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miércoles, 17 de diciembre de 2014

Líbano: Cuatros pilares para los curiosos (Parte 1)

Por Jodor Jalit

La vacante presidencial en Líbano e intervención de Hezbollah en Siria, han desatado una gran cantidad de debates dentro de la colectividad. En pos de alimentar el intercambio de opiniones, aquí ofrecemos un cuerpo de lectura.

La colectividad libanesa en Argentina encuentra sus orígenes a finales del Siglo XIX. Por aquellos años, el estado libanés como el sirio no existían, y a todos los que arribaron desde aquellas latitudes se los llamo turcos. Esa fue la primera generación de emigrantes árabes hacia la región del Cono Sur, y su arribo conjunto dio lugar a la identidad Sirio-Libanesa. De hecho, quien escribe es bisnieto de un sirio y una libanesa.

Esa relación que hoy aparenta ser una simbiosis, por entonces era algo natural. Porque no existían las identidades nacionales contemporáneas, contra las cuales Gibran Khalil Gibran y Antoine Saadeh militaron tan fuertemente. Toda esa historia sin embargo, es diariamente enterrada por debates intracomunitarios que nos remiten a la Guerra Civil Libanesa (1975-1990). Las acusaciones son siempre las mismas. Líbano nunca fue parte de Siria, que este último invadió al primero, y que además es responsable por la muerte de Rafik Hariri.

Más allá de la interpretación de cada lector sobre los hechos, voy a usar el siguiente espacio para recomendar cuatro lecturas. El objetivo es presentar cuatro libros consagrados, que lo ayudaran a llenar baches y evacuar dudas.

Historia de los árabes, de Albert Hourani

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Esta obra, venerada internacionalmente, ofrece una profunda descripción de las costumbres de la gente árabe-parlante entre los Siglos VII y XX. Allí podremos encontrar un relato exhaustivo sobre la expansión política del Califato, una descripción del desarrollo urbano, y las costumbres sociales diarias. Según cuenta el autor, el libro apela a una audiencia principiante y al público en general.

A principios del S. VII, cuenta Hourani, cuando el mundo giraba en torno a Constantinopla, Istajr y Ctesifonte, surgió un movimiento en las márgenes de los grandes imperios, Bizantino y Sasánida. Esa corriente religiosa y política se llamó Islam, y dio vida a un nuevo imperio que controló un tercio de la superficie mundial, donde impuso la lengua árabe. Durante los tres próximos siglos, el califato afianzó su poder hasta ser disputado por Cairo y Madrid. A pesar de ello la unidad social y cultural desarrollada continuaría hasta la actualidad.

Durante esos trece siglos y a pesar de la unidad, afirma Hourani, el espacio geográfico se divide en cinco regiones: Península Árabe, Creciente Fértil, Valle del Río Nilo, Magreb, y Península Ibérica. Esas diferencias se confirman a través del gran número de acentos. Por ejemplo, el acento libanés es marcadamente distinto del egipcio, saudí, e iraní. Y todos ellos también se diferencian entre sí.

Para entrado el S. XX, el califato desaparecería dejando a Riad y Teherán la disputa por el liderazgo de la comunidad musulmana. Esa puja, Hourani considera, muestra la facilidad con la cual una rivalidad interestatal puede enredarse con otra intraestatal. Una realidad que hoy se refleja en el Parlamento de Líbano, cuando el Partido Movimiento Futuro se alinea con los intereses de Arabia Saudita y Hezbollah hace lo propio con Irán. Más allá de eso, la importancia del trabajo reside en el reconocimiento del impacto que la cultura árabe tuvo en el mundo, la región y el Líbano.

Una casa con muchas mansiones, de Kamal Salibi

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Según el autor, existe hoy en Líbano un amplio consenso sobre la identidad nacional, de la cual solo los más comprometidos extremistas se animan a cuestionar. Sin embargo, desde el establecimiento del estado libanés como estado en 1920, occidentalitas y orientalistas permanecen en desacuerdo sobre la construcción de esa identidad, o lo que es lo mismo: la instrumentalización de la historia. Esas diferencias se enquistaron en las instituciones religiosas y responden a la presencia de fuertes afiliaciones y lealtades de segundo orden.

Salibi nos cuenta además que actúan sobre el país una fuerza doméstica y foránea llamada “arabismo,” y otra de carácter social y parroquial llamada “libanismo.” El enfrentamiento entre ambas fuerzas respecto de temas fundamentales, impidió el normal desarrollo del estado, cuestionando su legitimidad y viabilidad política. Por eso afirma el autor que la virulencia de ese encuentro, en conjunto con otros sucesos, sentó las condiciones necesarias para la Guerra Civil Libanesa.

Sobre la instrumentalización de la historia en Líbano, Salibi desprende tres conclusiones: primero, la Guerra Civil demostró ampliamente que ninguna fuerza puede imponerse sobre la otro; segundo, hay señales claras del arribo a una etapa fundamental de consenso político; y tercero, el Mundo Árabe entendió y valoró la existencia de una estructura social delicada en la República de Líbano.

Lo que debemos rescatar del trabajo de Salibi es la existencia de más de una lectura sobre la historia de Líbano. Interpretaciones que son utilizadas por las facciones políticas en pos de un proyecto político. Más importante aún para la colectividad libanesa en Argentina, es reconocer que las instituciones se alinean con una u otro interpretación. No menos importante es la lectura secularizadora sobre la Guerra Civil Libanesa, que nos ayuda a entender la existencia contemporánea de coaliciones parlamentarias multiconfesionales.

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