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martes, 27 de junio de 2017

Rawabi, la ciudad palestina del siglo XXI

Por Sal Emergui

Tras invertir más de mil millones de euros y superar todo tipo de obstáculos, Masri no sonríe ante casas en miniatura sino en el flamante y recién inaugurado centro comercial de Rawabi.

"Algunos lo ven una locura. Otros, una arriesgada aventura que se estrellará con la realidad. En unas modernas oficinas en Ramala, se limitan a sonreír, trabajar y soñar". Estas líneas fueron escritas en 2009 por este periodista tras entrevistar al ambicioso empresario Bashar Masri. Ante la maqueta, soñaba en voz alta: "Construir la primera ciudad palestina de la era moderna, dar empleo a miles de palestinos y demostrar que somos un pueblo capaz de mejorar nuestra calidad de vida".

Ocho años después, Masri no sonríe ante casas en miniatura sino en el flamante y recién inaugurado centro comercial de Rawabi ("Colinas" en árabe). Tras invertir más de mil millones de euros y superar todo tipo de obstáculos, el proyecto no se ha estrellado con la realidad sino que intenta cambiarla.

3000 personas de clase media-alta ya viven en esta villa aún en construcción protagonizando el mayor ensayo social, económico y cultural que se recuerda en territorios palestinos. Una prueba no precisamente de laboratorio impoluto sino en el violento contexto del conflicto israelopalestino. A 24 km de Jerusalén, cerca de la colonia Ateret y un checkpoint israelí que aparece y desaparece como la ola de apuñalamientos y atropellos.

A base de apartamentos espaciosos, tiendas de lujo, parques verdes y un cambio de mentalidad, Rawabi desafía a radicales de ambos lados, al horizonte sin esperanzas y al tradicional estilo de vida palestino.

 

"De momento tenemos perdidas millonarias. Es difícil que ganemos dinero. Es un proyecto único en el mundo no sólo por la situación sino porque es la primera ciudad construida completamente por el sector privado. Hemos tenido que ocuparnos de funciones que corresponden al servicio público como agua o accesos. Y nosotros no recaudamos impuestos" , afirma a EL MUNDO el alma mater de una aventura financiada por su empresa Massar y el consorcio qatarí Qatari Diar.

Rawabi, la primera Smart City palestina, ya tiene cuatro barrios habitados de los 22 programados, colegio, anfiteatro, parques y un corazón de oro que palpita: el centro comercial con las marcas internacionales más conocidas (la española Mango incluida), cines y cafeterías.

La burguesa urbe exhibe modernidad, bienestar, limpieza y orden. En sus paredes no hay retratos de Shahidim ("Mártires") con fusiles sino rótulos que indican el rancho para montar a caballo o el complejo para crear una startup.

Masri se enfada al escuchar que su exitosa criatura puede contradecir las denuncias de la causa palestina."Que nadie se engañe, Rawabi no se ha hecho gracias a la ocupación sino a pesar de ella. Quizá los políticos israelíes hablen de forma positiva sobre Rawabi pero no son los que lo han hecho posible", aclara.

El empresario palestino-estadounidense añade: "Esta ciudad demuestra que somos un pueblo que busca y se merece lo mejor pese a la ocupación israelí. Aplicamos la política de hechos en el terreno porque no podemos esperar a que los soldados se retiren. Porque se irán ya que la ocupación a cargo de una nación democrática pro occidental es una vergüenza para Israel".

Con la iglesia en Rawabi inaugurada por el Patriarca Greco Ortrodoxo de Jerusalén, siguen los trabajos para construir la mezquita más grande tras Al Aqsa.

"Mi familia está segura y feliz aquí. Lo encuentras todo concentrado", nos cuenta Manar Tos en el centro comercial. Nacida en Belén y tras una época en Dubai, esta profesora de inglés se trasladó a Rawabi "por la calma y educación de mis hijos". Su marido valora aún más la tranquilidad ya que trabaja como contable en la ruidosa Ramala.

El Hiyab de Tos contrasta con la falda de Marilyn Monroe coqueteando con el viento en el anfiteatro. Como todo en Rawabi, construido a lo grande. "Con un aforo de 15.000 personas, es el más grande de la región. Fue inaugurado por el ganador de Arab Idol, el palestino Mohamed Assaf", recuerda Mahmoud Thaher que, como buen representante de Rawabi, viste de forma impecable. Como las instalaciones, su traje es el mensaje.

En un valle, vemos la entrada de un túnel. "No es como los de Hamas sino para vinos", bromea. Un grupo de niños juega al fútbol en el recreo del selecto colegio. Familias de otras localidades palestinas pagan 3000 dólares al año para que sus hijos estudien el modelo de Cambridge.

A Murad le va más Italia. Quizá por eso, ha abierto un restaurante. "Vine con mis dos hijos y lo primero que me pidieron fue comprar una casa. Rawabi es el futuro de Palestina", nos explica destacando que los precios son idénticos a los de su restaurante en Ramala.

De la Autoridad Nacional Palestina, no ha recibido un dólar. Sólo apoyo político en los últimos años. ¿Israel? Por un lado, puso muchas trabas para habilitar agua y ruta de acceso. Por otro, personalidades israelíes y el lobby judío en EE.UU contribuyeron a que el proyecto fructificara.

Con sus modernas infraestructuras, calma en las calles y carísimos trajes de último modelo de Armani en las estanterias de su centro comercial, Rawabi puede ser visto también como un oasis de lujo en una Cisjordania con alrededor del 20% de desempleo y por supuesto en comparación con la Franja de Gaza controlada por el grupo islamista Hamas (52% de paro).

Samri revela la oposición interna del movimiento contra la normalización con Israel. "Desde el principio, dije que trabajaríamos con empresas israelíes porque no hay otra opción. No soy el único palestino que compra sus productos. Mi único veto es si son de las colonias ilegales".

"Lo mejor está aún por venir", se lee en la entrada. Como el centro médico, el hotel y el parque de deportes extremos. "Aún hay mucho que hacer en Rawabi y en Palestina. Se trata de ir paso a paso pero ¡cada paso es gigante!", concluye Samir saboreando un café negro. Su viejo aroma oriental se infiltra en la colina palestina más occidental.

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