En verano Beirut es una fiesta
Retrato de una ciudad que todo lo tiene.
Como cada verano, hay la gloria, aunque un tanto desvanecida, del que un día fuese el gran Festival Internacional de Balbeck. Un festival en el que entre las ruinas de los templos de Júpiter, de Baco, actuaron Margoyt Fonteyn, Rudolf Nureyev, el Ballet de Maurice Béjart, Von Karajan, Unm Kalsum, Rostropovich y, en estas semanas, el popular cantante británico de origen libanés Mika.
Se penetra en el monumental recinto por un largo pasadizo abovedado en cuyo fondo aparecen las seis altas columnas iluminadas del templo de Júpiter atravesando un océano de truncadas columnas, capiteles, frisos rotos.
En este magnífico escenario sus representaciones cobran una inusitada magnitud. El festival ha cumplido 60 años. Sus funciones fueron antes de la guerra pretexto para que la buena sociedad libanesa luciese sus trajes elegantes, caftanes, preciosas túnicas orientales, para las mujeres, grandes capas o abayas hechas de piel de camello con las que los distinguidos varones se cubrían sus vestidos de corte occidental
En el palacio de Beitedine, hermoso palacio de los emires del Líbano, se celebra también un festival Internacional de gran calidad artística. Beitedine trata de competir con Balbeck en la contratación de prestigiosos artistas. Balbeck está en la planicie de la Bekaa, Beitedine en la abrupta región del Chuf.
Nada menos que ciento cuarenta festivales se han organizado durante el mes de agosto, como el de Biblos. En el coqueto puertecito de Biblos, triunfó esta vez una Grace Jones inmortal. No hay localidad que se precie que no cuente este verano con su propio festival. Además se puede disfrutar de las fiestas callejeras en barrios como Hamra, los conciertos y actuaciones musicales al aire libre.
Asimismo, la profusión de altas terrazas, rematando hoteles y modernos edificios de la capital con sus animados bares y discotecas, ilumina las noches de Beirut. En el 7 Sisters se diseñó una suerte de oasis con una cascada de agua, su barra entre árboles traídos de América.
Muyo on the roof, Iris, instalado en la azotea de la sede del diario An Nnahar, Jawkyard, son algunos de los más populares, con consumiciones que oscilan entre cuarenta y cien euros por persona. El Sky bar fue su pionero.
Los libaneses adoran bailar con la cabeza en las estrellas, en estas altas terrazas, con sus canapés, bares, climatizadores, surtidores de aguas multicolores.
El verdadero príncipe de la noche de Beirut es del artista Michel Elefteriades, cuyo Music Hall espectacular con sus tapizadas sillas rojas y barroca decoración ha estrenado otro local en la orilla del mar.
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