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viernes, 01 de agosto de 2014

Una argentina en el horror de Gaza

Cecilia Goin llegó a Gaza hace 12 días. Estuvo allí sólo una semana y por la retina de sus ojos pasaron todas las imágenes de horror propias de una zona en guerra: bombardeos, tiroteos, pilas de cadáveres y escombros por doquier. Retratos de una ciudad destruida en la que ya no existe la vida cotidiana. En la que los sistemas de agua potable y electricidad son cada vez más precarios y los hospitales están saturados por los miles de heridos, en su mayoría civiles.

Tiempo Argentino

Goin, vocera del Comité Internacional de la Cruz Roja y nacida en Bahía Blanca hace 52 años, contó al diario Tiempo Argentino cómo es trabajar en lo que describió como una "ciudad fantasma". "En mis anteriores viajes vi mucho movimiento, mucha gente en las calles, los chicos iban al colegio. Hoy es un lugar en el que no hay personas, ni un auto. La gente está encerrada en las casas por el temor. Fue una situación impresionante, parecía de película pero era la realidad", relató Goin, quien ahora está en Jerusalén pero por su labor humanitaria recorrió decenas de lugares en conflictos, como Siria, Sudán y Uganda.

¿En algún momento vivió un clima como el actual en Gaza?

No, para nada. Yo estuve cuando terminaba la operación Plomo Fundido (NdR: entre 2008 y 2009). Hubo momentos de tensión, pero por otros motivos.

¿Y qué se encontró ahora?

Apenas llegamos al último punto check-point para entrar a Gaza ya estaban los tanques bombardeando y Hamas estaba tirando misiles para el lado de Israel. Fue un momento muy tenso que duró un par de horas. Una vez adentro, nos estaba esperando un auto de la Cruz Roja en una zona en la que no había nadie, era una ciudad fantasma, porque toda la población que vive en el norte se estaba desplazando hacia otros lugares. En los primeros días los bombardeos fueron más intensos, a toda hora pero sobre todo a la madrugada.

¿En qué sitios estuvo?

Todos los extranjeros que están trabajando para la Cruz Roja estuvimos alojados en una casa de dos pisos. El día que llegué ni siquiera pude ir a la oficina del organismo y trabajé desde esa casa porque los combates eran muy intensos. Hoy no hay ningún lugar seguro en la Franja. Es un momento muy estresante para trabajar, por eso los equipos de trabajo entran y salen constantemente.

¿Cómo es trabajar así?

Se duerme muy poco. Yo estuve viviendo en Siria, en plena guerra, y no te terminás de acostumbrar a eso. El de los bombardeos es un ruido espantoso, es como la peor tormenta que puede haber en Buenos Aires, con la diferencia de que en Capital lo peor que puede pasar es que se te inunde la casa o te quedes sin luz. Acá uno piensa en cuántos muertos puede haber.

¿Vivió algún hecho que la haya impresionado en particular?

Yo salí de Gaza cuando hubo un cese del fuego. Nos estaban esperando del otro lado y, aunque fue muy relajado, sentí que empecé a aflojar la tensión recién cuando llegué a Jerusalén. Sentía que, físicamente, la tensión en la cabeza y en la espalda se iba aflojando. Imaginate que en Gaza teníamos que dejar lo que estábamos haciendo para bajar del segundo piso a la planta baja hasta que los bombardeos pararan. Cuando llegué a Jerusalén, iba caminando al hotel, me miraba los pies y pensaba: "estoy caminando, estoy viva". Tomé conciencia de lo que significa estar vivo.

¿Cómo lo vive su familia?

Mi marido vive en Argentina, estamos en contacto todos los días. Sé que él está pensando en mí todo el tiempo. Mi mamá se angustia y la entiendo. Cuando estuve en Siria la pasó mucho peor que yo. A la distancia y con las noticias es lógico que tengan miedo. Pero acá me siento útil, disfruto lo que hago, aprendo, conozco otros rincones del mundo.

¿Cómo es el trabajo que está haciendo la Cruz Roja?

Estamos tratando de ayudar a reparar la infraestructura dañada. Y en eso se incluye agua y saneamiento y cableado eléctrico. La prioridad es sacar los heridos. Logramos sacar cientos de personas, muchos chicos. No te podría decir exactamente el número, pero se puede decir que la mayoría de las personas son civiles.

¿En qué estado están los hospitales y cómo llegan los heridos?

El sistema de salud está trabajando bajo una presión impresionante. Hay de todo. Tenés 1,8 millones de palestinos viviendo en Gaza y hay 1,8 millones de historias para contar. Hay mucha gente que va al hospital con heridas leves y ese mismo día puede regresar a la casa o al refugio en el que está. Hay otros que mueren en la sala de operaciones, que sufren la amputación de las piernas, que tienen heridas de bala, que tienen meses de recuperación.

¿Cómo se manejan los casos de personas perdidas o familias desmembradas?

No tenemos casos de gente perdida porque las familias se desplazan todas juntas. Cuando hay un bombardeo y cae un edificio con gente adentro, nos llaman y nos piden ayuda para rescatar a los familiares que quedaron bajo los escombros. Hace tres o cuatro días perdimos un voluntario que recibió un pedido para rescatar a una persona enferma o herida. Fue con la ambulancia, se metió en un lugar con fuego cruzado y murió. Hay compañeros que sufrieron el bombardeo de sus casas y perdieron todo. Sabemos de gente que ha perdido amigos y familiares. Las víctimas civiles son demasiadas y tanto Hamas como Israel tienen que respetar la vida de quienes no están tomando parte en el conflicto.

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