¿En qué momento la ayuda se transforma en injerencia?
Mientras el Líbano afronta múltiples crisis, exacerbadas por la tragedia reciente en el puerto de Beirut, los barcos europeos continúan llegando al país, acompañados por declaraciones políticas que profundizan el descontento social y fomentan la división.
Después de la explosión del martes 4 de agosto en el puerto de la capital libanesa, países europeos, como Francia, Alemania y Reino Unido (vanguardia de la OTAN) han sido los primeros en anunciar su predisposición para enviar ayuda al Líbano. Sin embargo, cuando esta ayuda humanitaria -y sus implicancias- incrementa la presión y el caos social en las calles, surge la pregunta: ¿En qué momento la ayuda se transforma en injerencia?
Los problemas políticos del Líbano no pueden negarse. Desde hace meses, miles de personas en las calles se manifiestan casi a diario mientras la situación económica se desmorona. A pesar los tangibles problemas que han enfrentado -y enfrentan- los gobiernos libaneses, las continuas presiones extranjeras, con visitas y declaraciones, no hacen más que profundizar las divisiones políticas en un país con historial de conflicto civil y donde las constantes disputas siempre son un conflicto a resolver.
La rápida visita del presidente francés Emmanuel Macron -tan sólo dos días después del estallido en el puerto de Beirut- es una prueba de ello. Luego de recorrer las calles de Beirut, el mandatario galo no descartó la posibilidad de imponer sanciones contra algunos funcionarios libaneses, y presionó al presidente Aoun y al entonces gabinete de Diab para que apoyen una investigación “independiente” acerca del trágico incidente.
Sin embargo, a pesar del fuerte rechazo del presidente libanés a dicha investigación extranjera -quien consideró que sería “una pérdida de tiempo” que "ocultaría la verdad"- el apoyo de los países de occidente a la propuesta de Macron causa cada vez más revuelo dentro de la sociedad libanesa.
Un claro y extremo ejemplo de esto, es la escandalosa y triste petición que se ha difundido en redes sociales tras la visita del mandatario europeo, en la cual más 60 mil firmas solicitan que el Líbano -que con sangre de mártires consiguió su independencia de Francia en 1943 tras años de colonialismo- sea puesto nuevamente bajo un mandato francés durante los próximos 10 años.
Desde Francia, partidos de izquierda y organizaciones sociales criticaron la visita de Macron al país mediterráneo, asegurando que es “una injerencia en la vida política del Líbano”. “El Líbano no es un protectorado francés. Alerto a los libaneses sobre las reformas de Macron: proteged las reivindicaciones de vuestra revolución ciudadana”, escribió vía Twitter el legislador francés Jean-Luc Mélenchon, líder del movimiento La Francia Insumisa (LFI).
Y los barcos siguen llegando…
El Ministerio de Asuntos Exteriores de Francia también anunció en su sitio web haber enviado el domingo el barco militar Tonnerre a Beirut para “ayudar al pueblo” después de la potente explosión en la capital libanesa. El buque, según los funcionarios galos, porta a 700 soldados y efectivos militares para “llevar ayuda humanitaria”.
El Ministerio de Defensa del Reino Unido informó este martes que un barco de la Marina Real británica ha llegado al puerto de Beirut con “ayuda y un equipo de especialistas para evaluar los daños que sufrieron las instalaciones”; mientras que Alemania envió un barco desde Chipre, que llegó el mismo día a Beirut, para “apoyar y ayudar al pueblo” del Líbano.
Colonialismo, crisis y geoestrategia
Parece evidente que la huella del clásico “colonialismo directo” (interferencia cultural) ejercido por Francia en cada rincón del planeta donde ha clavado sus garras desde el S XIX, dejó una especial impronta en un Líbano al que nunca ha querido soltar .
Un país tan especial en el que conviven los más patriotas sentimientos de soberanía e independencia, en pugna constante con la ya arraigada conexión de un minoritario sector de la población para con la cultura colonizadora foránea, todo ello en el marco de una nueva crisis de la falaz, naturalmente endeble, y hoy agonizante estructura de distribución de poder basada en cuotas sectarias y confesionales.
A este siempre presente y conflictivo trasfondo se suma hoy el caos exacerbado por una devastadora crisis económica y social -fomentada por un gran aliado de París (Washington)- que hoy ha llegado a la cúspide de su poder destructivo, maximizada por el reciente desastre en el puerto de Beirut.
A su vez, en el ámbito puramente geopolítico, no debe dejar de considerarse la alta exposición que genera la destacada posición estratégica regional y global del país del cedro, que a su vez enfrenta la amenaza del enemigo régimen de Tel Aviv, ocupante de las granjas de Shebaa (además del Golán Sirio y el 80 por ciento de Palestina).
Y todo ello, a la luz del presente conflicto que vive todo el Cercano Oriente árabe merced al intento de reconfiguración artificial iniciado con la invasión estadounidense de Irak en 2003 y reimpulsado en 2011 con los proyectos generales de “cambio de régimen” disfrazados de “primavera”.
¿Injerencia oportunista?
Es a partir de esta perspectiva amplia y compleja que debemos preguntarnos:
¿Acaso el caótico cuadro actual del Líbano, y la inevitable necesidad de ayuda externa, fomenta una nueva oportunidad de interferencia regional para los viejos colonizadores y sus agendas?
Parece clara la respuesta en forma de un rotundo “SI”… y esto ya ha comenzado a evidenciarse con los primeros pasos de la intromisión extranjera (europea y atlantista), que hasta el momento ha provocado más disputas políticas y conflicto interno, que soluciones.
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