Artistas, científicos e intelectuales contra Israel
La sociedad palestina llama a boicot, des-inversión y sanciones. El científico Stephen Hawking se une al boicot académico y cultural internacional en apoyo a Palestina.
Cuando el científico más famoso del planeta anunció que cancelaría su participación en un foro en Israel –donde el anfitrión era el presidente del país–, en protesta por el trato al pueblo palestino, provocó un sismo que sigue haciendo temblar.
Israel y sus aliados en Estados Unidos no han ocultado su alarma ante iniciativas populares como la creciente campaña internacional en respuesta a un llamado de la sociedad civil palestina al boicot, desinversión y sanciones (Boycott, Divest, Sanctions o BDS) y declaraciones de figuras prominentes en los circuitos académicos, científicos y culturales que denuncian las políticas bélicas de Israel, señalando casi todos que el apoyo estadounidense es fundamental para las políticas de ocupación de Israel.
El BDS, ante la actual agresión en Gaza, ha llamado a un embargo inmediato sobre armas y la suspensión de acuerdos bilaterales hasta que Israel cumpla plenamente con el derecho internacional y acusó que la ofensiva de Israel es un castigo colectivo, lo cual constituye un crimen de guerra. [www.bdsmovement.net]
Rehusan invitaciones
El mes pasado el profesor y físico Stephen Hawking expresó su apoyo al boicot académico de Israel y canceló su participación en una conferencia patrocinada por el presidente Shimon Peres, en protesta por el trato a los palestinos.
No está solo: además de otros académicos, en la lista creciente del movimiento de boicot figuran artistas como los músicos Elvis Costello, Roger Waters, Brian Eno, Annie Lennox, los directores de cine Mike Leigh y Ken Loach, escritores como John Berger, Alice Walker y Adrienne Rich, el rapero Talib Kweli y el veterano diplomático Stéphane Hessel (uno de los coautores de la Declaración Universal de Derechos Humanos, sobreviviente del Holocausto y autor de ¡Indignaos!), entre otros, todos los cuales rehúsan invitaciones a ese país e instan a sus colegas a sumarse al boicot.
Algunas organizaciones académicas se han unido a este movimiento, mientras que estudiantes y otros promueven iniciativas en varias universidades para que retiren sus fondos de inversión en empresas con negocios que lucran de operaciones en territorios ocupados palestinos.
El primer llamado de diversas organizaciones palestinas, incluyendo sus federaciones sindicales, a una campaña internacional de BDS fue en 2005, con la idea de emplear una de las históricas estrategias más efectivas contra el régimen del apartheid de Sudáfrica: boicot contra el gobierno y sus actividades así como la des-inversión en empresas transnacionales que operaban ahí.
Aunque el movimiento aun no ha llegado a niveles comparables con el del anti-apartheid, provoca más alarma entre la cúpula israelí y sus aliados en Estados Unidos y Europa que las frecuentes denuncias formales de la Organización de Naciones Unidas y similares foros internacionales. Lo comprueba el hecho de que el parlamento de Israel promovió una ley que declara ilegal toda iniciativa o llamado a un boicot dentro del país. El año pasado, el primer ministro Benjamin Netanyahu calificó a BDS de amenaza estratégica y asignó la tarea de combatirlo a su secretaria de Asuntos Estratégicos.
Para Chris Hedges, el ex corresponsal de guerra del New York Times, premio Pulitzer y ahora periodista independiente, un movimiento masivo en demanda de boicots, des-inversión y sanciones es la única esperanza ahora para el pueblo palestino.
En su columna en Truthdig.com, Hedges afirma que tal movimiento tiene que trabajar por la imposición de un embargo de armas sobre Israel; esto es especialmente importante para los estadounidenses porque los sistemas de armas y aeronaves de ataque otorgados por Estados Unidos se están empleando para llevar a cabo el asalto, recordando que Washington entrega 3 mil 100 millones de dólares al año en asistencia militar a Israel. Agrega que si fracasamos en actuar somos cómplices en la matanza.
Aunque no avalan formalmente el movimiento BDS, otras figuras prominentes a nivel internacional han tomado medidas en protesta de las ocupaciones por Israel.
En junio el arzobispo Desmond Tutu, de Sudáfrica, una de las figuras del movimiento anti-apartheid de mayor perfil mundial, invitó a religiosos de Estados Unidos a sumarse a una campaña de des-inversión en empresas que contribuyen a la ocupación del territorio palestino y “nombrar a Israel como un Estado apartheid” por sus políticas internas y de ocupación.
Las iglesias presbiteriana de Estados Unidos y la unida metodista, así como algunas fundaciones, como la de Bill y Melinda Gates, entre otros, están retirando sus inversiones de empresas –entre ellas Hewlett Packard, Motorola y Caterpillar– que tienen negocios que lucran con la ocupación israelí.
Sumándose a la condena de las políticas bélicas, agrupaciones judías progresistas buscan romper el monopolio sionista en el debate sobre Israel en este país. Voces Judías por la Paz es una organización nacional estadounidense que ha participado en las protestas contra la ofensiva más reciente, reiterando que la paz en la región es posible solo con justicia y plena igualdad tanto para palestinos como israelíes.
La organización, apoya iniciativas no violentas y llama a la suspensión de la asistencia militar estadounidense hasta que Israel anule su ocupación de Palestina. Entre su junta de asesores están algunos prominentes críticos de la política de Israel y el apoyo brindado por Estados Unidos, entre ellos Noam Chomsky, los dramaturgos Tony Kushner (premio Pulitzer) y Eve Ensler, la periodista y escritora Noami Klein, el actor Wallace Shawn, el abogado y presidente del Centro de Derechos Constitucionales Michael Ratner, y varios rabinos (también estaba el historiador Howard Zinn, quien murió en 2010).
El Centro de Derechos Constitucionales (CCR) calificó los ataques indiscriminados de Israel como un castigo colectivo a la población civil –un crimen de guerra– y subrayó que “esta agresión es posible sólo por el apoyo diplomático, económico y militar incondicional de Estados Unidos para la ocupación de Palestina por el gobierno de Israel y las políticas de apartheid en la región”.
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