Erdogan: valores religiosos en función de la política
El último y controversial decreto del ejecutivo turco para modificar el estatus de Hagia Sophia en Estambul, ha agitado a la vez el tablero espiritual y político mundial ¿Religión o política interna?
El 10 de julio último, el máximo tribunal administrativo de Turquía anuló un decreto del gabinete ejecutivo de 1934, -durante la era de Mustafá Kemal Ataturk (1923-1938)- que había convertido a Hagia Sophia (Santa Sofía de Estambul) en un museo.
El presidente turco Recep Tayyip Erdogan firmó luego un decreto según el cual el sitio, convertido por Ataturk de mezquita a museo, se abrirá nuevamente como mezquita islámica el 24 de julio de 2020.
En defensa de la decisión, Erdogan destacó que el país ha ejercido su derecho soberano y agregó que el edificio permanecería abierto para musulmanes, no musulmanes y visitantes extranjeros.
Santa Sofía es el sitio turístico más popular de Turquía que durante 2019 atrajo a más de 3,7 millones de visitantes anuales.
Crítica internacional
La decisión del gobierno de Erdogan condujo a una reacción mundial de resistencia y críticas, por parte de distintos líderes cristianos -especialmente de las iglesias orientales, es decir ortodoxas- contra Ankara.
Coincidiendo con la preocupación inicial del Patriarca Kirill , la Iglesia Ortodoxa Rusa, ha expresado luego del decreto su pesar por el hecho de que Turquía ignoró los llamados a preservar el sitio como museo. “No se escuchó la preocupación de millones de cristianos”, dijo el portavoz de la Iglesia, Vladimir Legoida, a la agencia de noticias Interfax.
Por su parte, ya el pasado jueves 9 de julio, en vísperas del decreto, los Obispos Ortodoxos en Argentina, Monseñor Iosif del Patriarcado de Constantinopla, Monseñor Santiago del Patriarcado de Antioquía, Monseñor Juan de Caracas de la Iglesia Rusa en el Exterior (ROCOR) y Monseñor Kiril de la Iglesia Serbia, enviaron una misiva al Canciller Argentino solicitando que “Argentina, al igual que otras naciones en el mundo, pueda expedirse en contra de los intentos actuales del gobierno turco de reconvertir la Basílica de la Santa Sabiduría (Hagia Sofia) en una mezquita”. Los jerarcas expresaron que, “de concretarse este proyecto, se vería seriamente afectado el diálogo con el Islam no solo en el Cercano Oriente sino en todo el mundo”.
A su vez, el secretario general interino del Consejo Mundial de Iglesias expresó por escrito al presidente de Turquía su “dolor y consternación” por la decisión de cambiar el estatus de museo del emblemático templo. Como museo del Patrimonio Mundial, “Hagia Sophia ha sido un lugar de apertura, encuentro e inspiración para personas de todas las naciones”, afirmó Ioan Sauca en la carta publicada el sábado por el grupo con sede en Ginebra.
También Roma se expresó en la voz del Papa Francisco, quien se sumó a las masivas críticas. “Mis pensamientos van a Estambul. Estoy pensando en Hagia Sophia. Estoy muy triste”, dijo este domingo el pontífice durante la tradicional misa dominical frente a la Basílica de San Pedro en el Vaticano.
La política tampoco fue ajena al tema. Distintos líderes mundiales, especialmente occidentales, expresaron sus opiniones de detracción.
El canciller francés, Jean-Yves Le Drian, dijo que Francia “deplora” la decisión de Turquía sobre Hagia Sophia. “Estas decisiones ponen en duda uno de los actos más simbólicos de la Turquía moderna y secular”, dijo el ministro en un comunicado.
En consonancia se manifestó la Unión Europea este lunes luego de su primera reunión cara a cara en meses, ocasión en que los 27 ministros de Asuntos Exteriores de la UE dijeron que "condenaron la decisión turca de convertir un monumento tan emblemático como el de Santa Sofía", según afirmó el jefe de Asuntos Exteriores de la UE, Josep Borrell.
“Esta decisión inevitablemente alimentará la desconfianza, promoverá una división renovada entre las comunidades religiosas y socavará nuestros esfuerzos de diálogo y cooperación”, dijo y agregó que hay “un amplio apoyo para pedir a las autoridades turcas que consideren urgentemente revertir esta decisión”.
Mientras tanto, en EEUU, las declaraciones fueron desde la “decepción” del Departamento de Estado hasta la “indignación” y la “condena” de organizaciones greco-americanas, y políticos estadounidenses.
“Estamos decepcionados por la decisión del Gobierno de Turquía de cambiar el estado de Hagia Sophia. Este edificio es una parte importante de los ‘Sitios históricos de Estambul’ Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, en reconocimiento a su rica historia multicultural”, dijo el portavoz del Departamento de Estado, Morgan Ortagus.
Por su parte, como representante de la más grande nación cristiana ortodoxa, y en su condición de potencia mundial, la voz de Rusia también ha tenido un significativo peso en el debate.
Si bien, la Cancillería rusa habían manifestado en días previos a la decisión gubernamental de Ankara, su llamado a que se mantuviera el status de museo y patrimonio mundial de la UNESCO de Hagia Sophia, una vez emitido el decreto de Erdogan, la diplomacia de Moscú llamó a respetar la política interna del país vecino.
“La decisión de Turquía de convertir a Hagia Sophia de Estambul en una mezquita es un asunto interno del país en el que nadie debería interferir”, afirmó este lunes el viceministro de Relaciones Exteriores ruso, Sergey Vershinin, subrayando la importancia del patrimonio cultural mundial.
“Sin duda este tema ha provocado una protesta pública en nuestro país y más allá. En general, asumimos que este es un asunto interno de Turquía, que ni nosotros ni nadie más deberíamos entrometernos, obviamente. Al mismo tiempo, notamos el valor del edificio como un sitio que es parte de la cultura y civilización global”, dijo Vershinin.
Contexto histórico
Santa Sofía es conocida en el mundo desde hace 86 años (1934) como un museo, y desde hace 35 años (1985) como integrante de la lista de sitios del Patrimonio Mundial de la UNESCO, pero el edificio cuenta con una rica historia de casi 1500 años de vida.
Hagia Sophia fue construida como una catedral cristiana ortodoxa por el emperador bizantino Justiniano. Abrió sus puertas a los creyentes en el año 537 dC, siendo la iglesia cristiana más grande del mundo durante casi mil años hasta que Constantinopla fue capturada por el Imperio Otomano y renombrada Estambul en el siglo XV (1453).
Según explica el jurista islámico, Dr. Abu Zakariyya al-Hussayni al-Shami al-Shafi'i, el Sultán Muhammad II al-Fátih, que gobernó entre 1451 y 1481, “transformó la catedral de Hagia Sophia en una mezquita, a través de la compra del edificio al Patriarcado Ortodoxo de Constantinopla”, en una adquisición documentada “que se llevó a cabo bajo su propio nombre” y “sin la intervención del Estado”.
Luego de la adquisición, el Sultán estableció una Waqf (fundación benéfica bajo la ley islámica) a la cual legó el edificio.
Tras funcionar casi 500 años como mezquita, y luego de la caída del Imperio Otomano, en 1934 Mustafá Kemal Ataturk transformó el sitio religioso en un museo en el marco del amplio proceso secular y occidentalizador de Turquía, por el cual se lo conoce como “padre de la Turquía moderna”.
Un representante actual del Waqf, se basó ahora en el origen de la propiedad de dicha institución sobre el sitio, para presentar una solicitud ante el Consejo de Estado turco con el fin de restaurar la propiedad absorbida por el Estado en 1934 y anular de esta forma la transformación en museo.
La solicitud fue aprobada en el ámbito judicial, dando lugar a la subsecuente –y automática- emisión del reciente decreto ejecutivo de Erdogan que reimplantaría su condición de mezquita hacia fines de este mes.
¿Restitución de derechos religiosos o táctica política?
La controversial medida fue percibida por distintos analistas como una maniobra política doméstica ante la pérdida de popularidad, para reforzar el apoyo para Erdogan y su Partido Justicia y Desarrollo (AKP), dentro de su base nacionalista y conservadora, que ha deseado desde hace años celebrar oficios religiosos en un espacio que consideran parte del legado otomano.
De esta forma, Erdogan busca recuperar su posición en medio de los llamados opositores a elecciones anticipadas, y a la vez desviar la atención popular de la crisis económica y su consecuente costo político en votos.
El acalorado debate comenzó después de que las oraciones islámicas que marcaban el 567 aniversario de la conquista de Estambul se celebraran, en mayo último, fuera de la fachada histórica de Santa Sofía.
Ya en marzo habían surgido informes con los planes de Erdogan, en una medida que el alcalde de Estambul, miembro del principal partido de la oposición (CHP), advirtió que tenía motivaciones políticas.
También otras fuerzas políticas seculares y personalidades del país sostienen que el sitio debe seguir siendo un museo, como símbolo de solidaridad islamo-cristiana, y cuya voz se suma a las amplias críticas internacionales de entes políticos y religiosos.
Orhan Pamuk, uno de los autores más famosos de Turquía, dijo a la BBC que la decisión eliminaría el “orgullo” que algunos turcos tienen de ser una nación musulmana secular. “Hay millones de turcos seculares como yo que se están manifestando contra esto, pero sus voces no son escuchadas”, dijo Pamuk.
Neo-otomanismo como religión
Si bien el marco legal interno parece sustentar la decisión de Erdogan, el contexto político regional indica que el momento y oportunidad del hecho debe ser sopesado también en el marco de las estrategias recientes del régimen de Erdogan.
El mismo que, so pretexto de recuperar la grandeza nacional -bajo la bandera de un pensamiento en línea con la Hermandad Musulmana-, se ha enrolado hace años en una saga neo-otomana regional , diametralmente opuesta a los principios de la fe islámica en la que dice sustentarse, y haciendo gala de los más nocivos vicios pseudo-imperiales y un absoluto desprecio por la legalidad internacional, con los que ha castigado a todos sus vecinos.
Eso es lo que han demostrado sus recientes y repudiables estrategias expansionistas en el Mediterráneo Oriental (elevando las tensiones con Grecia, Chipre y Egipto), así como su injerencia en el conflicto de Libia, sus constantes bombardeos ilegales en el norte de Irak ; y el cenit de su accionar beligerante contra la República Árabe Siria, haciéndola víctima del más agresivo, criminal y extenso despliegue marcado por años de un desestabilizador apoyo al extremismo salafista, seguido de la invasión, ocupación , desplazamiento y transformación poblacional, saqueo y expoliación de recursos.
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