Somos los nietos de aquél que nació y sembró en Oriente, vivió en el Líbano y convivió con oriente y occidente dentro de sí mismo. Es por ello que fuimos perseguidos. Nuestro único pecado es haber nacido, por una circunstancia genética, dentro de grupos humanos diferentes. Y hemos creído que las Naciones Unidas fueron establecidas para proteger a quienes son como nosotros, y allí se presentó Daech como la derrota más grande del sistema de seguridad colectiva.
Señoras y señores, la encíclica apostólica nos encomendó no preguntar por privilegios y no estamos aquí con este propósito, más nos preguntamos ¿qué ha pasado con las particularidades de nuestra región? Nos preguntamos ¿qué ha pasado con Iraq, tierra de entre ríos, que ha pasado con Siria, tierra entre Califatos, y que pasado con el Líbano, tierra entre civilizaciones?
Nos preguntamos porque se sacrifican nuestros principios en el altar de los intereses, y porque estamos siendo decapitados a mano de Daech e Israel, al alcance del oído y bajo la vista del mundo entero que se limita solo a registrar los hechos y enviar los informes. Nos preguntamos si no es la doble normativa de la comunidad internacional y su doble rasero que están alimentando las tensiones en el mundo. Nos preguntamos acerca de qué ha quedado del derecho internacional y la justicia internacional y el Consejo de Seguridad cuando ya no hay derecho, justicia y seguridad en nuestra región.
Señoras y señores, en nuestras conversaciones hoy sobre las minorías, nos planteamos ¿qué valor le quedaría a una minoría si estuviera viviendo a merced de la ideología de la mayoría? ¿y si la disminución de su cantidad le conlleva a la cultura del aislamiento minoritario? Y si su camino hacia su propia existencia sea el más corto hacia su extinción?
¿Cuánto ha quedado del valor de la minoría cuando su número es reducido en Irak de dos millones a menos de 300 mil? ¿O cuando es reducido en Turquía del 15% a un 1%, en Belén del 85% al 12%, y en Jerusalén del 53% al 2%? ¿O cuando son desplazados 700 mil de Yazidíes y cristianos de Mosul de una sola vez, y son secuestrados dos obispos sin ninguna reacción? ¿O cuando son desplazados los asirios como consecuencia de este silencio? ¿O cuando se destruyen las estatuas de Sargón el Acadio en Mosul? ¿O cuando es desfigurada la presidencia en el Líbano en sus atributos y se manipulan sus hombres al punto tal que ya no se permite ocuparla salvo por aquel que tenga la calidad de Dhimmis?
¿Acaso quedará alguna minoría si llegase a nacer un estado en nombre del Islam basado en una interpretación enfermiza del Islam?
¿No merece todo ello movilizar la maquinaria militar más allá que unos ataques aéreos y apoyar a los ejércitos legítimos que están luchando en el terreno ofreciendo mártires como lo está haciendo nuestro heroico ejército libanés? ¿No merece todo ello movilizar el aparato de la justicia internacional, más allá que un comunicado, y apoyar la gestión del Líbano ante el Tribunal Penal Internacional?
¿Y no merece todo ello una resolución del Consejo de Seguridad, más allá que la presente reunión, por la cual es agradecida Francia, aunque el nivel de la presencia en la misma refleja el nivel de la preocupación internacional por la supervivencia de las minorías y el diálogo de civilizaciones?
Señoras y señores, no estamos aquí para defender a grupos o a religiones sino a principios y sistemas de vida. La cristiandad es una cultura de vida y un conjunto de valores humanos que conciernen a todas las personas.
¿Acaso creen ustedes que el cristianismo pueda sobrevivir en el mundo si no quedaran cristianos en la tierra de Cristo? ¿O que el manantial pueda seguir vertiendo si se secara su fuente? ¿Acaso creen que el Islam pueda sobrevivir si fuese tergiversado en nuestra región y endemoniado en vuestra región mientras combate decapitando en toda la tierra? ¿Acaso creen que el judaísmo, estableciendo para él una entidad exclusiva aislada que rechaza al otro, podría llevar sólo el mensaje del bien de cara a la humanidad?
¿Acaso creen que la libertad sólo significa desnudar a María y a Cristo, ofender a Muhammad con las caricaturas, mientras se juzga a cualquiera que pronunciase una palabra antisemita? ¿Acaso creen que el concepto de integración se reduce sólo a integrar al levantino en occidente y devolver al musulmán a oriente? ¿Y que esto no producirá violencia entre las civilizaciones en ambas costas del Mediterráneo?
El valor de este levantino está en su permanencia en su tierra porque que así conserva el pluralismo y la diversidad en la misma e impide convertirla en fragmentes mono sectarios, despojados de su identidad, negadores de su mensaje humano, en conflicto entre ellos y en conflicto todos ellos con occidente.
Este levantino no agregará mucho al déficit demográfico en occidente si es agregado a él. Y aunque sea bien recibido en las embajadas, los aeropuertos y los ministerios del interior, ello no lo protegerá ni protegerá a sus receptores, más bien su resistencia en su tierra es la que protegerá su cultura y protegerá vuestra cultura y vuestra sociedad.
Señor Presidente, hemos venido hoy para solicitar en primer lugar algo más que un comunicado, más bien para preparar una resolución internacional que otorgue la protección a las minorías en oriente y establezca las líneas rojas geográficas y morales para las mismas, debiendo ser el mecanismo de ejecución concerniente a todos los estados y disuasivo para cualquier grupo.
Y para solicitar, en segundo lugar, no sólo detener la promoción de la emigración de los grupos que componen el Levante, tales como armenios, kurdos, turcomanos, asirios, caldeos y sirianos, Yazidíes, Shabak, mandeos y drusos, sino hacer retornar a quienes fueron desplazados a mano de los Daeshistas desde el siglo diecinueve.
Y solicitar, en tercer lugar, más que una donación para la Organización de Refugiados, y más que un fondo crediticio para la reconstrucción de los edificios, sino un fondo internacional para la reconstrucción de civilizaciones que fueron destruidas, y pueblos que fueron desplazados y culturas que fueron desnaturalizadas en los laboratorios de la Realpolitik.
Señor Presidente, la emigración es el desgarro del origen, y nosotros somos el origen, el vínculo, y el fin en nuestra región y no estamos dispuestos a renunciar a nosotros mismos. Israel, el padre legítimo de Daech desde decenas de años, es junto a Daech los promotores de la guerra, mientras que nosotros somos constructores de civilizaciones y llamadores a la paz.
Protejan, junto a nosotros, nuestra civilización, nuestra identidad y nuestra cultura, y tomen de nosotros más que petróleo y recursos. Tomen de nosotros el amor, el bien, la paz y la cultura. Nuestra existencia es un acto de fe, somos hijos de la fe, y ni el diablo ni Daech podrán contra nosotros.
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