Un acuerdo de paz como ningún otro
Mucho ruido y pocas nueces, pero se viene el segundo acto.
Es extraño que la Casa Blanca se esté regodeando con su supuesto acuerdo de paz en el Medio Oriente al mismo tiempo que uno de los signatarios está bombardeando Siria, Líbano y Gaza.
Todo sugiere que la paz en la región excluirá a los enemigos designados y a los amigos de esos enemigos, ya que los lazos entre las tres partes - Israel, Emiratos Árabes Unidos (EAU) y Bahrein - es claramente en parte, una alianza ofensiva dirigida contra Irán y sus países amigos, incluyendo a Siria y el Líbano.
Una cantidad significativa de las negociaciones que precedieron a la ceremonia de firma en la Casa Blanca involucraron quién obtendría qué armas estadounidenses avanzadas en el futuro. Los Emiratos Árabes Unidos quieren bombarderos de combate F-35, mientras que Israel ya está pidiendo USD 8 mil millones del contribuyente estadounidense destinados a más armas de alto nivel para mantener su "ventaja cualitativa” sobre sus flamantes amigos.
Para los lectores más sagaces que optaron por ignorar lo que sucedió, conviene hacer un breve resumen. El martes pasado, el presidente Trump organizó una ceremonia de firma en la Casa Blanca durante la cual Israel estableció lazos formales con los dos estados árabes. El acuerdo se denominó Acuerdo de Abraham porque pretende construir sobre los cimientos proporcionados por la fraternidad, como se podría decir, de las tres religiones abrahámicas, a saber, el judaísmo, el cristianismo y el islam. Más específicamente, creó el mecanismo para los lazos diplomáticos, económicos y culturales entre Israel y los dos países árabes.
Cabe señalar que tanto los Emiratos Árabes Unidos como Bahrein están cerca de ser estados clientes de los EEUU. Bahrein es de hecho el puerto base de la Quinta Flota estadounidense que opera en la región y también alberga la sede del Comando Central de las Fuerzas Navales de EEUU (NAVCENT). Ambos países han tenido durante mucho tiempo relaciones semi-secretas de facto con Israel sobre cuestiones de seguridad y los israelíes han podido viajar a ellos siempre que no lo hicieran con un pasaporte israelí. Y ambos también saben que el camino para mejorar las ya buenas relaciones con Washington pasa por Israel.
El primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, asistió personalmente a la ceremonia, junto con los ministros de Relaciones Exteriores de EAU y Bahrein. Trump dijo entusiasmado: “Estamos aquí esta tarde para cambiar el curso de la historia” y entregó una réplica de la llave de oro de la Casa Blanca a Netanyahu. No se sabe si los dos ministros árabes recibieron algo más que un “no dejes que la puerta te golpee en el trasero al salir”.
El presidente observó que las dos naciones árabes eran la tercera y la cuarta en normalizar las relaciones con Israel, siguiendo a Egipto en 1979 y Jordania en 1994, y predijo que cinco países árabes más pronto también podrían reconocer a Israel. Es probable que Omán y Qatar, que albergan la principal base aérea estadounidense en Al-Udeid, sean los siguientes, ya que ambos tienen estrechos vínculos con EEUU y nunca han mostrado mucho fervor antiisraelí de línea dura.
La afirmación hecha antes de la firma de que Israel se retiraría de su plan de anexar gran parte de Cisjordania palestina como contrapartida del acuerdo no se discutió en absoluto, ni fue parte del documento. En general, se cree que Israel esperará hasta después de las elecciones estadounidenses para hacer su movimiento.
Los palestinos, que han sido los receptores de la construcción de la nación israelí, no fueron invitados. Hubo algunas manifestaciones de palestinos en Gaza y Ramallah denunciando la firma mientras se llevaba a cabo, junto con el grito de que “Palestina no está a la venta”. De hecho, los palestinos son más o menos invisibles en Washington, ya que Trump cerró su oficina de representación en 2018 después de que Netanyahu le mostró un video fabricado en el que el presidente de la Autoridad Palestina, Mahmoud Abbas, parecía estar pidiendo el asesinato de niños. El secretario de Estado, Rex Tillerson, también vio el video e informó al presidente que era una fabricación obvia, pero Trump quedó convencido por el material.
Los medios estadounidenses, siempre inclinados a aplaudir cualquier cosa que promueva los intereses israelíes, registraron su aprobación del acuerdo. Y hubo llamados para otorgar el Premio Nobel de la Paz a Trump por su logro milagroso, no tan ridículo como suena, ya que es al menos tan merecido como el que se le otorgó a Barack Obama. Trump, el pacificador, suena muy bien, y posiblemente valga la pena para el presidente en términos de votos y contribuciones políticas. De hecho, si uno mira la ceremonia de la Casa Blanca con trastornos digestivos, queda claro que todo el evento se organizó con fines políticos para promover los intereses republicanos en las próximas elecciones.
Si acaso cambia algo sobre el terreno, en realidad solo empeora las posibilidades de paz en la región. Los EAU y Bahrein ahora están atrapados en un esfuerzo unificado para oponerse a Irán por la fuerza militar si es necesario, con el apoyo abierto de Israel más la ayuda encubierta de Arabia Saudita, así como el respaldo total de EEUU.
Se podría argumentar razonablemente que el acuerdo fue una victoria para Israel, EAU y Bahréin, ya que han logrado obligar a EEUU a apoyar sus propios intereses de seguridad regional en el futuro previsible. Los medios de comunicación, los contratistas de defensa y los políticos comprados y pagados por Israel podrán afirmar que EEUU debe retener fuerzas significativas en la región para defender a Israel y a los estados árabes amigos contra la “amenaza iraní”, en gran parte ficticia.
Desafortunadamente, es un gran revés para los esfuerzos de EEUU por limitar su exposición a todos y cada uno de los acontecimientos políticos en un Medio Oriente cada vez más inestable. Si la Casa Blanca había querido realmente desconectarse del atolladero en el que se había encontrado, esta ha sido una extraña forma de hacerlo.
Y los palestinos no tienen a dónde ir, con la presunción de que con la disminución del apoyo árabe se verían reducidos a suplicar a Israel (y a EEUU) un acuerdo que los reduzca al estatus de ilotas. Esa conclusión podría desesperarlos y desencadenar una nueva y aún más sangrienta intifada.
La desventaja del acuerdo ya está comenzando a manifestarse puesto que Estados Unidos se prepara para imponer unilateralmente sanciones a Irán que incluirán la posible incautación de barcos iraníes en aguas internacionales, mientras que el secretario de Estado Mike Pompeo también advirtió a Rusia y China que no intenten vender armas a Teherán. Uno podría preguntarse, ¿exactamente cómo se propone Pompeo hacer eso? ¿Derribará aviones de transporte rusos o hundirá barcos de bandera china y rusa? ¿Cómo se pasa de estar loco a estar completamente loco, y qué pasa con todos esos estadounidenses y otros que preferirían no estar en el extremo receptor de un intercambio nuclear?
Trita Parsi, que sigue de cerca la situación en el Medio Oriente, ha sugerido que Pompeo incluso podría estar planeando una “sorpresa de octubre”, lo que podría equivaler a algún tipo de provocación o incluso una operación de falsa bandera que resultaría en un conflicto abierto con Irán, y con los EEUU argumentando que la lucha es tanto legal como defensiva por naturaleza.
Tal sugerencia podría considerarse una locura, pero hay indicios de que EEUU está intensificando su campaña de deslegitimación contra Irán. Están surgiendo acusaciones inconfirmables de fuentes anónimas del gobierno estadounidense sobre un supuesto complot iraní para asesinar al embajador de EEUU en Sudáfrica. Y, a partir del sábado, Washington ahora está implementando su nuevo régimen de sanciones y existe una clara posibilidad de que un barco iraní en el Golfo Pérsico sea capturado, lo que obligará a Irán a responder.
La Marina de los Estados Unidos ya interceptó cuatro petroleros de bandera griega en el Océano Atlántico en su camino a Venezuela, alegando que transportaban productos petrolíferos iraníes, que luego fueron confiscados.
Dada la propensión demostrada a utilizar la fuerza armada, todo es posible. El pensamiento en la Casa Blanca podría ser que una guerra contenible contra un enemigo reconocido podría ser el boleto para ganar en noviembre. Por supuesto, una vez comenzada la lucha, es posible que no funcione de esa manera.
Philip M. Giraldi, Ph.D., es Director Ejecutivo del Consejo para el Interés Nacional, una fundación estadounidense dedicada a cambiar la política exterior de EEUU en el Cercano Oriente. Es colaborador frecuente en distintos medios especializados. Puede ser contactado en inform@cnionline.org
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