A 5 años del secuestro de los arzobispos de Alepo

2013 - 22 de abril – 2018  |  Quinto Aniversario del Secuestro de los Arzobispos de Alepo

Queridos hermanos e hijos espirituales,

¡Cristo resucitó! ¡Verdaderamente resucitó!

En medio de esta gloriosa temporada de la Santa Resurrección, nos complace saludar a nuestros hijos espirituales con esta proclamación pascual, pidiéndole a Cristo Resucitado que otorgue a todo el mundo la luz de Su Santa Resurrección, y que ilumine a las almas y a toda Su creación. Además, desde el resplandor de la Resurrección, saludamos al mundo con amor y alegría pascual, orando por ustedes, muy amados, y rogando por su prosperidad y bendición. Los saludamos con todo el corazón, implorando al Señor Todopoderoso que conceda la paz a Su mundo.

A la luz de la Resurrección, es bueno para nosotros afirmar y expresar que la oscuridad no puede prevalecer sobre la luz, y que la luz brilla después de la aflicción. En todas nuestras iglesias, encontramos una cruz que se levanta dentro o fuera de ellas. Esto es para recordarnos que los hijos de la Resurrección son, ante todo, hijos de la cruz. No santificamos el sufrimiento en el cristianismo, pero tenemos una gran estima por el amor, pues caminamos en el camino del sufrimiento por el bien de nuestro amado. No beatificamos la aflicción, pero la consideramos ligera para adquirir lo que es más noble.

Recordemos siempre, queridos hermanos, que este suelo es aquel donde el cristianismo comenzó por primera vez. Tengamos también en cuenta que hemos hecho todos los esfuerzos posibles, y no escatimaremos esfuerzos, para permanecer aquí. Sabemos que las circunstancias actuales son difíciles para todos, pero podemos lograr superar todas las adversidades confiando en el Señor Resucitado, Quien nos sembró en esta tierra, cuando predicó a nuestros antepasados la Palabra de su Evangelio, hace dos mil años. Somos la semilla de esta tierra, la semilla que le da su identidad y conciencia.

Hoy estamos en el quinto aniversario del secuestro de nuestros hermanos, los arzobispos de Alepo, Youhanna Ibrahim y Paul Yazigi. Su secuestro da una idea de lo que le sucede al ser humano de este Oriente. Hace siete años, estalló la crisis en Siria. En otros lugares, algunos lo etiquetaron como la Primavera Árabe, pero no tiene nada que ver con el simbolismo de la primavera. Hasta la fecha, muchos están sufriendo profundamente por las absurdidades de las guerras, derramando su sangre pura en defensa de la tierra para evitar el terrorismo y el takfirismo, de los cuales no hemos sabido hasta hace poco.

Hoy, el secuestro criminal de nuestros dos muy venerables arzobispos, está ante nosotros. Estamos avergonzados de la indiferencia que vemos hacia este asunto. Todos los esfuerzos que se han realizado para obtener algo cierto en este asunto han fallado. Todo esto nos pone frente a preguntas y respuestas cruciales.

Si el secuestro de nuestros arzobispos nos quiere sugerir que los cristianos pertenecen a un menor grado de ciudadanía, entonces desde este podio, decimos definitivamente que los cristianos en Siria y en otros lugares son ciudadanos nativos de sus naciones y son componentes fundamentales de estas tierras natales.

Si el secuestro de nuestros arzobispos tiene la intención de intimidar a las llamadas minorías, nuestra respuesta es clara: rechazamos la lógica de minoría y de mayoría, ya que nuestros padres e hijos fueron, junto con otros, los pilares de la patria y de su ejército, y son compañeros en la sangre y el martirio con todos los demás componentes de este país, frente a todos los que han intentado atacar a nuestros países.

Si el secuestro tuvo la intención de intimidar a los cristianos en particular para inducirlos a emigrar, nuestra respuesta es clara: la presencia cristiana que ha durado dos mil años no puede ser sacudida por una aflicción, por más dura que sea esta aflicción. Somos pilares de esta tierra, su levadura, y hemos sido plantados aquí desde hace dos mil años.

Si el secuestro está destinado a alimentar las luchas sectarias y difundir el espíritu del takfirismo hacia el otro, vemos que estas ideologías extremistas son ajenas a nuestra civilización oriental antigua y actual. Como cristianos, vemos al otro como el objeto de nuestro amor y de nuestra devoción hacia Dios, y a través de él descubrimos las misericordias divinas y esperamos que el otro nos mire de la misma manera.

Si el secuestro y la desaparición de ambos arzobispos nos quieren sugerir que hay un conflicto entre musulmanes y cristianos en el Oriente, y afirmar que el Oriente es musulmán y el Occidente es cristiano, estamos aquí para afirmar que el cristianismo nació en Oriente, y los últimos acontecimientos terribles no diferenciaron ni iglesias ni mezquitas. El fuego del terrorismo no perdonó ni a un sacerdote ni a un sheij. El fijado objetivo detrás de todas estas atrocidades es el ser humano que vive en Oriente.

Si la total oscuridad en este asunto nos quiere inculcar sentimientos de miedo, nosotros, como cristianos, tomamos la cruz de nuestro Señor como una lección de la cual aprendemos a no temer ningún destino o desgracia. Estamos plantados en esta tierra, como la Cruz de Cristo fue plantada en ella, y a través de esta Cruz brilla el amanecer de la Resurrección.

A pesar de que hemos soportado las dificultades durante estos tiempos difíciles, esto nos hizo más unidos. Lo que más necesitamos hoy, como cristianos orientales, es una gran solidaridad y el apoyo mutuo. Los secuestradores de los arzobispos no preguntaron sobre su confesión o pertenencia. Vieron en ellos el rostro de Cristo y la paz de los santos y puros apóstoles. Hoy más que nunca, estamos llamados a ver lo que nos une como cristianos y lo que mejora nuestra cooperación y nuestro encuentro en medio de todas estas duras condiciones.

La mayor tentación en este asunto es olvidarlo con el tiempo. Vale la pena mencionar que, durante el período anterior, hemos hecho todos los intentos posibles para investigarlo. Hemos recurrido a líderes políticos de alto rango, embajadas, agencias de seguridad, gobiernos y responsables de la toma de decisiones. Hemos visitado embajadas, gobiernos, agencias de seguridad, organizaciones internacionales y regionales. En este doloroso aniversario, renovamos nuestra determinación y nuestros esfuerzos para lograr el cierre deseado de este asunto, agradeciendo a todos aquellos que compartieron nuestra preocupación por esta causa humanitaria.

Hoy, estamos en el tiempo de la gloriosa Resurrección, en la cual esperamos la resurrección de todos aquellos que sufren debido al padecimiento del que vive el amor. Enviamos nuestros saludos pascuales a nuestros queridos hermanos y jerarcas, Pablo y Youhanna, donde sea que estén, y estamos seguros de que la luz de la Resurrección trasciende toda limitación o cadena. Saludamos en particular a nuestros hijos espirituales en Alepo, a todos los sacerdotes y laicos, aquellos que, por su fidelidad, han demostrado ser verdaderos hijos de ambos arzobispos. Han guardado fielmente lo que aprendieron de ellos, y han estado esperando su regreso con gran anhelo, tal como los niños esperan el regreso de su padre.

Imploramos a Cristo que remueva la piedra de la angustia del corazón de todo ser humano. ¡Que Dios bendiga los corazones y, con el resplandor de Su consolación divina, libere a todos los cautivos concediéndonos Su paz divina!

¡Cristo resucitó! ¡Verdaderamente resucitó!

Damasco, 22 de abril de 2018

† Juan X - Patriarca Ortodoxo de Antioquía y de todo el Oriente

† Ignacio Efrén II - Patriarca Siriano-Ortodoxo de Antioquía y de todo el Oriente y Primado de la Iglesia Siriana-Ortodoxa universal